1. Cada noche, a la hora de irme a dormir, dejo las pantuflas a un lado de la cama. Creo que es lo más lógico, ¿no? No tiene caso dejarlas en otra habitación, ni dejármelas puestas para dormir. Así que, en un acto rutinario y más bien automático,
a) me siento en la cama
b) dejo caer al suelo las dos pantuflas
c) me acuesto
2. En la mañana, cuando quiero ponerme las pantuflas, efectúo un ritual que se ha vuelto también rutinario y automático, pero que implica cierto grado de molestia.
a) me pongo la pantufla que sí está, justo donde la dejé.
b) busco con la mirada la otra: no está a la vista.
c) le doy vuelta a la cama, como si la pantufla pudiera haber quedado del otro lado por error. No la encuentro.
d) regreso al sitio donde la dejé y, entre maldiciones, me pongo de rodillas para buscarla bajo la cama.
e) la encuentro tan al centro que tengo que estirar el brazo para poder sacarla.
f) me la pongo
3. ¿Qué clase de hechizo hace que una de mis pantuflas migre de este modo?
4. Anoche intenté descubrirlo. Puse las pantuflas en su sitio, como siempre, y me acosté. Sólo que en lugar de reposar la cabeza en la almohada y cerrar los ojos, asomé la cabeza por el borde de la cama (colgando, mirando el mundo de revés) y me puse en actitud vigía.
5. Desperté con tortícolis. Y la pantufla estaba debajo de la cama, equidistante a las dos orillas.
6. Sí, en algún momento me quedé dormida con la cabeza colgando. Estoy mareada, con dolor de cuello y el misterio continúa….
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