Hotel sin salida

En nuestra gustada sección Arqueología de mi disco duro, un artículo que escribí hace un montón de tiempo para Cinemanía o para 24xsegundo. En aquellos momentos todo parecía indicar que me iba a dedicar a la buena vida de los junketts cinematográficos, pero se me atravesó el trabajo en Bellas Artes…  Lo mejor de ver Hotel sin salida (Vacancy) fue la entrevista con Luke Wilson, muy amable él (su RP nos dijo antes de empezar: «¡Pero nada de preguntarle sobre Owen!») y, por supuesto, el gusto de andar en L.A.  Ah, y pues obvio, ver la peli en una sala cómoda y con palomitas gratis.

En fin, va como lo encontré:

Hotel sin salida

Balazo: ¿Otra película de horror? Sí. Pero el secreto está en los detalles…

 

Cabeza: Las habitaciones del pánico

por RAQUEL CASTRO

 

Intro: Hotel sin salida (Vacancy) de Nimród Antal es una nueva fusión de dos géneros cinematográficos: la película de asesinos en serie y el drama psicológico. ¿Pero cómo se logra que los espectadores sientan simpatía por personajes que existen para ser muertos con lujo de violencia?

 

La escena es típica: un hombre maneja por una carretera solitaria. Es de noche. La radio no capta ninguna estación. El hombre no va solo, pero como si fuera: en el asiento del copiloto duerme una mujer, presumiblemente su esposa.

La mujer despierta y le reprocha que estén perdidos: efectivamente, es su esposa. Para mayor complicación, mientras pelean el automóvil se descompone y sólo quedan dos opciones: esperar en el automóvil a que alguien pase (y ese alguien podría ser un asaltante; o sencillamente, pasar mil años después) o caminar algunos kilómetros hasta el hotel desvencijado que dejaron atrás cuando el auto aún funcionaba…

Aunque el comienzo de la historia es rutinario y podemos predecir lo que ocurrirá (por ejemplo, que no es buena idea ir a ese hotel sospechosamente parecido al negocio de Norman Bates en Psicosis, de Alfred Hitchcock), Hotel sin salida es una película efectiva: consigue que el espectador se interese en la pareja mal avenida conformada por Luke Wilson y Kate Beckinsale y que, literalmente, se quede con ellos los 80 minutos que dura la historia. Además, lo consigue de una manera poco habitual en estos días: en vez de recurrir al abuso en los efectos especiales, al dispendio de litros y litros de sangre, o a las escenas de carnicería explícita, el filme de Nimród Antal recurre a la tensión dramática, al suspenso. No es casualidad que los primeros veinte minutos se dediquen a profundizar en la relación entre Amy (Beckinsale) y David Fox (Wilson): el joven director californiano apela a tender un puente afectivo entre sus personajes y el espectador, lo que consigue al mostrarnos sus miedos, deseos y problemas.

Sin embargo, no estamos ante un melodrama con un poco de susto: una vez establecida la empatía entre el público y los personajes, la historia se oscurece y retuerce, sin darnos tregua; y es que, lo que sucede en el Hotel sin salida es que alguien lo ha convertido en estudio de películas snuff… y que Amy y David han sido elegidos como los siguientes protagonistas de la serie. Por supuesto, al final no habrá un Óscar, sino un entierro clandestino. Al descubrirlo, la pareja tiene que salvar sus diferencias y trabajar en equipo: en caso contrario, como todos sabemos, “no vivirán para contarlo”.

 

Pregunta y respuesta

Una pregunta típica de los espectadores de una película de horror (sobre todo si es aburrida) es “¿por qué no los matan de una vez a todos?” Es natural: si la historia no ofrece nada más, bien puede ser que pasar demasiado tiempo mirando las muecas de malos actores y actrices, tan desechables como los papeles que interpretan, nos haga empezar a simpatizar con los asesinos.

Para evitar este cambio tan cínico de opinión, en Hotel sin salida el guionista Mark L. Smith encontró dos maneras de justificar el aplazamiento de la muerte y la calma que precede a cada violencia: por un lado, sus asesinos están rodando su propia película, por lo que mientras más consigan asustar a sus víctimas antes de matarlas, mejor quedará su producto; y por el otro, las víctimas no son personajes de cartón, y llegan a la pantalla para mucho más que ser sacrificados: más que la historia de una curiosa empresa fílmica, la película se centra en cómo la pareja busca reencontrarse antes de que sea demasiado tarde, en medio de amenazas constantes y aterradoras.

“Es una de las películas más agotadoras en las que he trabajado”, afirma Luke Wilson, “porque se trataba de estar cuarenta, cuarenta y cinco días de rodaje en la máxima tensión posible: los personajes están en peligro todo el tiempo y mantener la emoción fue muy difícil”. Kate Beckinsale, la actriz que se volvió famosa como estrella de acción gracias a la serie Inframundo (2003-2006), ha declarado lo mismo, y el hecho de que hasta ella haya tenido problemas para mantener la tensión en todas sus escenas sin agotarse puede decir algo acerca del ritmo, implacable, de la película. Sobre todo, ese ritmo es el que llevó al proyecto al director Antal, quien se volvió famoso como cineasta independiente por su primera película, Kontroll (2003), que obtuvo el Premio de la Juventud en el Festival de Cannes y fue rodada en condiciones muy semejantes a Hotel sin salida, que se filmó entera en el mismo estudio donde se filmó El mago de Oz. Al contrario de los blockbusters de ahora, hechos siempre para mostrar el lujo de sus efectos digitales en tomas enormes, esta película se concentra en espacios cerrados y en lo que sucede a los personajes que se encuentran en ellos. ¿Tendremos que verlo como una novedad en Hollywood?

De qué trata

Una pareja a punto de separarse descubre que una banda de asesinos planea usarlos como “actores” en una película snuff.

 

El ojo del eterno crítico

Considerando la calidad (la falta de ella) a la que nos tienen acostumbrados las películas “de susto” de ahora, Hotel sin salida es una obra sobresaliente. No cambiará la vida de nadie, pero habrá quien grite durante la proyección o se la pase mordiéndose las uñas.


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