— Doctor, ¿se acuerda de mí? Dejé de venir hace como seis años porque tenía la impresión de que usted, en vez de ayudarme, estaba viendo la forma de sacarme más y más dinero. Como cuando me mandó al taller de Constelaciones Familiares en Tlayacapan a precio de Cancún, o cuando me embarcó en la fitoterapia para adelgazar y mejorar la psique, todo a la vez.
–Ah, sí, Raquel… me acuerdo de ti. Pero ¿no me dijiste que te ibas porque habías conseguido una beca para estudiar esperanto en Finlandia?
–Este… ah, sí. Era eso. De la terapia que deserté por lo que dije hace rato era otra, no la de usted, je.
–¿Y qué tal el esperanto?
–Nomás cheque: hofolafa, ¿cófomofo estáfa?
–Guau. Te felicito. ¿Y por qué volviste, a todo esto?
–Es que sueño zombis, doctor.
–…
–…
–…
–Oiga, no se supone que sea usted lacaniano, doctor. Deme algo para ya no soñar zombies.
No. Ir a terapia no es opción.
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