Categoría: Filosofía de a varo

  • De premios y becas

    De premios y becas

    Les cuento que pedí la beca del Sistema Nacional de Creadores (que es una institución importante acá en México)… y no me la dieron. No lo vengo a contar como queja, ni para buscar consuelo. Mucho menos para criticar a quienes la recibieron o a quienes las otorgaron (es muy feo eso de etiquetar como ilegítimo a un recurso cuando no nos toca y considerarlo prístino y correcto cuando sí somos los beneficiarios). Se los vengo a contar porque creo que es útil visibilizar también los rechazos, los tropiezos, los momentos en que las cosas no salen bonito. Porque en las redes solemos poner sólo los logros, y quien tiene una mala racha o va empezando se siente peor al pensar que es un fracaso en medio de bandita exitosa (pero ojo, es sólo una percepción torcida, generada por el funcionamiento de las redes y de nuestras emociones).

    Supongo que habrá gente que sí mete jonrón cada que batea, y qué chido por esa gente. Pero en mi caso, sí son más los intentos que los logros (premios que no gano, becas que no me dan, libros a dictamen que no son aceptados, etcétera), pero creo que el chiste está en seguir intentando, corrigiendo borradores, mejorando solicitudes, puliendo proyectos… Y reconociendo los méritos de quienes obtienen cada vez el logro en cuestión. Por ejemplo, de las becas del sistema de este año, obviamente no conozco a todos los beneficiarios, pero de los que conozco (por solo haberlos leído o por tener contacto más cercano), no hay uno que pudiera yo pensar «se la hubieran negado para dármela a mí». De ninguna manera.

    Y qué bueno que existan estos estímulos a la creación y que sean tan reñidos.

    PD. Y claro, se siente gachito y una se decepciona y hay días en que no dan ganas de volver a intentarlo, pero eso también es parte del proceso. A mí me funciona darme un rato para tristear, luego hacer cosas que me suban el ánimo y ya más adelante… volver a intentar.

  • Adioses difíciles en forma de MeGusta

    ¡Qué difícil es esto de escribir sobre personas que fueron importantes en tu vida y que aún lo son en el recuerdo! Personas que elegiste como familia y que pensaste que estarían siempre ahí, que nunca se apartarían de ti o tú de ellas. Y es difícil porque aquella certeza fue en realidad un espejismo; pero el dolor de la ausencia, de la pérdida, de la desilusión, es real. Vaya que lo es. Aunque sepas que no hay culpas (o bueno, que no hay tantas) sino responsabilidades compartidas.

    Y es que desde el principio cada quien tenía un camino único, y aunque pareciera que lo compartías con ellos, esa compañía ya estaba destinada a ser temporal. Claro que uno no lo nota, en parte porque para eso de la vida no hay una ruta de Waze preprogramada (¡y menos cuando todavía no sabes ni qué quieres hacer con tu vida!), y los amigos con los que sigues hasta el fin de los tiempos no tienen una señal que los distinga de los que sólo van a estar parte de la ruta…

    Además, cuando comienza el distanciamiento uno casi ni lo nota: de pronto es más difícil hacer coincidir las agendas (¿desde cuándo empezaste a poner a esa persona en la agenda? ¿no era antes como el sol, que está ahí diario sin necesidad de programarlo?) y luego, «de repente», te das cuenta de que hace mil años que no sabes nada de su vida (lo que pone en Instagram y Facebook no cuenta como «saber de su vida»; ¿o qué ya no te acuerdas cómo era lo de compartir de verdad el corazón?).

    Entonces surge la gran pregunta: ¿Quién traicionó a quién? O al menos espero que lleguemos a esa pregunta y no nos quedemos en ¿Por qué me abandonó?, que es una etapa previa pero todavía más egoísta. Y es que, con un poco de suerte, lo cierto es que nadie traicionó a nadie (aunque ya sé que hay cada caso…). O, si prefieres, fue la vida la que traicionó a todos los involucrados. O mejor todavía: fue nuestra ignorancia sobre cómo funciona la vida la que nos hace sentir que hay una traición donde lo único que hay es el paso normal del tiempo en una sociedad que nos enseña a ser el centro de nuestro mundo y esperar que sean los demás los que se adapten a nuestras circunstancias (me quedé sin aliento al decirlo de corridito).

    Pero mientras menos nos estacionemos en esa pregunta, mejor. Y en vez de esperar una disculpa, ya podríamos simplemente rescatar lo mejor de los recuerdos y pasar a lo que sigue. Espera, lo refraseo: ya podríamos admitir sin remordimientos que hace mucho que pasamos a lo que sigue y que está bien que ellos también lo hayan hecho. Que han llegado y seguirán llegando nuevas amistades y que muchas de ellas también se irán (y que nosotros también nos iremos) y que está bien que lo hayan hecho. Que aunque de pronto te encuentres a alguno de ellos o se escriban por inbox después de algún like a alguna foto antigua, es muy poco probable que ese «hay que vernos» se concrete en un encuentro, y que si éste se da (wonder of wonders, miracle of miracles!), el «ahora hay que hacerlo más seguido» es una forma muy cabrona de retar al universo o de querer agitar al diablito de los resentimientos. Buena suerte con eso.

