PREGUNTA 02 DEL #RAXXIECHALLENGE

Hoy salió este tema: «Hablemos de dientes»

Al pensar en hablemos de dientes, se me ocurre escribir sobre mi propia dentadura y los problemas que me ha causado; de las pesadillas relacionadas con dientes que he tenido; las supersticiones relacionadas con dientes (¡con sueños de dientes!) que hay en mi familia o algún recuerdo de los días que usé brackets. Claro que también podría hablarse de dientes de elote, del ratón de los dientes, qué se yo. Así que respiro hondo y aquí les voy:

Tengo una dentadura muy mala. Crecí con los dientes súper chuecos y a partir de la adolescencia me daba terror ir al dentista, así que fue un asunto que dejé pasar, como si fuera a desaparecer solo por arte de magia. Cuando al fin tuve que enfrentarlo, no sólo estaba el asunto de los dientes chuecos, sino que algunos estaban flojillos y mis encías eran una barbaridad. Fui con una doctora que propuso un tratamiento como de vikingos: abrir la encía, limpiar la parte de los dientes que estaba oculta, cortar el sobrante de encía y coser. No me entusiasmaba nadita, pero me acordaba de cómo había sufrido mi mamá (le daba mucha pena que le faltaban piezas); así que, un año después del diagnóstico, decidí que sí, que iba a ir. Pero me daba penita ir con los dientes todos sucios, así que compré un groupon de limpieza de dientes en otro lado, para ir con la boca limpia (ya sé, es como limpiar tu casa el día antes de que vaya un profesional de la limpieza a hacer el aseo). Bueno, pues resultó que la doctora del groupon me dijo que mis dientes y mis encías tenían salvación. Me hizo radiografías, una limpieza muy cuidadosa (y muy larga, porque en vez de abrir la encía iba de poquito en poquito, conforme la encía se desinflamaba) y con los años hasta me convenció de hacerme una ortodoncia. Yo pensaba que esas cosas las hace uno por vanidad, y que mi autoestima era lo suficientemente saludable como para no necesitarlo; pero ahora que tengo los dientes derechitos (¡y completos!) y que no sufro el montón de cosas que sufría cuando era Rax EncíasSangrantes, debo decir que sí he cambiado mi opinión. Claro que sigo teniendo mala dentadura -requiere de unos cuidados que no les voy a contar acá, para no aburrirlos- pero de un tiempo a la fecha, creo que sonrío más.


Comentarios

7 respuestas a «PREGUNTA 02 DEL #RAXXIECHALLENGE»

  1. Mmmmhhhhhh… muy interesante, hace menos de una semana mordi un polvoron, y en el azucar venia una piedra… me tumbo parte del relleno de una muela, voy a tener que ir a que me saquen el relleno restante y que me pongan uno nuevo… Gracias a Dios, aunque rellenadas como la mitad, yo todavia tengo todos mis dientes y no he tenido ortodoncias… y mira que tengo 55 años, ya son algunos… eso si, mis dientes son amarillos y uno de los incisivos esta medio chueco…

  2. Avatar de Mayra Elizondo
    Mayra Elizondo

    El secreto que me confió mi madre antes de morir, resultaba demoledor para la estructura de toda mi familia. Pero en esa misma familia, yo había aprendido que la verdad era un valor que siempre debía prevalecer. Entendí que no debía abrir la boca anoche, soñando que perdía varios dientes.

