Autor: Raquel

  • Van a dar las siete…

    Tengo frío, tengo flojera. Ayer llovió todo el día, por la mañana era una llovizna invisible pero constante; por la tarde un aguacero descarado: como que la humedad se salió del clóset.

    Días así no queda sino encerrarse, tomarse un café y, por ejemplo, ver Gosford Park –eso es lo que Alberto y yo hicimos. Me gustó la película, además de que el clima fuera de la pantalla le añadía un toque multimedia. Y hoy… algo de trabajo pendiente, muchas cosas qué hacer (se casa mi tía en dos semanas; me toca hacer una crónica para su despedida; soy algo así como la cronista familiar).

    Me duele la cabeza. Quiero ponerme a escribir, pero al mismo tiempo no tengo ganas. Alberto está en Toluca y lo extraño.

    Van a dar las siete…

  • No tan abajo

    Voy de nuevo: un día en el que me siento no especialmente abajo, pero tampoco muy activa. Veo que Alberto lucha por desligarse de su blog, sin mucho éxito. No entiendo por qué la desligazón, le preguntaré al rato que lo vea.

    Rax

  • Maravilloso Rodari

    Acabo de leer un cuento –buenísimo– de Gianni Rodari. Uno de esos cuentos que, cuando lo terminas, te quedas pensando «¿Cómo no se me ocurrió a mí?»

    Maravilloso Rodari, una sorpresa en cada párrafo.

  • Años más tarde…

    Años más tarde… Tal parece que sólo escribo cuando el ánimo está a la baja. O no tengo disciplina. O ambas cosas. No importa, creo…

    Es viernes y tengo que ponerme a trabajar, pero tengo uno de esos ‘bloqueos creativos’ -fácilmente traducibles, en mi caso, como flojeras cósmicas

    Pero algo hay que hacer al respecto, supongo…

  • RIP Pérez Estrada

    Tal vez si sé: es que se me están muriendo los escritores favoritos.

    Mejor minuto de silencio y texto de uno de ellos –muerto hace mucho, pero yo, torpe y distraída, me enteré ayer–.

    SOBRE LAS NUBES.

    El poeta coreano Kim Sup dibujó en un rollo de seda fucsia un poema intraducible, cuyo sentido, sentimiento aproximado, quería decir: “Cuando el ave del arcoiris hiere con su pico la plata del corazón de una nube, la lluvia es sólo la lejana queja de un llanto irrepetible”.

    Para el poeta africano Sennar Kareima, las nubes están compuestas de finísimas capas envolventes formadas de líquidos en los que predomina, con el lapislázuli y el nácar, el mercurio y las lágrimas de los amantes abandonados. Todos estos elementos protegen la debilidad de un núcleo de leche cristalizada, que no es más que el principio rudimentario de una perla artificial, o el lugar en el que reposan las almas de las doncellas muertas de desamor.

    El poeta sueco Bertil Varmland, autor de un ensayo sobre los elementos naturales, escrito a modo de breves sentencias, ha dicho: “Nada impide pensar que las palabras que los amantes liberan en el juego de las proximidades sean principal ingrediente en la formación de las nubes”.

    Rafael Pérez Estrada, Cosmología Esencial