Autor: Raquel

  • Maravilloso Rodari

    Acabo de leer un cuento –buenísimo– de Gianni Rodari. Uno de esos cuentos que, cuando lo terminas, te quedas pensando «¿Cómo no se me ocurrió a mí?»

    Maravilloso Rodari, una sorpresa en cada párrafo.

  • Años más tarde…

    Años más tarde… Tal parece que sólo escribo cuando el ánimo está a la baja. O no tengo disciplina. O ambas cosas. No importa, creo…

    Es viernes y tengo que ponerme a trabajar, pero tengo uno de esos ‘bloqueos creativos’ -fácilmente traducibles, en mi caso, como flojeras cósmicas

    Pero algo hay que hacer al respecto, supongo…

  • RIP Pérez Estrada

    Tal vez si sé: es que se me están muriendo los escritores favoritos.

    Mejor minuto de silencio y texto de uno de ellos –muerto hace mucho, pero yo, torpe y distraída, me enteré ayer–.

    SOBRE LAS NUBES.

    El poeta coreano Kim Sup dibujó en un rollo de seda fucsia un poema intraducible, cuyo sentido, sentimiento aproximado, quería decir: “Cuando el ave del arcoiris hiere con su pico la plata del corazón de una nube, la lluvia es sólo la lejana queja de un llanto irrepetible”.

    Para el poeta africano Sennar Kareima, las nubes están compuestas de finísimas capas envolventes formadas de líquidos en los que predomina, con el lapislázuli y el nácar, el mercurio y las lágrimas de los amantes abandonados. Todos estos elementos protegen la debilidad de un núcleo de leche cristalizada, que no es más que el principio rudimentario de una perla artificial, o el lugar en el que reposan las almas de las doncellas muertas de desamor.

    El poeta sueco Bertil Varmland, autor de un ensayo sobre los elementos naturales, escrito a modo de breves sentencias, ha dicho: “Nada impide pensar que las palabras que los amantes liberan en el juego de las proximidades sean principal ingrediente en la formación de las nubes”.

    Rafael Pérez Estrada, Cosmología Esencial

  • Un día como cualquier otro

    Un día es tan bueno como cualquier otro para escribir en un diario abandonado.

    De pronto, te encuentras la libreta debajo de la cama, llena de polvo, con notas que de tan viejas ni parecen tuyas.

    O te da por desahogar la frustración cotidiana en la agenda, o en el reverso de unas fotocopias, o en la pared (con las uñas, para que se note la frustración, claro).

    O bien, te encuentras tu casi desierto blog.

    Y si el día es como hoy, que empieza mal, sigue mal y nada parece indicar que no vaya a terminar mal, todo está puesto para que empiece el drama, la cascada de bytes, de quejas, de imprecaciones.

    No es exactamente que mi día haya estado mal. Amanecí demasiado chípil por un desvelón y situaciones que no vienen al caso en estos momentos; me enfrenté a un tráfico espantoso y a la realidad de un mundo que ansía guerra.

    Vamos por partes: en estos momentos, me siento triste, sola y asustada. Va a haber guerra, eso es seguro. Y lo que me espanta no es eso, sino la indiferencia de la gente. Me tocó escuchar a una que dijo que los iraquíes están tan lejos que mejor debemos preocuparnos por los tratos que pueda hacer Fox por nuestros paisanos nortinmigrantes. Y no está sola, creo.

    Pero no es sólo eso, es más profundo, es… no sé qué es.