  3. Cuando se repartía la sonrisa perfecta, seguro me formé en otra fila. Nunca tuve la dentadura perfecta. Los incisivos y colmillos crecieron hacia donde se les dio la gana. Así que desde que mudé de dentadura y hasta que entré a la universidad, nunca me sentí confiada al sonreír. Cosa curiosa porque siempre he tenido un humor simple; reír a carcajadas es liberador. Tuve en algún momento una evaluación por parte de un ortodoncista. Pero en ese momento, el tratamiento era muy costoso. Sin embargo, gracias a eso, descubrí que mis muelas del juicio ya estaban ahí, esperando el momento para emerger. Como paréntesis diré que sólo una de ellas ha intentado salir al mundo. Siguiendo con la historia, después de un tiempo, un dentista comenzó a tratarme y ayudó a corregir mis dientes superiores. Pero el precio fue remover uno de mis dientes, un premolar, para que los demás se ajustaran. Cuando ocurrió, se veía un ligero espacio que no fue completamente ocupado, y eso no me gustó. Ahora ya se no nota gracias al arreglo que se le hizo. La cosa es que durante el tratamiento, sentía que todos los dientes se me iban a caer. No quería comer cosas duras porque estaba segura que al menos un diente saldría volando. Lo peor fue (y es) cuando lo manifiestas en sueños. Eso de que ver y sentir cómo tus dientes caen en las manos es aterrador porque piensas “Y ahora, ¿Qué hago?”. Por fortuna, sólo ha quedado en sueños. Y también me siento más confiada al sonreír, y sobretodo, para salir en las fotos.
    Como dato curioso, ¿has visto esas imágenes donde se ve el cráneo y los dientes que están por salir? A decir verdad, la primera vez sentí escalofríos, es una imagen hasta aterradora. Si hubiera un hada de los dientes, creo ese sería su rostro.

  4. Apenas leí la palabra «dientes» los míos comenzaron a doler. Desde pequeña fui al dentista, obligada por mi mamá ya que era gratis por la salud pública. Aún recuerdo ese pasillo y el olor tan característico que sentía incluso antes de cruzar las puertas. Mi miedo a los dentistas se terminó cuando comencé a usar frenos y el ortodoncista ponía música mientras trabajaba. Aunque ya no siento miedo, me sigue dando nervios el ir, sentarme en esa silla, sentir ese olor y escuchar esos ruidos. Ay, mis dientes duelen.
    Y pues bueno ¿he soñado con dientes? Sí. ¿Qué será si no una pesadilla el soñar que se te caen los dientes?
    Y aunque tiene defectos, siempre me ha gustado mi sonrisa y mostrar mis dientes cuando me rio.

    ¡Ah! Olvidé contarte: una vez me dijeron vampiro.

  5. Yo usaré este Raxxie Challenge para ir afinando a Ángeles Guerrero, la protagonista de una novela que tengo en planes. Ella es la única detective privada en Tepic y se va a enfrentar a su peor enemigo: El Diablo. Pero todavía no, antes responderá la siguiente pregunta.

    Pregunta 2: «HABLEMOS DE DIENTES»
    Cada tres meses pido una consulta con mi dentista, Carmen, para evitar cualquier problema dental. Ella dice que ni me hace falta porque me cuido muy bien, pero prefiero prevenir. Un escalofrío recorre mi espalda cada vez que recuerdo la dentadura inexistente de mi abuela, y era tan joven ahora que lo pienso. No pasaría de los 50 años cuando dejé de verla. No podía comer casi nada. Cuando hablaba era difícil entender sus palabras, aunque no su odio. Yo quiero evitar eso a toda costa. Hasta me puse brackets cuando estaba estudiando la licenciatura. Casi todo mi sueldo se iba en eso y mis compañeros en la carrera me vacilaban mucho, pero no me importaba. Eso iba a prevenirme muchos problemas. Toda la carrera estuve con el aparato, pero ahora que sonrío sé que ha valido cada dolor que tuve.

