Categoría: Varia invención

Todo lo que no cae en otras categorías. O bien: pura loquera.

  • falso contacto

    hoy la tos no me dejó pensar. y eso que ya casi estoy bien :(

  • No, porque es pecado

    No, no: los domingos no escribo, no leo, no pienso, no como, no respiro…

  • Intermedio

    (Es fin de semana)
    Tralalá turiruri shubidubi tralalá….
    (El lunes le seguimos)

  • Mientras tanto, en una agencia de publicidad…

    El gran empresario frunció el ceño mientras leía la orden judicial. Del otro lado del escritorio, su abogado temblaba perceptiblemente: era obvio que a su patrón no le hacía gracia que hubiera una orden de trepanar a todos sus publicistas, y menos gracia le hacía que no hubiera triquiñuela capaz de evitarlo.
    El abogado comenzó a actualizar su CV mentalmente, seguro de que mejor sería comenzar a buscar otro trabajo.
    Y entonces, el gran empresario, el zar de la publicidad, rompió el silencio, preguntando si dicha orden ya había sido obedecida en las otras agencias y, de ser así, cuál había sido el impacto económico.
    El abogado suspiró: tal vez todavía tenía salvación. Informó a su patrón que sí, que las demás agencias ya habían obedecido la orden, y que el daño económico había sido inferior al ocurrido cuando la huelga de creativos del año antepasado.
    El zar de la publicidad sonrió y comenzó a analizar las ventajas de trepanar a sus empleados. Le dijo al abogado que tomara providencias para empezar con las operaciones al día siguiente y, cuando estuvo solo, llamó a su hermano gemelo más maligno, el que trabajaba (casual y providencialmente) en los laboratorios nacionales de investigación neuronal. Luego de saludarlo cariñosamente y preguntarle por la familia, el gran empresario le pidió a su hermano que investigara la forma de aprovechar la trepanación para crear accesos directos a regiones cerebrales de sus empleados e impedir así el cansancio, el frío, el hambre…
    Su hermano gemelo más maligno aplaudió la idea, y prometió llamar de vuelta con un plan en menos de media hora.

  • En la tintorería

    -Oiga, el cerebro que traje a lavar el otro día se encogió.
    -Noooo, no puede ser. ¿Está segura?
    -Mírelo. Parece llaverito.
    -¿Segura que fue aquí? Porque nosotros hacemos un trabajo muy cuidadoso y rara vez nos pasan cosas así…
    -¡Claro que fue aquí! ¡Es la única tintorería a la que traigo el cerebro de mi patrona!
    -¿Y qué cuando vino por él no se dio cuenta de que estaba un poquito más chico?
    -No lo revisé. (En tono melodramático) Confié en ustedes. (Al tope del chantaje) ¡Y ahora me van a correr por su culpa!
    -Oiga, no exagere… si no está tan chiquito.
    -¿No?
    (Los dos miran con atención la albondiguita que es ahora el cerebro)
    -Bueno, ¿por qué no nos avisó que podía encoger?
    -¡Porque yo no lo sabía!
    (Los dos se miran a los ojos. Una chispa surge. Un ángel pasa. Una rosa florece)
    -Puedo tratar de agrandarlo…
    – (Ilusionada) ¿De verdad? Sería tan… ¡lo máximo!
    -Déjemelo y venga mañana a esta hora… o mejor no: dígame en qué café puedo verla a eso de las siete con su cerebro arreglado.
    (Miradas intensas)