Cuento de ciencia ficción: el medicánico (una cruza entre cirujano y talachero) se queja de que cualquiera se pone a hacer transplantes y que ya nadie respeta a la ciencia que, en su día, fue la profesión mejor pagada y más valorada (suponemos que se refiere a la abuelita de la medicánica: la medicina). No tiene tiempo de repelar mucho más, porque el implante que estaba haciendo (algo sencillo, de rutina: tan sólo pasar la conciencia de una persona a un león africano ‘para unas vacaciones anti-estrés’) ha sido un éxito y tiene que pasar a la siguiente mesa, a la siguiente operación (quizá, dado el mundo en el que vive, un cambio de ojos para ver mejor en Venus; o una extensión de los dedos de los pies para que el usuario ‘sienta que vuela’). El autor es John Varley. El libro, La persistencia de la visión. El tema central de los cuentos, la eterna obsesión del ser humano por modificar todo lo que le rodea, incluyendo su propio cuerpo.
Cuento de ciencia ficción 2: el profesor universitario (enseña, por supuesto, cibernética) se implanta un chip que le permite abrir y cerrar puertas, prender y apagar luces, transmitir pensamientos y sentimientos a otra persona con chip a través de Internet. La otra persona es su esposa. Lo primero que le transmite, vía web, es un dolor lacerante. Ella lo siente también: el experimento es un éxito. El objetivo futuro es desarrollar la telepatía con ayuda de la red de computadoras y descubrir si lo que yo llamo dolor es lo mismo que tú llamas dolor. El autor es Kevin Warwick. No hay libro ni película y, de hecho, esto pertenece, más que a las noticias, a la historia: sucedió en 1998.
(Lo empecé a escribir pero se me acabó el combustible. La idea era hablar de los avances de la ciberingeniería). (Ni modo). (Será otro año de éstos).
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