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  • Si yo fuera un libro…?

    Bueno, es que uno vuelve de dar la vuelta y se encuentra así de pendientes, trabajo, citas y demás. Uff.
    Así que en lo que me pongo a mano con todo, va mi contribución a la cadenita que me mandó Alberto.

    Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?
    Arca de Noé, Clase turista, de Ephraim Kishon, porque todo mundo querría estar conmigo para reírse un rato.
    O bien, los 25 mejores relatos negros y fantásticos, de Jean Ray, aunque mucho me temo que me pasaría la vida espantada…. bueno, estando en F. 451, estaría espantada de todos modos. Supongo.

    ¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?
    ¡Claro! Supongo que aquí, cuando se habla de ‘ficción’, no se refiere la cosa a caricaturas, por lo que no tengo que echarme de cabeza con mi enamoramiento por Terry, de Candy Candy (oops, creo que ya me eché de cabeza!!!). Así que, hablando de libros…. uyyy. Son tantos. Creo que el primero fue Gigi Cicerone, cuando leí Momo; me encantaba la idea de tener a alguien inventando cuentos para mí (prueba superada!).
    Luego, Trancos. Qué pena ahora que se le asocia con el trollcito Jackson (aunque el muchacho Mortensen no está mal).
    Luego… hmmm… el príncipe Peter Borodin (por llevar la contra, porque era terriiiiiiible de pendejo).
    Y más tarde… Earendil.
    Luego cumplí catorce y me empezaron a gustar los de carne y hueso, pero esa, como dice la nana Goya, es otra historia.

    ¿El último libro que compraste fue…?
    Hoy hoy hoy compré un libro de cuentos nórdicos en el Outlet de Palacio de Hierro. Baratísimo (45 pesos). Debería cerrar esta cosa y ponerme a leerlo….

    ¿Qué estás leyendo actualmente?
    Huy, ya me dio pena. Me divido entre revistas de salud y prevención (fase healthy, huyan de mí), un libro sobre comida saludable, un comic que me trajo Alberto (Crisis de identidad, vamos en el tomo 6), y NADA de buena literatura. Pero es una etapa, creo. Me quiero poner a leer a Alejandro Casona. O mi libro de cuentos nórdicos…

    Cinco libros que llevarías a una isla desierta:
    1. Los 25 mejores relatos negros y fantásticos, de Jean Ray, para aprendérmelo y poder actuar debidamente en Farenheit cuando llegue el momento. (Y porque es maravilloso)
    2. El libro de la imaginación, de Valadés, porque me duraría mucho, porque me hace pensar, porque es maravilloso y siempre tiene algo nuevo.
    3. El señor de los anillos en uan de esas versiones post-peli que traen el hobbit y los apéndices y demás todo en un sólo tomo con anotaciones e ilustraciones, pa que me dure muuuucho, muuuucho.
    4. ‘Cómo sobrevivir en una isla desierta sin peligro, sin aburrirse y disfrutando al máximo la experiencia’, que si no existe, deberían escribirlo ya ya ya.
    5. La Biblia, no por mocha, sino porque es muchos en uno, y así tendría chance de jugar bibliomancia, de ponerle nombres raros a las palmeras, de jugar a localizar pasajes, de buscar insultos elaborados, de leer ultraviolencia, de aprenderme poemas de amor… huy, y que fuera una edición bilingüe español – algo, para que además me diera chance de aprender otro idioma :P

    ¿A quién le pasas el relevo y por qué?
    Huy, no sé… habrá que pensarlo, huy… Yo creo que a Bef, para que no tenga pretexto y escriba ya algo…. a Cin no, porque no me peló con la anterior… a Maribel sí, porque me tiene harta paciencia y me da por mi lado…. y ya, yo creo. :)

    Ayós.

  • Noche angelina

    Silencio. Impresionante callación formada por sonidos. Des-silencios suaves, sinergiados. No-reconocibles unos (solo esta noche vienen desde el limbio de los audios), hiper-señalables otros: un grillo amplificado, una computadora-gato, el hombre-que-no-duerme de allá arriba.

    ¿Aquí? las diez y media. Pero el silencio oculta la hora en un disfraz de madrugada.
    ¿Allá? las doce y media, hora de brujas. Me dan no-miedo: Allá, alguien me espera.
    ¿Aquí? intento trabajar a toda prisa. No lo logro. Las palabras se rebelan, se revelan, me desvelan. Desmueren términos, renacen fruslerías.

    Me voy a trabajar, luego a la cama. Y a la calma.

    (Un suburbio tan callado y con tan raros insertos auditivos puede volver loco a cualquiera. Extraño mis noches llenas de escándalo pre y post lucha libre…)

  • Música… fuera de programa

    Es culpa de HamletMaschine, pero como desde la secundaria me encantan los chismógrafos…. pues qué le vamos a hacer.

    1. Tamaño total de los archivos de música de mi ordenador: Huy, son dos carpetas. Una de 2.6 GB y una de 84 MB… sería más, si no me hubieran tenido que borrar todo de la unidad C…

    2. Último disco que me compré: No recuerdo. No compro muchos cd’s. Quizá fue ‘En el camino’, de Mexicanto, pero no estoy segura.

