Que no, que no y que no: que nadie se va a convertir en rinoceronte, que no voy a estar IN como Madonna, que la vida es menos interesante de lo que me gustaría -dicen los que saben.
Pero como YO NO SÉ, me niego a conformarme al bostezo (en estos días, el bostezo con tos). Adempas, ¿a poco no es más emocionante pensar que, cuando me inyectan, lo que están inoculando es un ejército de humanitos pequeñitititos que se llaman Antibióticos y que están dispuestos a luchar hasta la muerte contra… bueno, supongo que contra el ejército de los Bióticos.
Es tan hermoso imaginar la escena, en el pequeñititito campamento: una fogata pequeñitititita, rodeada por bravos soldados, los caballos, también pequeñititititos, pastando cerca; una brevísima música de armónica pequeñititita flotando alrededor…
-Hola, señor Antibiótico Pérez, ¿cómo se siente tras la cabalgata? No lo vi en retaguardia.
-Me siento bien, gracias, señor Antibiótico Gómez. Estuve cabalgando al frente, cerca del Capitan Antibiótico Carranza.
-¿Y qué cuenta el capitán? ¿Listo para la batalla?
-Oh, listo, listo. Muy confiado porque en cualquier momento llegarán los refuerzos.
-¡Qué bien! Ojalá acabemos con todos esos… Bióticos.
Claro, las inyecciones duelen hasta la pared de enfrente, pero es obvio: si en vez de caballos los Antibióticos usaran, no sé, gatos o cisnes (que tienen un andar más delicado) ¿cuándo llegarían al campo de batalla?
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