Hombres y mentiras I

Hoy en la mañana me acordé de Germán. No sé por qué. Ni siquiera me acordé de su apellido, y eso que yo era buenaza para eso. (¿Avalos Rodríguez, tal vez?). En fin. Me acordé, para ser precisa, de mi primer diario, a eso de los 8 años, cuando escribí con mis letras de patas de araña que Germán se me declaró. Era cierto. Y yo le dije que no. También era cierto. Pero adelante -horror- dice que «Germán me ha seguido molestando» y eso, lamento decirlo, es mentira. No sé a quién quería engañar, supongo que a mí misma, porque el diario era entonces una cosa de lo más íntimo.

Y es que a mí me gustaba Germán. Era el Dawson Leary de mi salón: el que corría más rápido, el más popular. Y tenía, por supuesto, una noviecita, rubia y mamona como salida de una película de adolescentes gringos. La típica que organiza la ley del hielo en tu contra. La que me tiró encima un frutsi de uva (maldita). Se llamaba Jessica.

Y por alguna razón se pelearon Jessica y Germán (y bueno, eran unos pequeñines). Entonces, Germán me pidió que fuera su novia. Yo no lo podía creer. Pero en ese entonces me gustaban los niños en un plan más… abstracto, digamos. Así que me negué. Luego, una tarde, sonó el teléfono. Contestó mi mamá y un chamaquillo le pidió con Raquel. «Ella habla», dijo, y preguntó que quién era al otro lado de la línea. «Germán Castro», dijo la voz, y unas risitas de niñas se escucharon al fondo. «Dile a tus amiguitas que se vayan a reír de su abuela», dijo mi mamá y me contó la anécdota. Yo no supe si fue Jessica intentando meterme en problemas o Germán o un número equivocado. Pero a veces me imaginaba que le había dicho que sí a Germán y que me cargaba la mochila y corríamos juntos en el recreo. Y entonces escribí en mi diario aquello de «Germán me ha seguido molestando», que en mi mentecita retorcidita de enonces significaría algo como «Germán me ha insistido». Ja.
No sé por qué me da tanta pena, y mucho menos por qué lo estoy poniendo aquí.
Pero creo que fue la primera vez que mentí con respecto a mi interés en alguien del sexo opuesto.

Bueno, no: fue la segunda. La primera fue linda y cruel, en primero de primaria. Pero es otra historia.


Comentarios

Una respuesta a «Hombres y mentiras I»

  1. Creo que este post obliga a replicarlo. ¿Qué haces con las cartas de amor vergonzantes? Ni siquiera es «Germán me está molestando». Es «Ricardo tiene muchas faltas de ortografía y una letra horrible»… ¿será que me paso de mala? Besitos.

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