    3. Canción que estoy escuchando ahora: Ninguna. Qué silencio…

    4. Cinco canciones que escucho un montón o que tienen algún significado para mí:
    a) Pictures of you, de The Cure. Me recuerda una época y cosas muy muy especiales…
    b) Strange Design, de Phish. Es hermosa. Me gusta desde que la escuché por primera vez, aunque no trae recuerdos, ni nada… sólo me gusta.
    c) TODO el KCT de ‘Aires Nocturnales’, de Alejandro Rizo. Es lo único que escucho en el auto (soy medio obsesiva, creo…)
    d) Exlover’s lover, de Voltaire. ¡Es mega!
    e) ‘Corazón herido’. En inglés, ‘It’s a heartache’, con Bonnie Tyler. Fue la primera canción de la cual exigí me compraran un disco.

    5. Cinco personas a las que les paso el testigo:
    a) Mme Mergruen, para poner en evidencia sus gustos raros, jijiji.
    b) Cin, pa ver qué se escucha en Barcelona
    c) Marbe, pa que ya ponga algo en su blog y la visiten, eh?
    d) Ela, por el gusto de compartir una encuestita de estas con ella…
    e) Séptimo sentido, por el gusto, también.

    (Y como ésta es fuera de programa, no requerirá de 10 posts para continuar…. pero cualquier comentario será bienvenido, como siempre)

  • Un dolor que ya se fue

    El dolor se ha ido. Así que ya puedo ponerme por horas en la compu, por lo menos en lo que me da una nueva contractura. Bueh, qué le vamos a hacer…
    Lo importante es que este intenso dolorcillo me hizo aprender muchas cosas:

    1. Soy hipocondriaca leve. Esto ya lo debería de saber desde antes, pero ahora no me quedó más remedio que admitirlo. Resulta que lo primero que hice al estar con el dolor fue buscar en la red información sobre los síntomas. Claro, al rato ya me preguntaba si lo mío era una fibromialgia, una hernia de disco, o una mutación genética. Y habría podido seguir ad nauseam, de no ser porque el rato en la compu me acentuó el dolor.

    2. Los masajes son la neta del planeta, pero no funcionan instantaneamente. Fui a Centro Area, con la espinóloga, me revisó y dio un masaje muy sabrosito. A la media hora ya estaba de nuevo con mi dolor, pero ¿a quién se le ocurrió que un masaje quitaría la contractura como por magia? A mí, claro.

    3. Todos tenemos un poco de bestia (y si no todos, por lo menos yo, sí). Cuando el dolor era ya insoportable, mi papá me dio un remedio ‘mágico’ (yo ya no creo en los remedios mágicos): una pomada de uso veterinario.
    Me resistí a usarla. Pero considerando mi ligera hipocondria y el fracaso instantaneo del masaje, ¿qué podía yo perder? Así que untéme el ungüento de la tía. Y ¿saben qué? Sí existe el remedio mágico: a la mañana siguiente el dolor había desaparecido. Por completo.

    Conclusiones: El dolor me hizo una mejor persona. Aprendí a conocerme, tuve un contacto más íntimo con mi parte animal, y estoy lista para mi próxima contractura. (Mientras tanto, la parte de mí que estaba en Roma volvió para atender a la parte de mí que estaba presa del dolor, y Deíctico decidió quedarse por allá, convertido un una nueva Lucrecia Borgia, o algo así).

    PD. Marido con salmonella. ¿Acaso me pone el cuerno con una italiana? ¡No se lo pierda dentro de diez comentarios a este post!

  • Ay dolor… ya me volviste a dar

    En el cuento de Las Doce Princesas Danzarinas, éstas chamaquitas esperan a que todos duerman en palacio para salir por debajo de la cama de la mayor a un bosque donde los árboles son de plata y las frutas de joyas preciosas; atraviesan un río hermosísimo y llegan a un salón de baile impactante donde bailan y bailan y bailan y bailan. Y bailan y bailan.
    A la mañana, no se quieren levantar, todo les duele, el rey está asustado (más que por la salud de sus hijas, por lo poco que les duran los zapatos) y de ahí parte la historia, en la que un joven pobre, pero guapo y honrado, y de buen corazón, se convierte en una especie de Sherlock Holmes y desenreda el misterio. Y se casa con la princesita más joven (y las otras once, chivos brincados, se quedan pa siempre solteras, y sin bailar, pero eso no parece importarle a nadie). (Ni a mí).
    Lo que cuenta es el hecho de despertar en el Ouch total.
    Y así estoy yo.
    Lo extraño es que yo no fui a ningún baile, ni hay pasadizo debajo de mi cama, ni se me gastaron los zapatos.
    Y si a esas vamos, lo que me duele no son los pies, sino una línea no tan imaginaria entre la nuca y el omóplato derecho. ¿Será que por las noches me convierto en luchadora sonámbula? ¿Acaso fue Martha Villalobos quien me dejó para el arrastre? Me gustaría saber cómo es mi máscara -seguro que no soy de las que apuestan la cabellera-…
    Y mientras, me duele. Ouch.