Etiqueta: Recuerdos de antaño

  • Horóscopos bibliománticos del 3 de octubre de 2011

    Horóscopos bibliománticos del 3 de octubre de 2011

    Me encontré el libro La música de los vampiros en un botadero. La portada era horrible y el título también. Nunca había escuchado hablar de la autora. Pero estaba muy barato y era de vampiros. ¿Qué podía perder?

    Ya que comencé a leerlo me enteré de varias cosas: que la autora, Poppy Z. Brite, era una chica gótica, muy joven, de Nueva Orleans; que el título original era Lost souls y que había otra versión en español (que nunca he visto) titulada El alma del vampiro; que la historia era oscura, muy oscura. Me encantó.


    Es uno de esos libros de la adolescencia tardía que puedo releer una y otra vez; y que vale la pena leer en inglés al menos una vez (Poppy es una narradora con oficio, que sabe lo que quiere decir y cómo decirlo).


    Mi libro de botadero tiene ahora, en la primera página, la dedicatoria de la autora:

    To Rachel
    With love,
    Poppy Z. Brite

    Es uno de mis tesoros.

    Y de este tesoro (si se lo encuentran, léanlo, en serio no tiene desperdicio) salen los horóscopos bibliománticos de la primera semana de octubre de 2011:

    Aries: Bueno… eso cambia las cosas, ¿verdad? Eso hace que todo sea todavía mejor…

    Tauro: ¿Quieres perder el tiempo conmigo?

    Géminis: Ahora me toca a mí.

    Cáncer: No querrás que te dejen tirado, ¿verdad? ¡Venga, recuerda que te largas de aquí!

    Leo: ¿Por qué no pasamos la noche levantados tomando copas?

    Virgo: Lo hice como quería hacerlo.

    Libra: Nunca llegamos a ser amantes, aunque yo lo deseé con un anhelo desesperado.

    Escorpión: Ahí fuera hay algo.

    Sagitario: ¡Dímelo! ¡Dime quién soy!

    Capricornio: Basta. Basta todo el mundo. Nos vamos ahora mismo.

    Acuario: Desearía que no salieras esta noche.

    Piscis: Quítame las manos de encima.

  • Horóscopos bibliománticos para la semana del 10 al 17 de enero


    Esta semana elegí un libro muy importante para mí: Viento del pueblo, de Miguel Hernández. No sólo porque la obra en sí es excelente (trae, entre otros, el poema «Elegía», que no se deben perder -si un día me encuentran borracha, pídanme que se los recite, me sale muy bien), sino, además, porque este ejemplar del libro era una de las posesiones materiales favoritas de mi mamá. (Véase, por cierto, la firma materna en la siguiente imagen).

    Y bueno, que es un libro preciado y con muy buena vibra, como se puede apreciar en los horóscopos que nos regaló:

    Aries: Yo trato que de mí queden /una memoria de sol /y un sonido de valiente

    Tauro: ¡Tanto fuiste y ya no eres!

    Géminis: Entregad al trabajo, compañeros, las frentes.

    Cáncer: Desaparece la tristeza

    Leo: ¿De dónde saldrá el martillo /verdugo de esta cadena?

    Virgo: Fuego la enciende, fuego la alimenta.

    Libra: No se debe llorar, que no es la hora

    Escorpión: Cansado acaso, pero no vencido.

    Sagitario: ¿Se perderá? ¡mentira!

    Capricornio: Sangre que no se desborda, /juventud que no se atreve, / ni es sangre, ni es juventud

    Acuario: Quedarán en el tiempo vencedores

    Piscis: Aquí estoy para vivir /mientras el alma me suene

    Espero que les hayan gustado tanto como a mí. Y, sobre todo, que lean el libro, claro. ¡Feliz semana!

