A decir verdad, no sé muy bien por qué sigo transcribiendo mi diario del año pasado aquí: sé que la mayoría de la gente no se asoma a los blogs ni a ningún otro rincón de Internet que no sea Facebook. Sé, también, que la mayoría de la que se asoma a FB no da click en las ligas, ni lee los posts: ve las fotos y opina con base en los titulares de las notas. Pero supongo que, en realidad, sigo con el ejercicio de transcripción por demostrarme a mí misma que puedo ser constante aunque sea durante siete semanas. Y, sobre todo, porque es un modo de dejar constancia para mí misma, para mi cabecita desmemoriada, de eso que viví en Banff. (Y, también, es verdad, porque hay un puñado de gente que me da por mi lado y lee y comenta. De todo corazón, gracias).
A fin de cuentas, si hiciera las cosas por ser popular, ¿no sería mejor que pusiera, no sé, fotos de mis gatos?
En fin, que sigo, porque la de hoy es una entrada larga…
30 de octubre
8.56 am
Decidí bajarle un poco al ritmo hoy. Desperté a las 7 y cacho pero quité la alarma y dormí un poco más de media hora, eso me dio la idea de bajarle a las carreras. Así que tomo café y como un snack de usana, en bata, después de haberme bañado. Y platico por mensajito con Alberto.
Tendría que mandar algunas cartas y postales hoy, y quiero trabajar en el cuento de Pavel el tatuador.
10.47 pm
En la mañana me puse a leer sobre la historia del punk y de tatuajes. Luego fui al lunch y al estudio. A eso de las 2 fui al pueblo. Me compré unos pantalones de pana rojos, dos bras, dos sudaderas, un suéter, una blusita y unos tenis. Y una sudadera más que no me qedó. Pero todo por 27 dólares y con una sola prenda que no funcionó. Está chicles, ¿no?
Fui a la librería y compré mi Real Simple. Y a la drugstore por un zacate, jabón y una crema. Se me pegaron unas calcetas y un brillo para labios, un cepillo de dientes para tener en el estudio y unas bandas para el pelo.
Volví y me encerré en el estudio a trabajar. Ah, no. Antes fui a cenar. Res en filete al vino tinto, brócoli, papas. Yumi. Una lasagna de frijol no tan yumi. Ensalada y cheesecake de limón un poco empalagoso (el lunch fue lomo o pierna de cerdo, una cosa de pollo con champiñones, muy buena, verduras y cheesecake de moka y clafutí de pera).
Mientras iba al pueblo y de regreso, hice lo que nunca: ponerme a escuchar música con los audífonos. The Clash. Y encontré la rola para el cuento de Pável.
Así que luego de cenar me encerré en el estudio y acabé el primer borrador. :)
Qué gusto.
Mi plan era salir del estudio a las 8 para el al gym, pero entre que me llamó mi papá a las 7 y platicamos un rato, y que sí estaba avanzando a gusto, cambié el plan. Mañana iré al comedor a desayunar y luego al gym, creo. o espero. :)
Ah. Luego de la librería fui al correo. Me emociona ver que este cuaderno ya se va a terminar. ¿Compro otro ahora? ¿Hasta que de veras se acabe?
En fin. Ahora veré un poco de Netflix y dormiré.
Por cierto, esta entrada corresponde justo a la mitad del camino, el día 24 de los 48 que pasé en Banff. ¿Será por eso que me pregunto por qué sigo? Muy típico de mí, dudar justo a medio recorrido… Y bueno, acá la foto del día. Su pie de foto en fb decía:
Día 24 (de 48) en Banff: las nubes tienen quemadura en tercer grado (como dice la rola de mi querido Alejandro Rizo) pero, a diferencia de las estrellas que mueren por inanición en esa misma canción, yo me empaco un clafutí de pera (según yo, si uno mira la montaña y no el postre, se anulan las calorías).
Pero merezco el postre: imprimí lo que llevo trabajado y miren, es un montón. Tanto que me di permiso de ir a dar una vueltita al pueblo (vean qué coche más guapo me encontré en el camino).
Por cierto, chequen cómo se ve el caminito del estudio al dormitorio. ¡Da miedo! ¿Qué tal que se aparece la Gemela Malvada?
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