Adiós, Cuca

Se llamaba Cucurumbé y era, por supuesto, negrita. Su madre, Miau II, era negra también y había llegado a mi vida cuando era apenas un bebé: la compré en un tianguis, en un impulso, nomás de la tristeza que me daba verla en una jaula, tratando de escalar. No hacía tanto de la desaparición definitiva de Miau I, que era blanca y tenía un ojo azul y el otro verde, y cuya historia contaré en otra ocasión.

Así que Miau II se incorporó entusiasta a nuestra vida familiar, que era un poco un desmadre, lo que sea de cada quien. No se me ocurrió que habría que operarla, y tuvo una camada variopinta. Nos quedamos a la que parecía su clon, a los otros los regalamos. La clon, negrísima y con actitud rebelde desde chiquitita, se llamó Cuca, porque Miau III era un exceso.

Luego Miau II tuvo otra camada, la última. Una camada con mala suerte: un gatito se murió, otro se escapó. Al tercero lo regalamos bien, el cuarto se quedó con nosotros. Mi hermano lo bautizó Beakman.

Miau II desapareció de repente, cuando aún estaba criando a Beakman y sus hermanos. Sospechamos que la envenenaron o la robaron, porque un día nomás no regresó. Entonces Cucurumbé tomó su lugar y se dedicó a cuidar de sus medios hermanos. A regañadientes, creo, porque les pegaba de vez en cuando si se ponían muy cariñosos, pero igual los bañaba y dormía con ellos y les compartía la comida.

Total, que se quedaron Cucurumbé y Beakman. Y el nombre de ella se acortó, porque así pasa con la cercanía, el tiempo y el cariño, que hacen que se acorten o se alarguen los nombres con diminutivos ridículos de tan amorosos: Cucurucha. Cucaracha. Cucurumbuca. Al final gana la practicidad casi siempre: Cúcaramácaratíterefue tomó el nombre artístico de Cuca.

La Cuca fue musa de este blog desde el principio. Aparece por primera vez aquí. Como todos los gatos, tenía sus hábitos que la hacían única e irrepetible: le gustaba jugar con una corcholata en particular, que guardaba detrás del refri cuando terminaba de usarla; era una cazadora excelente y traía ratones de las casas vecinas para soltarlos en mi cuarto y hacer su safari mientras yo, aterrada, escuchaba todo desde mi cama; exigía que se le rascara la panza en el punto exacto del patio que se le antojaba; cuidaba a Beakman y decidía con cuáles de los gatos vecinos compartir la comida y el espacio. Dormía en mi cama y un par de veces me puso el susto de la vida al levantarse a bufarle a algo que ella veía pero yo no.

Su mayor excentricidad: le dábamos golpecitos en la grupa y, al dejar de hacerlo, ella salía disparada a buscar el zapato más cercano y esconder en él la cabeza.

Cuando me fui de casa de mi papá, Cuca y Beakman se quedaron. Acostumbrados a su jardín, su patio y sus humanos, hubiera sido absurdo llevármelos. Además no sólo eran mis gatos: eran, son, de mi papá y de mi hermano; también adoptaron a Mary, la esposa de mi papá, y se lo demostró la Cuca dejándole cadáveres de pajaritos y ratones en la almohada o junto a sus zapatos. Dejar atrás a mis gatos no fue fácil, pero a veces uno tiene que aprender a desprenderse. Y cada visita a casa de mi papá era también visita a los mininos.

El viernes, la Cuca no quiso comer. El sábado la llevaron al veterinario y el diagnóstico no fue grato: insuficiencia renal y cardiaca, anemia, quizá una hemorragia interna. La doctora dijo que la mejor alternativa era dormirla. Mi papá me llamó anoche, domingo, para que tomáramos juntos la decisión. La Cuca nació en 1997 o 1998: incluso si nos poníamos necios, era de lo más improbable que saliera de ésta. Estuvimos de acuerdo en que no tenía caso someterla a sufrimientos innecesarios.

¿Dije ya que a veces cuesta mucho desprenderse? Dejar ir a alguien a quien amas, sea o no humano, debe ser una de las cosas más cabronas de la vida. Pero si ese alguien sólo te dio siempre lo mejor que estuvo en sus manos (o sus garras), se lo debes: pensar un ratito en su bienestar y no en el propio. Así que anoche la Cuca se durmió, no a los pies de mi cama, sino en el consultorio de la veterinaria, para ya no despertar más. Voy a extrañar a la gatita dark.


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Comentarios

9 respuestas a «Adiós, Cuca»

  1. Avatar de Fabien
    Fabien

    Me pude despedir de ella en Febrero, durmiO conmigo, durmiO contenta! >O.O< mi Cuca, la voy a extraniar mucho! =)

  2. Avatar de Kitsune

    Creo que están picando cebollas aquí cerca o es una de ésas tormentas de arena características de Toluca :(

    Cuando la familia y los amigos peludos se van duele mucho, pero lo bonito es que sabes que le diste tanto amor como ella a ti y que vivió una buena vida. Seguramente ahora está cazando pajaritos en el cielo.
    =^_^=

  3. Avatar de Ale

    Uh… Lo siento mucho Rax. ¿Qué más puedo decir? :(

  4. Avatar de NeuroticMarianita

    Me he quedado con el ojo Remi. Yo no soy una cat-person, más bien soy de perros y recordé todas las partidas de mis adorados. Y visualicé las que faltan. Y sí está muy cabrón despedirse. Abrazo :)

  5. Avatar de rheinrl
    rheinrl

    Ay, que post tan bonito… Me hiciste recordar a mi último gato, al cual abandonamos en Ensenada… El carro se había descompuesto y no pude estar en el cambio de casa, pues estaba en Mexicali. Dijo mi amá que se metió debajo de un sofá que no nos trajimos y que de ahí no hubo quién lo sacara. Bueno, si hubiera salido tampoco se lo hubieran traido, pues los de la mudanza no lo habrían aceptado… Debe haber muerto de hambre. Espero volverlo a ver en el más allá…

  6. Avatar de Carolina
    Carolina

    Casi lloro… tus letras están llenas de razón, es muy difícil dejar ir algo… acaba de morir mi perrito Harry y es un golpe tremendo, aunque sea tan solo una mascota, son los animalitos mas nobles del mundo. Saludos, siempre un placer pasar por tu blog.

  7. Avatar de Aramara

    Hace dos años enterré bajo un peral a mi Caracol, un perro juguetón y muy listo; hace tres meses a Lobo, quien vivió 18 años con nosotros… es tan difícil un día tener que tomar la decisión de que descansen, pero después de todo lo que nos dan se los debemos, como una ofrenda de amor, de lealtad, de agradecimiento. Un abrazo.

  8. Avatar de Luis Enrique Recio Dávila
    Luis Enrique Recio Dávila

    La casa en la que vivo tiene espacio suficiente. Nosotros tenemos 9 gatos. todos tienen sus detalles. Tenemos cuatro siameses, una gata blanca, dos negros… pero la favorita al menos mía es una que recogimos de la basura junto a otros dos gatitos hace poco más de un año…. yo la alimenté con gotero junto a sus dos hermanitos pero solo ella sobrevivió. Mi hermana le puso Milagritos, luego Mitaquitos de cariño y yo por deformación hasta quedar al menos para mi en Tacos o Tacos Bell… Entre otras cosas es mi favorita porque se deja acariciar, ya que todos los demás son muy ariscos y desconfiados

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