    Claro que, como ya dije de pasadita, hay otras amistades, esas que llegaron para quedarse (aunque las veas sólo muy de vez en cuando). Pero esas son la excepción y no la regla. Así que en vez de resentir que la mayor parte de los amigos no son como este puñado de relaciones excepcionales (y que conste que lo excepcional es la relación, no la persona: no se trata de una virtud individual sino de una combinación afortunada, lo que Bob Ross llamaría un accidente feliz)… en vez de andar de resentidos, digo, disfrutemos el rato que podemos gozar de la gente que está ahora con nosotros. Y démosle un like de tanto en tanto a esos antiguos amigos, agradeciéndoles lo que, en su momento, nos hicieron sentir, y dejándolos seguir su camino en paz y sin reproches. En silencio, sugiero; porque mandar un mensaje de «hola, quiero avisarte que ya entendí que ya no somos amigos así que vengo nada más a despedirme», suena más bien a ganas de seguir en el enganche y pelear un poquito, digo yo. Y eso, ¿como para qué?

  • ¿A dónde se van las ideas…?

    ¿A dónde se van las ideas…?

    Y el próximo raxxiexchallenge. Y otras cositas

    Primero que nada, quiero agradecer a las personas que se dieron la vuelta por la encuesta del post anterior a este. Leí cada una de las entradas, lo juro ante notario, y ahora estoy tratando de implementar un modo de que tengamos tanto el chismógrafo como la historia medio-interactiva. Hubo también quienes votaron por posts más random, como los de antes en este mismo blog (que a mí también me gustan mucho, la verdad). Así que les confesaré que el principal obstáculo es [entra música de suspenso]…

    Mi cabeza loca.

    Oh, sí. Porque cuando estoy lejos de la compu se me ocurren mil cosas para poner en éste, su blog amigo; pero una vez que estoy acá, me distraigo o me hago bolas o algo pasa (por ejemplo, ahorita van dos veces que tengo que obligarme a seguir escribiendo en vez de abrir la cuenta de banca electrónica para pagar un par de deudas que acabo de recordar). Brinco de una cosa a otra, tratando de apagar fueguitos y fuegotes, y al final me quedo sin mucho qué decir aquí. O empiezo a escribir y se me ocurre que debería ilustrar con equis foto el post y me pongo a buscarla y…

    Bueno, a eso agréguenle los pendientes laborales, los de mis proyectitos de escritura, mis angustias y ansiedades y tendrán una idea aproximada de cómo es mi cabeza. Lo que no sé es por qué le da por girar con más ganas al remolino cuando abro wordpress, grr.

    [Por cierto, tengo una junta por zoom en cinco minutos. Regreso a terminar esta entrada de blog, lo prometo]

    Ya terminó la junta, todo bien, una vez más he salvado al universo (jajajaja). En fin. Lo que no había dicho por acá es que tomé un curso de administración del tiempo y que el caos del que les hablo ahorita es menor al que era antes del curso, así que realmente espero terminar de auto-meterme en cintura. Por eso es que decidí, para empezar, que tendremos el chismógrafo aquí una vez a la semana. Será como una versión light del raxxiechalenge de diciembre, pero va a cambiar un poquito en su funcionamiento (se me ocurrieron ideas para que sea más herramientoso de la escritura). Espero que les guste y que se animen a participar.

    Bueno, ¿y la historia interactiva? la incorporaré al hábito ya que vea que sí puedo con lo del chismógrafo. Para que los cambios sean de a poquito y no todos abrumadores.

    Posdata: hace cosa de dos años compré unos tecitos de jengibre con miel buenísimos, pero ayer vi que tengo un montonal de sobres todavía. Así que ése será mi otro raxxiechallenge del mes: voy a tomar tecito de jengibre con miel durante el día (al menos un par diario). Ahí les cuento si me sale otro brazo, se me cae el bigote o qué pasa (espero sí hacerlo todo el mes).

    A ver qué tal nos va :D

  • Fines del mundo

    ¿Por qué escribir en un blog casi abandonado? No sé. Hoy tengo un poco de nostalgia. Me asomé a buscar una entrada en específico, de cuando trabajaba en Canal Once y me tocó mi Segundo Fin del Mundo, pero no la encontré. En cambio, hallé otras posteriores a ese fin del mundo: de cuando empecé a hacer mi servicio social, por ejemplo; o de cuando empecé los trámites de titulación. Encontré lo que escribí cuando me publicaron mi primera novela y algunas muinas que pasé al trabajar en el INBA. En resumen, que después de los Fines del Mundo, la vida sigue de algún modo (hasta que llega el Fin del Mundo definitivo, que más bien es el Fin de Uno Mismo).

