No tengo sueño, y son casi las dos de la mañana. Alberto duerme: tuvo un día pesado y me estuvo ayudando en un proyecto hasta hace un rato. Es que cuando los proyectos dejan de ser juegos y se vuelven ‘cosas serias’ me descontrolo un poco. Me hace falta eso, que me guíen, que no me dejen volverme loca y saltar de un tema a otro.
No tengo sueño… qué raro. Tal vez alguien con insomnio me está robando mis ganas de dormir. Seguramente me pusieron un chip que absorbe los bostezos y ¡ZUUUUUP! se los manda vía satélite al Malo de esta Historia, un millonario que tiene todo, menos sueño.
Va a llevarse una gran sorpresa cuando sus médicos le inyecten el líquido ambar-azuloso en que convirtieron mis sueño-bostezos transmitidos vía satélite por el chip: porque seguramente le dará sueño, sí… pero soñará mis historias!!!! MUAHAHAHAHA
Y entonces sí, verá lo que es bueno: pollitos de colores bailando tap; vacas azules con ojos en los cuernos, como caracoles; cuentos de Luis María Pescetti recitados por Marcos Mundstock…
En fin, morirá loco o aburrido, según como mire mis sueños.
Mejor hablemos de Pescetti.
Es buenísimo. En estos días he leído, de él, unos cuatro libros (y dos mails, pero cortitos. en todo caso, es muy chido establecer esos puentes). Mucha imaginación, mucho humor. De esas cosas que nos hacen tanta falta en este mundillo. Es curiso, especialmente, que al leer su libro Natacha me acordé de cómo era yo cuando niña. Y hasta pensé que no ha de ser tan malo, después de todo, el asunto de la crianza y todo eso. Seguro que esa parte es culpa del chip que me roba los sueños!
Son las dos y cuarto. Alberto sigue durmiendo (le voy a poner un chip). Me gusta verlo dormir (también me gusta verlo despierto). Me gustaría verlo dormir más seguido, o -para variar- que él me viera dormir de vez en cuando (oh. sí: le voy a poner el chip).
Voy a tratar de dormir yo también.
Ah, una más, del día: me corté el cabello, pero no me atreví a raparme.
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