  • Retraso dental

    He visitado a quince dentistas desde mi última nota sobre dientes. Quince. Si fueran años, y no dentistas, habría yo tenido derecho a fiesta con vals y chambelanes. Pero no: me quedé sin baile, sin pastel y sin regalos… y ninguno de ellos quiso sacarme los dientes, cambiármelos por unos menos conflictivos.
    ¿Así cómo vamos a progresar? ¿dónde queda su hambre de conocimiento, su sed de descubrimiento, su afán de hacerse de una lanita extra?
    Y, sobre todo, ¿dónde quedo yo, con mi proyecto? Si lo único que les pedí fue que me pusieran anestesia general, me sacaran todos los dientes y me pusieran, en vez de ellos, unos cuchillos ginsu…
    Todos me miraron como si estuviera loca. Todos. ¡Cuánta incomprensión, cuánto prejuicio!
    Yo sólo quería quitarme de encima algunos dientes problemáticos y, aprovechando, un trauma de la infancia: es que yo fui… [acorde dramático] retrasada dental.
    Oh sí: mientras mis compañeritos tenían ya sus dientes de no-leche (dientes grandes, juertes) yo seguía con mis dientecitos de ñiñiñí: chiquitos, separados, blandengues.
    Mi mamá me llevó con varios especialistas: primero, con el oftalmólogo; luego, con el carnicero y, por último, con la modista (era un día en el que teníamos muchos pendientes). Al final de nuestra gira, le confesé mi preocupación con respecto a mis dientitos, y entonces sí, me llevó con un especialista en dientes: mi tío Jacinto.
    «Abre la boca, saca la lengua, mete la lengua, hazla a un lado, tu lengua me estorba, quítatela…». Luego de horas de estudio, mi tío nos dio la mala noticia:
    «la niña tiene un ligero retraso dental. No es grave, pero nunca será como los otros. no la cambies de escuela, pero dile a sus maestras que sean comprensivas».
    Y sí. Se me cayó el primer diente como a los siete, y las muelas del juicio me salieron hace tres minutos, todas a la vez.
    Y mi dentadura «adulta» no es de dientes derechitos y firmes: en vez de eso, tengo esta bola de dientes pandilleros, que ningún dentista se atreve a enfrentar. Chale.

  • Oda al Cerelac

    cerelac-cool

    Anoche fui a la farmacia y, en lo que venía el dependiente a decirme que no, que no tenía la medicina que yo necesitaba, me quedé mirando los empaques de cereales para bebés.

    No, mis queridas tías ansiosas de sobrinos-nietos: no me quedé viendo los cereales debido a un súbito deseo de darle papillas a Un Nuevo Ser (MR), sino porque se me antojó un buen plato de cerelac. Tal cual.
    ¡Pero no tenían de esa marca! Así que, más a fuerzas que por gusto, vencí la tentación (ya paladeaba mentalmente el cerelac tibio con platanito en rodajas), pero me quedé pensando en esos placeres simples de mi infancia que hoy no existen más.

    Volviendo justo al cerelac, mi hermano y yo lo comíamos con frecuencia. Yo, con la ligera sensación de estar haciendo algo incorrecto (porque pensaba que era para bebés y que una niña grande -¡de diez o doce años!- no debía seguir comiendo cosas para bebés.

    cerelac-luego

    Sin embargo, esa niña grande era la misma que tomó biberón hasta los seis años, así que no era tan difícil hacer a un lado la culpa y seguir devorando la papilla. Ojo: como saben los expertos, el cerelac se debe preparar con leche y no con agua, procurando que su consistencia sea casi la del engrudo (bueno, un poco menos, pero que no quede aguado) y que su temperatura esté por arribita de lo que consideramos tibio. El novamás, como ya quedó asentado, es cuando se le añade un plátano entero, en rodajas.

    Un día, después de haber ido a vivir una temporada en Maryland y haber subido ahí unos quince kilos, mi mamá decidió que no comeríamos más cerelac, a menos que quisiéramos ser, mi hermano y yo, Tweedle Dee y Tweedle Dum para el resto de nuestras existencias. Si fuera un poco más cursi, diría que ése es el momento preciso en que dejé de ser niña para convertirme en una esclava de la báscula y el espejo (pero, siendo sinceros, sería de lo más falso, como pueden atestiguar mis ochenta kilos de gozo gourmet).

    Lo cierto es que dejamos el cerelac y muchos años después quise comerlo de nuevo, pero ya no supo igual. Quizá algo cambió en mis papilas gustativas… o será que en los recuerdos siempre sabe todo más rico -o más gacho, según el tipo de recuerdo-; pero esa latita de cerelac que compré siendo ya adolescente se fue a la basura sin usarse más de una vez.

