El fantasma que camina de espaldas

I.
Tendría yo unos quince años. Estaba muy metida en cierta organización que hoy prefiero ni mencionar ni recordar; pero viene al caso decir que nos reuníamos cerca del metro Juárez (no, no era una asociación delictuosa: en esos tiempos yo era más buena que el pan de zacatlán). Dio la casualidad de que se organizó una noche mexicana (ni tan casualidad, se hacía año con año, en septiembre) y mi papá -gran sorpresa- nos dio permiso de quedarnos hasta el final a mi hermano y a mí.

No sé a qué hora salimos del lugar ése (no, no sueñen: ni alcohol ni nada: éramos chicos muy chicos -y muy sanos), pero contra mi absurda previsión (inocente que es una) no encontramos ni un sólo taxi. Ni el micro que normalmente nos habría dejado en la puerta de la casa.

¿Qué hacer? opción uno, quedarse como el niño Samuel a pernoctar donde estábamos (hint, hint). Opción dos, caminar: a fin de cuentas, no estábamos tan lejos (de metro Juárez a adelantito de la Arena Coliseo; la verdad es que no es tantisisísimo). Decidimos caminar.

La verdad, los dos estábamos un poco espantados, más que por andar de noche en la calle, por la hora a la que finalmente llegaríamos (nos habían dejado quedarnos «hasta el final», pero intuíamos que era más tarde de lo que la fam habría imaginado); pero emprendimos la graciosa con buen ánimo. Platicábamos. Y tomamos la ruta turística: Juárez, Madero, Isabel, Donceles, Brasil, Perú.

Sí: caminábamos más aprisa que un turista. Era el miedillo. y más aprisa cuando nos dimos cuenta de que el jolgorio ya había terminado en todos lados: las calles estaban vacías. De esa forma de estar vacías que da más miedo la soledad que un par de gañanes aquí o allá. Pero no quedaba otra, y seguimos caminando, a paso vivo.

De pronto, casi llegando a una iglesia (¿sería sobre Isabel? ¿sería sobre Brasil?) vimos que, en sentido contrario -pero en la misma acera- venía una persona. Caminaba despacio, tranquila. Nos dio cierta alegría.

-Mira, no somos los únicos-dijo uno de nosotros. No sé si dijimos exactamente eso, o algo parecido.
Nos daba la impresión de que era una persona anciana. Nos dio más gusto, más seguridad: quería decir que no estaba tan canijo el andar en las calles del centro a esa hora.

Pero cuando estuvimos más cerca, pudimos ver que la persona en cuestión caminaba de espaldas. Sí, caminaba en nuestra dirección, pero venía completamente de espaldas a nosotros. No sé explicar exactamente por qué, pero sentí pavor. tomé al hermanuco de la mano y corrimos, cruzando la acera, y luego sin parar, o casi, hasta llegar a nuestro portón.

Más tarde, ya en casa, a salvo, comentamos el hecho: Fabien había sentido, me dijo, el mismo terror. Y ambos coincidimos en que era algo raro, pero no como para dar miedo… pero nos dio. Es extraño como algo tan simple puede dar tanto miedo: pensando fríamente, podía tratarse de una beatilla, de esas que piensan que es falta de respeto darle la espalda a una iglesia; o un borrachillo, jugando a quién sabe qué. total, que nos dio pavor, y aunque casi olvidamos todos los detalles, la sensación sigue siendo fácil de evocar. Brr.

II.
Acabo de leer «El traje del muerto», novela de Joe Hill (gracias por el préstamo, querido Bef). Tiene buenos momentos, una pésima traducción, pero algunas imágenes estremecedoras. Pero lo que realmente me hizo temblar fue que, de pasada, un personaje habla del «fantasma que camina de espaldas a la gente», como si fuera una cosa muy sabida, un fantasma conocido. De inmediato me acordé de aquella experiencia de mi hermano y yo…
¿Lo peor? Ahora que busco el pasaje en el libro, para ponerlo aquí, textual, parece que ha desaparecido. ¿Soñé que lo leía? ¿Fue un pasaje fantasma? ¿O lo desapareció, por algún motivo que ignoro, el fantasma que camina de espaldas a la gente?
Tengo miedo.


Comentarios

5 respuestas a «El fantasma que camina de espaldas»

  1. Tal vez era una persona con capacidades diferentes (muy diferentes) que nació con dos «espaldas» es decir, sin lado de frente.

    O tal vez, por algún extraño fenómeno cuántico intervención divina, el tiempo estaba corriendo en sentido contrario para que llegaran más temprano, y la persona había caminado de frente en instantes previos.

    Otra posibilidad es que fuera un importante y ocupado ejecutivo tratando de volver a capturar la idea que se le ocurrió al pasar frente a la iglesia y que había olvidado instantáneamente.

    A mí también se me pierden pasajes de libros :(

  2. Avatar de Cazador de Tatuajes
    Cazador de Tatuajes

    ¿Eras niña scout? O_O

  3. Avatar de 7mo Sentido
    7mo Sentido

    que meyo rax!!!!! :S

  4. Dan:
    Cuando me hablaron del mostro de dos espaldas, se referían a algo completamente distinto, jejeje. Pero las teorías son interesantes :P
    ¿Qué haremos, en todo caso, con los pasajes de los libros?

  5. 7mo:
    Sí, estuvo un poquitín de susto (creo que hicimos dos minutos de ahí a la casa, en vez de los diez reglamentarios, ja)

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