He visitado a quince dentistas desde mi última nota sobre dientes. Quince. Si fueran años, y no dentistas, habría yo tenido derecho a fiesta con vals y chambelanes. Pero no: me quedé sin baile, sin pastel y sin regalos… y ninguno de ellos quiso sacarme los dientes, cambiármelos por unos menos conflictivos.
¿Así cómo vamos a progresar? ¿dónde queda su hambre de conocimiento, su sed de descubrimiento, su afán de hacerse de una lanita extra?
Y, sobre todo, ¿dónde quedo yo, con mi proyecto? Si lo único que les pedí fue que me pusieran anestesia general, me sacaran todos los dientes y me pusieran, en vez de ellos, unos cuchillos ginsu…
Todos me miraron como si estuviera loca. Todos. ¡Cuánta incomprensión, cuánto prejuicio!
Yo sólo quería quitarme de encima algunos dientes problemáticos y, aprovechando, un trauma de la infancia: es que yo fui… [acorde dramático] retrasada dental.
Oh sí: mientras mis compañeritos tenían ya sus dientes de no-leche (dientes grandes, juertes) yo seguía con mis dientecitos de ñiñiñí: chiquitos, separados, blandengues.
Mi mamá me llevó con varios especialistas: primero, con el oftalmólogo; luego, con el carnicero y, por último, con la modista (era un día en el que teníamos muchos pendientes). Al final de nuestra gira, le confesé mi preocupación con respecto a mis dientitos, y entonces sí, me llevó con un especialista en dientes: mi tío Jacinto.
«Abre la boca, saca la lengua, mete la lengua, hazla a un lado, tu lengua me estorba, quítatela…». Luego de horas de estudio, mi tío nos dio la mala noticia:
«la niña tiene un ligero retraso dental. No es grave, pero nunca será como los otros. no la cambies de escuela, pero dile a sus maestras que sean comprensivas».
Y sí. Se me cayó el primer diente como a los siete, y las muelas del juicio me salieron hace tres minutos, todas a la vez.
Y mi dentadura «adulta» no es de dientes derechitos y firmes: en vez de eso, tengo esta bola de dientes pandilleros, que ningún dentista se atreve a enfrentar. Chale.
Categoría: Varia invención
Todo lo que no cae en otras categorías. O bien: pura loquera.
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Retraso dental
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Yo, en el Guardagujas
La verdad es que escribo poco y me cuesta mucho trabajo. Y sufro. Me desgarro, me distraigo, me desaliento y a los quince segundos me río, me enderezo, me impulso. Soy bipolar para escribir. Y, como ya dije, lo hago más bien poco.
Por eso me emociona tanto que en el suplemento Guardagujas me tengan paciencia. Acaban de publicarme un cuentirritito, «Larga distancia», cosa que les agradezco de aquí al cielo dos veces de ida y vuelta.
Y, por supuesto, ese cuentirrín no sería nada si no lo leen ustedes que se soplan las historias de zombies y dientes que aparecen por acá. Así que les comparto el cuentito (con todo y el resto del suplemento que, como siempre, está excelente) con alegría, lalalalá.
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Dentadura problemática
Siempre, desde que me acuerdo, he tenido problemas con los dientes. Con los míos, aclaro: los dientes de la demás gente no me causan ningún tipo de conflicto (excepto la vez aquella en que un remedo de vampiro me mordió la muñeca; pero esa historia tendrá que quedarse para otra ocasión).
Decía, pues, que tengo problemas con mis dientes desde siempre. Y no hablo de travesurillas sin consecuencias, de ésas que suelen jugar los dientes de todo mundo: hablo de broncas graves, fuertes, serísimas y muy estresantes.
Creo que parte del problema es que mis dientes acostumbran andar juntos a todos lados. Son una pandilla. Están los de enfrente, siempre haciendo comentarios incisivos; muy cerca de ellos hay unos que se aperran a la menor provocación, los muy caninos. Y están otros que, desde el confort y la seguridad de la retaguardia, no dejan de moler.
Todos juntos me torturan. Me maltratan. Me hacen sufrir.Una vez busqué la ayuda de un especialista. Se burló de mí, dijo que los dientes son delicados pero que con la atención adecuada no deben causar problema alguno. La risa se le quitó cuando su mano derecha quedó fuertemente prensada entre mis delicados y bien atendidos pandilleros. No sé si siga ejerciendo ahora que lleva un garfio en vez de cinco dedos.
La verdad es que, independientemente de los dolores que me causan, mis dientes me hacen sentir culpable. ¿Será, realmente, que no los traté como era debido? No lo creo: como ya dije, desde el inicio fueron difíciles.
Y nada ha servido: ni el hilo dental ni el cepillo ni el astringosol. Cada día la situación es peor. ¿Será muy malo esperar a que estén dormidos y sacarlos, uno a uno, para enviarlos a una correccional?
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La NASA descubrió… ¡zombis en el espacio!
Mi querido amigo Iván «Malo» Salinas me pasó un link del periódico El Universal en el que se habla de un terrible descubrimiento:
Una tormenta solar frió el cerebro de un astronauta, que ahora es… ¡un zombi!
Bueno, hay que precisar algunas cosas:
1. no fue la NASA, sino Intelsat.
