Prefacio: Pues todo parece indicar que me iré a una residencia artística en Banff, Alberta (Canadá) durante siete semanas en algún momento de este año. ¿O será del siguiente? En todo caso, no es como que me vaya a mudar, ¿verdad? Pero eso sí: es, al menos para mí, una cosa super wow. Les cuento por qué:
1. Pasado remoto
Cuando empecé a andar de novia con Alberto me advirtió que acababan de otorgarle una beca para pasar siete semanas en Canadá, escribiendo. Serían siete semanas que no nos veríamos y, si bien faltaba mucho tiempo, pues había que tomarlo en cuenta. Cuando al fin se llegó la hora y se fue al Banff Center le gustó tanto que hicimos mil malabares y al final pude ir a acompañarlo un fin de semana, justo cuando estaba el Word Fest (un festival literario bien chidito).
De las historias de ese fin de semana, incluyendo el ataque del oso invisible, la odisea de las auténticas enfrijoladas, el episodio de los borreguitos asesinos y el intento frustrado de hacer agua de limón, he platicado ya muchas veces (y platicaré tantas como me pregunten, jo). La verdad es que me la pasé increíble aunque fueron poquititos días. Y pensé: Un día regresaré. A hueivo, un día regresaré.
2. Pasado menos remoto
Hace unos años invitaron a Alberto a participar en el Word Fest. Fue muy emocionante, creo que fue de las primeras invitaciones internacionales que recibió. Las cosas se acomodaron de tal forma que fuimos a aplaudirle mi papá, su esposa, mi hermano y yo. El show incluyó varios días en Calgary y, oh felicidad, varios en Banff. Así que se me concedió volver, ir a Lake Louise, observar una manada de antes, tomar el té en un hotel de harto postín y, claro, ver a Alberto en una lectura cuyo boletaje se vendió en ticketmaster. Neto. Y, aferrada que es una (sobre todo si es una con tantito TOC) pensé: Si ya vine una vez y ya vine otra, pues tengo que volver.
3. Pasado cercano
Este mes se cumple un año de que renuncié a un trabajo que sí, era demandante y a ratos estresante pero que me gustaba mucho. Una de las principales razones que tuve para dejarlo es que no se puede ser juez y parte y, precisamente por trabajar en el INBA, era imposible participar en sus Premios e incluso en las convocatorias de becas del CONACULTA. Y yo, luego de mis dos viajes como polizón a Banff, quería ya el mío propio. Yo sabía que los premios y las becas dependen de muchos factores, pero como con la lotería, lo primero es comprar el boleto. Así que fue la lejana pero atractiva posibilidad de conseguir la residencia de siete semanas en Banff lo que me animó a dar el brinco y dejar atrás la quincena estable: fue mi manera de comprar el boleto de esa lotería. Por supuesto, cuando salió la convocatoria de las residencias artísticas armé mi proyecto y lo mandé con mi bendición: sabía que había probabilidades de que me la dieran y que también había probabilidades de que no me la dieran; pero si no me la dan, pensaba yo, la vuelvo a pedir el siguiente año. Jum!
4. Presente
Hoy me entero que sí me seleccionaron para la residencia de siete semanas en Banff, como se puede ver acá. Yo sé que aún pueden pasar mil cosas (que se acabe el mundo, que me acabe yo, que se acabe Banff) que podrían impedir mi tercera visita (¡la primera por mis propios méritos!), así que aún no canto victoria. Pero me siento satisfecha, la verdad. Estoy muy, muy contenta. Y espero que todo salga bien, vaya a Banff y regrese con un libro nuevo y con más historias de la chilanga que se enfrenta a la vida salvaje (aunque ya aprendí que los borreguitos en realidad se llaman «antes», «alces» y «venados»: como los sobrinos del Pato Donald, que son Hugo, Paco y Luis, ¿no?)
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