Categoría: Varia invención

Todo lo que no cae en otras categorías. O bien: pura loquera.

  • Requerimientos de Hacienda

    Ayer llegó. Ni siquiera es un sobre: apenas es una hojita doblada, con los bordes pegados entre sí, listos para ser cortados. Adentro, letras chiquititas, alusioes a no sé qué artículos de no sé qué ley, y, al final, -horror de horrores- la petición de que vaya y pague, aunque no dice qué hay que pagar o dónde me puedo enterar.

    Maldita sea.

    ¿No podrían mandar una carta más amena, con dibujitos, claridad y un FAQ?

    ¿Me irán a meter a la cárcel? ¿De veras debo dinero? Yo creía que no…

    Ahora sí urge encontrar al contador. Tengo 15 días hábiles a partir de ayer. Bujú.

  • La última tentación de Raxxie

    Más de 20 años asistí puntualmente a la iglesia en Semana Santa. Más de 20 años de sermones de 3 horas sobre ‘Las 7 palabras’ (en viernes), de jueves santo de comunión, de servicio a las seis de la mañana el domingo de resurrección.

    Es decir: ya me sé bien la historia, y como el gore sólo me gusta cuando trae zombies, no voy a ver ‘La pasión de Cristo’, porque aunque el protagonista vuelve de entre los muertos, no lo hace como zombie. Demasiada sangre para un filme ‘serio’.

    Además, se muere la gente en el cine. Y se siente culpable y llora. Y sale y se flagela. (¿Se han dado cuenta, por cierto, que vayas a ver la peli que vayas a ver, los empleados del cine te dicen ‘bienvenido, sala tal, que se divierta’? Como si fuera una diversión ver eso.)

    En fin. No iré.

    En cambio, fui ayer con Alberto a ver ‘La última tentación de Cristo’. Menos sangre, claro. Y trata de ver el bisne desde otro punto. Me gustó, sips.

    Pero me dejó con una duda. ¿No hay más historias en la biblia? ¿Por qué siempre hacer películas de eso -y bueno, la que hubo sobre Moisés?

    Podría hacerse una cinta tipo ‘Vengador Anónimo’ basada en la violación y muerte de la Concubina (ver Libro de los Jueces) o un chick flick basado en la historia de Ruth.

    Podrían hacer un melodrama amodovariano con base en Esther, o un super peliculón del fin del mundo apoyado en Apocalipsis 13 y nada más.

    Ya se están tardando con la biografía de Pablo; no han hecho una serie de cortos animados de las parábolas de Jesús.

    Uno de mis libros favoritos es Jueces. Tiene muchas historias de aventuras. Algunas protagonizadas por mujeres. ¿Por qué nomás películas sobre Jesús?

  • Nota de antes de empezar semana

    Después de ochocientos años de silencio, Sandrágoras se sacude la modorra y vuelve a su blog. Valdría la pena ir por allá a darle abrazos o jalones de orejas, eso al gusto del lector. Ah… y exigirle que no vuelva a ausentarse de ese modo…

    Ahora sí:

    Primer día después del fin

    Ayer no se acabó el mundo, pero soñé que sí. Fue un sueño raro: iba en automóvil, camino a mi casa desde algún punto ignoto (o no me acuerdo), cuando enormes discos de color anaranjado (eran similares a elipses, pero eran como burbujas de plasma, pero eran sólidos y metálicos) comenzaron a flotar en el cielo, a poca distancia de los autos.

    No eran naves espaciales, ni rayos gama, ni pedazos de universo. Pero eran muy tristes de ver, al menos para mí: a otras personas les causaba miedo.

    La gente gritaba, dejaba los autos vacíos, corría en todas direcciones. Mientras, las esferas elipsóidicas (en mi sueño, sabía que se llamaban así) flotaban sin prisa, como si gozaran el panorama. Todos sabíamos que era señal del fin del mundo. Yo sabía que tenía menos de media hora para llegar a casa, comer (je) y despedirme de los míos. Cuando me daba cuenta de que faltaba más de media hora para eso, considerando el tráfico, me daba más tristeza, pero de todos modos pisaba el acelerador hasta no poder más.