2. el astronauta no es un humano, sino un satélite.
Pero igual…. brrr, miedo!!! Porque ahorita son los satélites pero, ¿y mañana? ¿cómo sabemos que no seremos nosotros los zombis? ¿o los gatos? o… (ni dios lo quiera) ¿los chícharos?Va la nota, aquí pegada, y luego la liga, por si no me creen, lectores de poca fe:
Cuando Intelsat se enteró que a principios de abril se produciría una tormenta solar comenzó a hacer mil pronósticos sobre las afectaciones en sus satélites y el más sombrío se hizo realidad, a uno de ellos, cual película de terror, se le quemó el cerebro y se convirtió, literalmente, en un satélite zombi.
Según reporta la BBC en su portal, el satélite Galaxy 15 perdió toda noción y ya no responde a las llamadas de los operadores, aún cuando éstos lo bombardean con órdenes; incluso, este lunes, los especialistas de hicieron un último esfuerzo para recuperar el control mandando emisiones de alta potencia pero sin éxito.
El sátelite está totalmente fuera de control; sin embargo, como los instrumentos están encendidos, el zombisat ha empezado a desplazarse. Se encamina hacia la posición 131 grados oeste, actualmente ocupada por otro satélite, el AMC-11. Los expertos calculan que entrará en territorio vecino hacia el 23 de mayo y «robará» la señal de este satélite.
Según un comunicado publicado en el sitio web de Intelsat, la empresa planea pasar todo el tráfico de información a otro satélite, el Galaxy 12, para que sus clientes no se vean afectados.
Hasta el momento, menciona la BBC, los clientes del Galaxy 15 no han sufrido interferencias, pero este panorama podría cambiar en las próximas semanas cuando el aparato se cruce en el camino del AMC-11.
El G-15 provee de capacidad de transmisión satelital a programas de televisión por cable en América del Norte. También retransmite coordenadas de posicionamiento (GPS) a aviones durante el vuelo.
Y la liga, aquí
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Mi hermana
mi hermana y yo
Es la una de la mañana y no puedo dormir. Un secreto me tortura, tengo que compartirlo. Lo siento por ti, sufrido lector: tendrás que ser mi confidente en esta noche de luna llena y tortuosas confesiones.
He aquí mi secreto: tengo una hermana.
¿No te sorprende? ¿Te parece común que la gente tenga hermanas? Sigue leyendo, porque la confesión se complica:
Mi hermana… se llama… No, no puedo decirlo así, tan fácil.
Tengo que explicarlo.
Todo comenzó un día en que discutía con Alberto. Como siempre, la causa es que soy una envidiosa patológica (por favor, no citen aquí a Freud: es de pésimo gusto). Le decía yo a Alberto:
-¿Por qué tú tienes un hermano y una hermana y yo nomás tengo un hermano? ¿Dónde está mi hermana? ¡No es justo que, además de que me ganas siempre en el scrabble, me ganes además en el número de hermanosidades!
Alberto sólo suspiraba y decía «ay mi vida, mi vida», que es lo que dice siempre que me pongo a discutir sinsentidos. Yo, mientras tanto, me sentía profundamente infeliz.
Pero me di cuenta de que enojándome no iba a lograr nada: tenía que encontrar una solución.
Obligar a mi madre a concebir y parir una niña estaba descartado: hace más de quince años que mi mamá no está con nosotros (no, no se fue de viaje… ay, lector, ¿dónde está tu capacidad para leer subtexto?) y, aunque se me ocurrieron algunas opciones al respecto, todas resultaron o bien gore o francamente irrealizables. O ambas cosas.
Otra opción era hacer un poco de trampa: convencer a mi papá y a su esposa de la generosidad de la adopción. Pero hubo que descartarlo también: si me sentenciaron a vivir bajo un puente si llegaba con otro gato, ¿cómo iban a aceptar una niña? Hay gente que no tiene ese sentido del humor.
Así que tuve que pensar un poco más. Me puse a analizar lo que hace a la mayoría de los hermanos y encontré la respuesta que buscaba:
-Albertoooo… ¿yo soy hermana de mi hermano porque soy hija del mismo papá y de la misma mamá que él, no?
-Hmmm… sí…
-Entonces…. como soy hija del mismo papá y de la misma mamá que yo misma… ¿soy mi hermana?
-¡No!
-¡Sí! ¡Soy mi hermana! ¡Y soy mi gemela! ¡Porque nací el mismo día que yo!
Alberto es un aguafiestas y quiso buscar pretextos para no admitir mi razonamiento, pero ni modo: mi lógica es aplastante. Gané, tengo un hermano y una hermana. (Ok, empaté, pero como tengo un punto extra porque mi hermana es gemela, gané).
Lo malo es que ahora me siento culpable de haber tenido tantas cosas mientras mi gemela no tuvo nada. Y al mismo tiempo me siento celosa, de que tendré que compartir con mi hermana la casa, la ropa, los juguetes…
Bueno, ya te conté mi secreto. Y si te parece aburrido o poca cosa, te entiendo: ahora que lo releo, a mí me parece que es un soberano disparate. Pero mi hermana dice que está bien, así que aquí se queda.