  6. Los dientes…
    Mi experiencia ha sido dolorosa y frustrante.
    Agradezco tener dientes aún así.
    Nunca me han gustado mis dientes porque son pequeños, sobresalen más mis encías cuando sonrío, además son muy frágiles. Nunca supe porqué, ni el odontólogo, en ambos dientes incisivos superiores se me hicieron dos agujeritos, que no eran caries, estuve varios años con eso hasta que me pudieron recinas.
    Luego en una boda, en el momento de la «víbora de la mar», al calor de la euforia salí disparada de la fila y me pegué en uno de esos dientes con el respaldo de una silla de plástico, lo que me ocasionó perder un trozo de diente, un buen regaño y decepción de mi madre. Bueno pues me lo repararon….
    Cuando fui adolescente quería mi tratamiento de ortodoncia, pero debido a la debilidad de mis dientes, el dentista me sugirió que no era conveniente usar brackets. Así que me tuve que quedar con mis dientes chuecos…
    Lo más traumático de todo fue un día que amanecí con un dolor en la mejilla derecha que conforme fueron pasando los días se hizo insoportable, no podía dormir, estaba desesperada porque no podía identificar de dónde venía exactamente el dolor.
    Acudí al hospital, me dijeron que era una fibromialgia, me medicaron y éso que me dieron me hizo sentir muy mal. Me lo dejé de tomar.
    Al final acudí con el dentista y aunque me hacía pruebas de sensibilidad no parecía ser algún diente. Aún así decidió destapar una muela que ya otra dentista me había trabajado. Y en cuanto me destapó la muela sentí que se liberaba la presión y el dolor disminuyó… en efecto mi muela estaba muy mal, dos de los trea nervios que la componían estaban necrosados… el odontólogo no me pudo trabajar inmediatamente, primero me recetó amtibióticos por una semana. Creí que lo peor había pasado, pero no…
    Requería una endodoncia, y para no hacer el cuemto más largo, me hicieron la intervención sin anestesia. Me extirparon nervio por nervio, me inyectaron ennel que aúm estaba vivo, me caiterizaron ufff. Sí le sufrí.
    Años después esa misma muela se me fracturó, cepillandome los dientes se me han caído trozoa. Los dientes se me «pican» con mucha facilidad, casi todas mis muelas las tengo trabajadas.
    Para colmo me encanta mascar chicle, sobre todo porque me ayuda un poco a controlar la ansiedad. Lo tuve que dejar…
    Es muy frustrante porque siempre he tenido mucho cuidado en mi higiene dental pero mi dentadura es muy susceptible.
    Amo tener dientes pero me han dado «mucha lata».

  7. No me gusta ir al dentista, solo pensar que ahí estoy toda vulnerable con la boca abierta y me den un diagnóstico que lleve a que me pongan anestesia y a que me metan esos intimidantes instrumentos de extracción y limpieza me pone muy pero muy nerviosa. Mi dentadura ha sido fundamental para esa relación con los dentistas, desde adolescente mis dientes comenzaron a tener caries y a los 14 tuve un largo tratamiento de ortodoncia para enderezarlos. Mientras tanto veía resentida a mi hermano menor con sus dientes derechitos a los que casi nunca le encotraban mácula alguna.
    De toda esta relación con mi dentadura resalta la muela del jucio superior izquierda que me salió poco antes de cumplir los 17. La empecé a sentir con mi lengua y luego apretando los ojos, estaba saliendo chueca y con el paso del tiempo comenzó a dolerme. Había que buscar ayuda, mientras tanto me había acostumbrado a sentirla de distintas maneras con toda mi cara y por un tiempo, por las noches, me arrullaba tocándola con la punta de la lengua hasta dormirme. Pero empezó a doler mucho y toda compungida tuve que aguardar en el consultorio de una dentista chaparrita que ese tiempo atendía a la familia.
    Ella me explicó el procedimiento y me puso la anestesia, me dijo que me calmara…hasta ahí todo normal, osea, igual a todos los demás. Luego de nos minutos se subió a un banquito porque de verdad estaba muy bajita y literalmente comenzó a luchar contra mi muela que se negaba rotundamente a salir. Me tuvo que inyectar otras dos veces anestesia, literalmente la vi sudar mientras hacía palanca para sacarla, en un momento dado comenzó a gemir del esfuerzo mientras yo me aferreba con los dedos blancos a los brazos de la silla. No sé cuanto tiempo estuvimos así, pensé que me iba a desmayar cuando por fin la bendita muela salió sin romperse.
    Mi padre pasó por mi al consultorio, me prenguntó que como me había ido, yo traía media cara dormida y abotagada y solo balbuceé que si todo bien, en la bolsa del pantalón traía a la muela rebelde.
    Esa noche todavía me dormí con ella acariciándola con mis dedos.

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