Lo que mucha gente no entiende es que, para mí, ver «Gray’s anatomy» o «Dr. House» o incluso «Scrubs» es ver ciencia ficción: algo que podría ocurrir en un futuro lejano, pero que, probablemente, quede sólo en la imaginación.
Así que hacer un programa estilo House, pero ubicado en mi realidad (en el ISSSTE en el mejor de los casos) sería un ejercicio de minimalismo: tendríamos que quitar el equipo de especialistas, las super máquinas para resonancias magnéticas, las curitas, las gasas y el merthiolate, las camas de hospital… y sólo quedaría la amargura housiana, pero multiplicada por mil y visible en cada médico y enfermera que se diera la vuelta por el cuarto para ocho enfermos que me tocaría compartir.
Y, claro, sería aburridísimo de ver:
1. INT. CONSULTORIO ISSSTE. DÍA
El médico está sentado frente a su escritorio. Reprime un bostezo, lo que le genera una ira incontenible. Duda: ¿descargarla en forma de puñetazo sobre el escritorio? Por suerte, en ese momento entra un paciente, que se queda en la puerta, temblando.
DOCTOR:
¿Síntomas?
PACIENTE:
Buenos días, doctor.
El médico resopla, molesto ante la muestra de educación. El paciente, tímidamente, se sienta ante el escritorio.
DOCTOR:
¿Qué le duele?
PACIENTE:
De repente me tiembla la pierna, doctor. Se sacude, como si fuera un ataque…
DOCTOR:
¿Duele?
PACIENTE:
No… nada más se sacude.
DOCTOR:
¿A ver?
PACIENTE:
No, pues ahorita no me está dando… es de repente, así, de la nada.
El doctor vuelve a resoplar. Se levanta. Mira de cerca la pierna que, efectivamente, está quieta.
DOCTOR:
Su carnet.
El paciente le da el carnet. El médico escribe, con una letra horrible, algo en él.
DOCTOR:
Lleve su carnet a la ventanilla dos, para que le den consulta con el ortopedista.
PACIENTE:
Pero doctor…
DOCTOR:
Y dígale a la enfermera que me mande al que sigue.
El paciente sale, confundido.
2. INT. CLINICA. DÍA
El paciente está formado en la larga fila que lleva a la ventanilla 2.
3. INT. CLÍNICA. DÍA
El paciente al fin llega a la ventanilla. Lo atiende una empleada hostil y aburrida.
EMPLEADA:
Su carnet.
PACIENTE:
Buenos días, aquí está.
La empleada resopla. Abre el carnet, no encuentra nada. El paciente le ayuda a encontrar la hoja en la que viene el garabato del médico. La empleada no le entiende (¿sabrá leer, acaso?) y resopla de nuevo.
PACIENTE:
Djo el doctor que me mandaría a ortopedia…
La empleada lo mira, incrédula, por un instante. Vuelve a fruncir el ceño. Pone un sello sobre el carnet y escribe algo.
EMPLEADA:
Venga al consultorio cuatro el once de abril a las diez. Llegue temprano, al menos tres horas antes, o corre riesgo de perder su cita.
PACIENTE:
¡Pero faltan cuatro meses!
EMPLEADA:
Por eso, no pierda su cita, o tendrá que sacar otra y no le garantizo que sea para este mismo año. ¡El que sigue!
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Para este momento, el espectador ya se durmió, o vomitó, o cayó víctima de un ataque de pánico. Y ver lo que sigue (el temblor lo causaba un cancer maligno y muy veloz, así que el paciente muere antes de su cita con el ortopedista, quien, de todos modos, lo iba a mandar de vuelta con el internista porque la pierna por sí misma no tenía nada de malo) no tiene nada de espectacular: mejor vámonos a ver otro episodio de Dr. House quien, pensándolo bien, es mucho menos hosco que los médicos del ISSSTE.
Disolvencia a negros.
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