    Tengo que recordar eso: que por oscuro que pinte el panorama, esto* no se acaba hasta que se acaba.

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    *Esto: La vida, la esperanza, un blog, qué se yo.

  • Estrenando

    Estrenando

    beso en tu futuro collage

     

    Ayer fue la primera presentación de mi nueva novela, Un beso en tu futuro. El libro está recién salidito de la imprenta, apenas empieza a llegar a librerías y yo sigo en la fase wow, no me lo creo. Aunque, para serles bien sincera, estoy en esa fase desde 2012, cuando Ojos llenos de sombra ganó el Gran Angular, porque cada vez que empiezo a asimilar las cosas buenas que me ocurren, pasa una nueva que me hace volver a decir wow.

    Por ejemplo, la presentación de ayer, que fue en una escuela en el oriente de la ciudad.

    Salí con tiempo, acompañada por Alberto y nuestro amigo José Luis Zárate; pero nuestro GPS se volvió loco y, en vez de llevarnos a la escuela, nos dirigió a un panteón. La calle tenía el evocador nombre de Fuego fatuo y, por suerte, estaba a diez minutos de la escuela, así que no llegamos tan tarde (y tuvimos ocasión de inventar algunas historias que, pienso yo, deberían ser escritas). Lo malo es que llegamos derrapando, directo a la charla.

    Como cada vez que me toca participar en una presentación, conferencia o similar, estaba muy nerviosa. Hay un momento en el que siento una punzada en la panza y mi síndrome de la impostora me susurra al oído a ver qué babosadas sueltas esta vez; pero ya aprendí a no hacerle demasiado caso. Hablé de mi paradoja: escribo porque hablar me pone nerviosa, pero luego me invitan a hablar de lo que escribo. Hablé de mis novelas anteriores y las preocupaciones que me hacían retorcerme con cada una, y cómo, pese a eso, todas me han hecho sentir muy satisfecha. Hablé del chico que me gustaba cuando tenía doce años y cómo odiaba que, siendo mi mejor amigo, me contara de las niñas que le gustaban. Hablé de cómo esa anécdota fue la semilla de Un beso en tu futuro, y de cómo convierto en ficción esas semillitas de realidad. Es decir, hablé un montón.

    Y entonces siguió la parte chida: habló la muchachada. Desde la primera pregunta me cayeron rebién: ¿qué consejos nos das a los que queremos escribir? Buenísimo cuando, estando en secundaria, quieren escribir y están dispuestos a escuchar consejos. Yo no era así y perdí mucho tiempo, la verdad.

    Luego me preguntaron sobre la manera en que me ha cambiado el hecho de publicar lo que escribo (ájale: buen momento para hablar de la responsabilidad que estoy convencida que tenemos al comunicarnos con otros) y cómo combato yo el bloqueo. Al final, una chica me preguntó qué había pasado con aquel muchachillo que había sido mi mejor amigo y crush entre los doce y los quince años.

    Mi intención era contarle, muy casual y chacotera –así como soy, ja–, que finalmente él se había dado cuenta de mi simpatía y particular encanto y que, un par de meses después, se dio cuenta también de mi neurosis y obsesividad; pero me ganó la emoción y sólo pude responder: bueno, pues fue mi primer novio.

    No sé explicarles por qué, pero fue un momento muy especial y mejor ya no hice bromas ni añadí nada de lo que se me había ocurrido en el momento (por ejemplo, que a la fecha nos vemos poco pero nos queremos mucho y que no va uno a comparar tres años de crush y dos meses de novios con veinticinco años de amistad).

    Y bueno, luego de eso, la gran sorpresa: varios de los asistentes ¡compraron el libro! Esto no es poca cosa, banda: uno a la secundaria no lleva dinero como para tirar al cielo, así que separar del fondo de emergencia, o pedir prestado, o usar los ahorros… para comprar un libro es una chingonería, con perdón.

    Así las cosas. Por supuesto, salí feliz, feliz, feliz. O sea: ¿saben lo que vale que alguien aprecie tus consejos? Seguro que muchísimo más que el mejor de los consejos, ¿no? ¿Cuánto vale que te escuchen con atención, que dediquen un rato de su tiempo a lo que uno tiene que decir, que se rían de los chistes –algunos francamente malones– que uno pueda hacer?

    ¿Se dan cuenta de mi gran trampa? Me invitan a una escuela a dar una charla y la que recibe un montonal de cosas ¡soy yo!

    Y apenas es la primera presentación del libro. Ya les iré contando qué más pasa.

    beso en tu futuro 1

    Ah, y aprovechando: los invito a leer el libro. No es por nada, pero yo me divertí mucho escribiéndolo y otro tanto corrigiéndolo, así que no sé decirles si es o no bueno, pero les garantizo que le invertí todo el seso y el corazón y que no escatimé recursos en dejarlo lo más chulo posible (y otro tanto hicieron en la editorial, qué bárbaros).