El clóset como la vida o la historia de mi skort

lo viejo sobre lo nuevo

Limpieza de clóset: para que pueda entrar la ropita nueva que sí me queda, hay que sacar la ropita menos nueva que ya no me va. Me dolió un montón tener que sacar mi skort (falda/short) de mezclilla porque era mi adoración, pero ya no podía usarlo porque corría el riesgo de que se me cayera en la calle. Así que, ahora que fui a Texas, a la misma tienda donde lo compré, me dije «si encuentro otro skort de mezclilla de mi talla, jubilo el viejito». sabía que era casi imposible encontrarlo porque cuando lo compré, en 2010, fui en verano, así que tenía en contra el paso del tiempo y la temporada adversa. Era, pues, un buen pretexto para no tirar mi querida shorlda (no, suena horrible, incluso más feo que «skort»). Como se pueden imaginar, la tienda estaba atiborrada de leggings (mallones, les decíamos antes) jeggings (pantalones embarradísimos), suéteres y chamarras, pero apenas había faldas. Luego de mucho buscar, encontré UN solo skort. Era talla 8, petit. El mío era talla 12, regular. «No me va a quedar», pensé, pero igual pasé al probador, porque no hay peor lucha y todo eso.

Sorpresa: me quedó perfecto.

Se veía rebién. Estaba cómodo pero no guango; corto, pero demasiado; perfecto, pues. Y sólo entonces le busqué la etiqueta para saber el precio. «Si cuesta más de 20 dólares no lo compro y mejor uso el viejito con cinturón», me dije, aún a sabiendas de que no uso cinturón y de que se vería como jareta de bolsa de basura. Le encuentro la etiqueta y

Sorpresa 2: la etiqueta dice que está rebajado a 49 centavos de dólar.

«Debe ser un error», me dije, y fui a la caja, sólo para encontrarme con que no era un error. El skort que me queda perfecto costó 49 centavos de dólar. Obviamente, lo compré y, obvia aunque dolorosamente, hoy puse el otro con la ropa que ya se va. Seguro encontrará una nueva dueña que lo quiera tanto como yo y a la que le quede mejor.

Entonces me quedé pensando que  la vida misma es como un clóset: tienes que sacar no sólo lo viejo y lo que no te gusta, sino también lo que te encanta pero ya cumplió su ciclo o lo que ya no va con la persona que hoy eres, porque si dejas tu vida atiborrada de cosas, sentimientos, gente, recuerdos que sólo ocupan espacio, perderás la oportunidad de sorprenderte con nuevas cosas, sentimientos y gente. ¿O cómo vas a generar nuevos recuerdos? Además, así tienes el chance de que lleguen cosas, sentimientos y gente que podría impactarte de una u otra forma: un skort de 49 centavos, una persona invaluable, un sentimiento inédito, qué sé yo.

Post data: Tengo otro skort, uno negro, que me fascina también. Me quedaba bien, luego me quedaba pegado, luego tuve que dejarlo de usar porque ya no me quedaba y hoy me queda de nuevo de maravilla. Ése no lo voy a sacar. Y tengo, también, mi uniforme de secundaria como si mañana me tocara ir a clase: falda, chaleco, blusa y suéter, todo en un mismo gancho. Es decir, así como hay cosas que se van, también hay que saber a qué cosas, sentimientos, gente y recuerdos hay que reservarles su espacio por más tiempo, o incluso permanente, sea en el clóset o en la vida.

 


Comentarios

2 respuestas a «El clóset como la vida o la historia de mi skort»

  1. Esta entrada está genial, quitando que lo tuyo con el Skort de 49 centavos fue el destino, la metáfora me encantó. Tenía que comentarte porque tienes los dedos llenos de razón, la vida es como el clóset. Supongo que por eso mi abuelita bruja nos decía que antes de cada año nuevo es obligatorio limpiar casa, clóset y cuarto para sacar todo lo que ya no nos va ni nos sirve. En fin, mucha sabiduría escrita de una forma entrañable :D (soy tu fans/stalker/groupie literaria jajaja)

  2. Avatar de pardero
    pardero

    Acuso recibo de también haber leido esto… pues fíjate que yo casi no tiro la ropa, sino que la uso hasta que se acaba… por ejemplo, me sigo poniendo una casaca que tengo desde que tenía como 20 años; ya no me cierra, claro está… hay algunas camisetas que es un tanto ilógicas ponérselas porque pasaron de moda tiempo ha, pero todavía aguantan. Bueno, esa es la filosofía de vestir que me enseñó mi amá…

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