    Hoy veo que la lata de cerelac con la que yo viví las mejores tardes de gula dice claramente que es «para lactantes, niños y adultos» y que tiene el dibujo de una ñora onda sex and the city, delgada y sexy, bebiendo su cerealito. Significa, por supuesto, que saliendo del trabajo IRÉ A BUSCAR MI CERELAC, y que si me preguntan, diré que estoy tratando de volverme -por supuesto- delgada y sexy a base de cereal, leche y plátano.

    (Por cierto: ayer comí un taco de lengua y me supo TAN bien como me sabían cuando era niña. Y en este momento se me antoja un sandwich como los que preparaba mi mamá: jamón, queso, crema y frijolitos. yummy. O un buen plato de ropavieja como la que hacía mi abuela, con hartos chícharos. Ya me voy a comer algo).

  • La Feria del Libro

    libro
    -Duérmete ya, mañana nos levantamos temprano.
    -¡Pero si es sábado!
    -Pues sí, pero te vamos a llevar a la feria del libro. Y hay que llegar antes de que se llene de gente.

    Me quedé con cara de guau, supongo. Me fui de inmediato a la cama, emocionada. Iba a ir por primera vez en la vida a la feria del libro.

    -¿A dónden vamoshir, manita? (Mi hermano hablaba raro, pero es que era muy chiquito)
    -A la feria del libro. (Yo le contesté en tono aburrido, como de quien ha ido a mil ferias del libro, como quien viene de vuelta de todo, como de escritor ligeramente postadolescente mexicano onda revistaseriadeliteratura que reseña con mala onda porque nada lo sorprende -dice- pero no duraría ni diez minutos en -no digamos un campo de concentración- una tocada del Haragán y Compañía).

    (Y es que es obligación de toda hermana mayor hacerse la sabihonda).

    (Pero de haber sabido entonces lo antipáticos que son estos snobs víctimas del spleen habría evitado portarme así. O tal vez no).

    -¿Y quiay en una feria delibo? (insistió mi hermanito)
    -¡Qué ignorante eres! (evadí la pregunta)
    -Diiiiiimeeeeeee
    -Bueno, pues… ¿te acuerdas del año pasado, que fuimos a Disneylandia?
    -¡Tiiiiiii! (chillido entusiasta)
    -Pues es así, pero todo con libros.

    Me gustó mi propia idea, así que seguí hablando: la montaña rusa, altísima, con carritos en forma de libros abiertos y escenas de los cuentos favoritos; carruseles y todo tipo de juegos mecánicos con quijotes y principitos y alicias maravillosas (pero en versión Tenniel, no Disney); en vez de miquimáuses gigantes, barones de munchausen y princesas ranas.

    -¿ Y pincipitos?
    -Sí, ya te dije que Principitos, y pilotos franceses que se llaman como tú (mi mamá nos había contado ya el «Vuelo nocturno»).
    -Tamién hay Buck Rogers, ¿vedá? (era el libro favorito de mi hermano, de esos pop-up de Editorial Norma).
    Tuve que transigir: era justo que tambièn estuvieran sus personajes favoritos. Así que incluí a Buck Rogers y al gato de «Esa es mi piel, ¿quién soy?» (mi hermano todavía no era el gran lector que es hoy, je). Y así, imaginando rides más emocionantes que Los piratas del Caribe nos quedamos dormidos.

    La parte que sigue tendría que ser triste: fuimos a la Feria del Libro y no era, para nada, como la que habíamos proyectado mi hermano y yo. Ni un juego y, en cambio, muchísima gente. Pero nos tocó escuchar a un cuentacuentos y nos compraron algunos libritos de SM, así que no todo estuvo perdido.

    Lo mejor de todo ocurrió muuucho tiempo después, como seis meses: fue un día que, saliendo del kinder, me preguntó mi hermanito:
    -¿Te acuedas de cuando fuimos a Fediadelibo, que nos subimos al badco como de pidatas cadibe pedo de libos? ¿y de que volamos nel avion del pincipito?

    Le dije que sí. Porque era verdad: me acordaba perfectamente.