1. Primero llegan los piojos. Se da uno cuenta porque la cabeza pica aún si no se trae un gorro de lana. Uno tiene la opción de usar ddt, o un shampoo especial, o matar piojo por piojo (liendre por liendre); pero… ¡son tan pequeños, tan indefensos! ¡Se ven tan tiernos con su ropita de colorcitos y sus bufanditas! (Ok, no es que se vean, pero así se los imagina uno).
2. Surgen los primeros campamentos. Se percata uno porque, de pronto, la cabeza se llena de tiendas de campaña. Es un poco un exceso, pero ¿no es cierto que el cuero cabelludo es de quien lo trabaja? Y la verdad es que los piojitos, así vestiditos de mineros, con sus picos y palas y cubetas y linternas, se esfuerzan muchísimo. Dale, que vivan en paz.
3. Fundan los primeros pueblos, con cantina, burdel e iglesia. Es preocupante, pero meterse con un piojo sheriff no suena a buena idea. Además, siguen ocupándose de una zona de la cabeza que jamás empleamos: la de afuera (no es que la de adentro sea muy utilizada, pero…)
4. Pasan mil cosas más, que uno ni siquiera nota por andar pensando en otras cosas. Nos acordamos de los piojos cuando, cierta noche, las luces de sus ciudades y el ruido de sus aeropuertos no nos dejan dormir. Una sola palabra viene a nuestras cabezas (en la parte de adentro): infestación.
5. Decide uno que es tiempo de actuar porque los piojos han entrado por las orejas y comenzado a urbanizar la parte de adentro de la cabeza. Pero es demasiado tarde: ya han interrumpido las sinapsis para aprovechar esa energía eléctrica en otras cosas. Al final, nos dejan con un 25% de funcionamiento cerebral, suficiente para las actividades fundamentales. Decide uno coexistir en paz con los nuevos amos de nuestros pensamientos.
6. Lo malo es que las diferencias sociales entre piojos comienzan a ser tremebundas. Entonces, los mineros-piojos, obreros-piojos, electricistas-piojos, campesionos-piojos y demás oprimidos, hacen una huelga. Apagan el switch de las sinapsis. Uno se queda con cara de estúpido y la reserva eléctrica sólo alcanza para escribir una nota breve en blogspot y chatear el resto del día.
Claro, los demás no ven la civilización pioja que se colapsa en la jungla de cabellos. Y uno prefiere decir que tiene flojera, a admitir que un problema de higiene se le fue de las manos.
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