Ayer llegué a casa de Alberto antes de que terminara su taller. Cuando vi a Edgar, me sorprendí muchísimo. En parte, porque lo vi un poco más viejo, como si hubiera cumplido años en la semana; pero sobre todo, porque parecía… ¡una col de Bruselas! ¡De veras! Casi puedo jurar que se convirtió en uno de esos vegetales, tan detallado el tamaño, el peso y hasta el número de hojas. Pero… soy deshonesta :(
No se lo dije, ni siquiera hice un comentario velado. Mientras platicábamos, yo pensaba: Estoy platicando con una col de Bruselas. Estoy platicando con una col de Bruselas. estoy… Y en cambio, le dije que se le veía bien el nuevo cuento (el del ornitorrinco Chayanne) y que el de La Ley hacía juego con el color de sus ojos.
Cuando llegué a casa y vi su blog, leí con horror que él sabía lo de la col -que es una vieja maldición familiar, o un vaticinio de su abuela, conocida en el mundo de los Óraculos como la reencarnación del de Delfos-; pero creía haberse librado de su colesco destino.
En otras palabras: él cree que no se convirtió en col; yo sé que sí; pero no me atreví a decírselo. En suma: soy deshonesta.
*Nota importantísima: es indispensable leer el blog de Edgar, del día 23 de mayo. Caso contrario, pensarán que la loca soy yo (y no: es él, claro) :P
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