    Desperté, y las esferas elipsóidicas flotaban en el cielo, perezosas, como asomándose a mi ventana. Pero sólo yo las vi, y esta vez no me dio tristeza, ni miedo, ni nada: demasiada prisa para desayunar y alistarme para el trabajo.

  • buen día, mala noche

    Desayunamos Erika, Luis Felipe y yo. Platicamos. Nos divertimos. Llegó Alberto un poco más tarde. Luis Felipe se despidió y nos fuimos, gorrones que somos, a comer a casa de Erika. Seguimos la platicada. Muy cool. Nos despedimos de Erika, a Alberto le tocaba presentar un libro en Casa lamm. Ahí se empezó a torcer el asunto: tráfico, lluvia… y la presentación, terrible. Mal organizada, exagerada en algunas cosas harto ñoñas, me la pasé con cara de ‘qué pedo’ y no pude ni decirlo porque pobre Alberto estaba en el banquillo de los exponentes.

    Para compensar el mal rato, nos fuimos a La Bella Italia. Resultado: mil tazas de café en un sólo día y un remate de frsas con crema y mucha azúcar.

    Por supuesto, tuve pesadillas. En la primera, estaba otra vez en la Liga de Jóvenes de la iglesia a la que asistuve, y tenía que dirigir el servicio religioso. Pero yo no quería y, además, nadie me hacía ni tantito caso. Y no teníamos predicador. Guácala.

    La segunda estuvo mil veces mejor: se estaba acabando el mundo, la gente explotaba de repente o desaparecía, edificios se caían, misiles acababan con blancos (y negros) específicos. Alberto y yo estábamos lejos de casa. Lo único que podíamos hacer era caminar, esperando que no nos tocara el turno de ¡puf! calcinarnos. Estábamos cansados y hambrientos. Llegábamos a un Vip’s que tenía gente adentro -el primer lugar público con gente adentro que nos encontrábamos.

    Yo le decía a Alberto que eso era lo bueno de vip’s: pasara lo que pasara, estaba ahí (cosa que en la vida real no creo ni tantito). Entrábamos. Yo, distraída, pedía una mesa. La ‘capitana’ de meseros me miraba raro, y entonces me daba cuenta de que estaba llorando, de que el resto de la gente ahí estaba llorando, que las mesas estaban arrinconadas y en un rincón había tres montoncitos de ceniza, que vagamente asemejaban siluetas humanas. Así que tres personas habían muerto ahí, calcinadas, y el resto eran sus deudos. Un velorio improvisado.

    Apenada, me salía con todo y Alberto. Y meta a caminar, buscando un refugio, un café caliente, una cama.

    Nada. Y el cielo gris, ni claro ni oscuro, amenazando con caernos encima…

    Moraleja: comer menos, tomar menos café, bajarle al azúcar. Y leer menos cuentos de Edgar, jeje. No me cabe duda de que fue en cierta forma autor intelectual de mi sueño.

  • Nada

    Desperté con la cabeza vacía. Es horrible. Especialmente, porque amaneció vacía por dentro pero también por fuera. Es muy raro de ver. No sé explicarlo, sólo que no hay ojos, ni boca, ni cabello, ni nada. Ni siquiera piel o hueso. Nada. Si me miran de frente, y posan sus ojitos en donde deberían estar los míos, verán una infinitud de color incierto (no es un color, pero sus mentes lo procesarán así, porque no están listas para enfrentarse al vacío absoluto).

    Es muy raro ver esa nada tan pequeña y a la vez tan infinita (infinita por ser nada, pequeña porque ocupa sólo el espacio correspondiente a la superficie de mi cabeza).

    Lo peor del caso es que no puedo pensar en algo qué escribir (nada adentro) ni puedo ver el teclado (nada afuera), así que me pregunto, retóricamente, claro está, quién está escribiendo esto. ¿Nadie?