Estaba haciendo un guión y de pronto me siento con la concentración perdida. Es decir, estoy diluida (lo contrario de concentrada, no?). Me quedé pensando en una plática que tuve con Alberto, acerca de cómo se siente relegado por algunos que fueron sus grandes cuates. Yo me siento más o menos igual, y estuve tentada a aventarme un mensaje laaaaargo y amarrrrgo acerca de lo que pasa cuando uno presenta a su Mejor Amigo A con su Mejor Amigo B, esperando que se vuelvan Los Felices A, B y C… sólo para que A y B se hagan Mejores Amigos y dejen a quien los presentó a un ladito, o en un cajón, o colgado de la lámpara, o lo olvidan en el micro, o qué se yo.
*Suspiro* Pero no tiene caso. Es mejor pensar que A y B estaban destinados a ser amigos y que por nuestra buena acción, por prestarnos a ser la herramienta del Destino que los uniera, cuando muramos iremos al cielo de los Buenos Amigos, mientras que ellos dos se van a sentir terriblemente culpables y se darán de topes y diran ‘ah, cómo es que hicimos a un lado a C, quien nos presentó y nos enseñó tantas cosas de la vida… y ahora está MUERTO y no podremos volver a escuchar sus chistes, buaaaaa’.
Y ojalá descubra B que antes de ser amigos A lo odiaba y decía que no soportaba ni sus feromonas; y A se entere de que B le pedaleó una bicicleta en una fiesta; y que A y B se dejen de hablar y se sientan terriblemente solos cada vez que vayan a ponernos flores en nuestra tumba.
(chale. qué malviaje) :D
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