Sábado por la mañana. Dormí hasta las diez (ya me hacía falta) y soñé que viajaba en un crucero, pero que éste chocaba con algo (un iceberg, un platillo volador sumergido, un banco de coral… no lo sé) y comenzaba a comprimirse como si fuera un acordeón. Yo estaba en la cubierta más cercana al fondo del mar (y más lejos de la superficie) en una orilla del barco, por lo que sólo podía ver como a la puerta se le sumaba otra puerta y otra y otra (como en las caricaturas) y lo mío era un abridero de puertas encimadas (con la intención de llegar al hall, que no tenía puertas, y subir a cubierta y no morir apachurrada o ahogada). Finalmente, no sé qué ocurrió. Tal vez apareció Di Caprio y del horror tengo bloqueada la parte final del sueño. Guácala. Por su las dudas, me voy a hacer una lavativa cerebral (¡cómo…! nunca se han hecho una lavativa cerebral??? Mi doctor recomienda hacer una al menos cada tres semanas… al rato les explico cómo).
Y bueno, es sábado. Por la mañana. Habrá que resolver algunos pendientillos y por la tarde, obligarme a salir para ver el aire fresco y sentir el sol entrar por mis pulmones y todo eso.
Ah… perdí la inspirancia. Luego que haya un ratillo libre, le sigo (seguro es que todavía traigo jaboncito en el cerebelo, es lo malo de no enjuagarse bien luego de la lavativa cerebrosa).
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