…GATO.

Estábamos en la calle de Gante. Admirábamos (es sarcasmo) la capa de pintura rosa que le echaron a la iglesia metodista que está ahí, cuando algo llamó nuestra atención: en la acera de enfrente, en la cornisa de un edificio, estaba un gato.

íbamos tres fans de los maullidos (Alberto, Libia y yo) por lo que fue lógico que corriéramos a hacerle mimos y carantoñas al bicho.

–Miau– le dijo Libia, que al parecer es experta en hablar el idioma de los félidos.

–Miau– respondió el gato. Es un gato educado.

Lo miramos un poco más de cerca. No me van a creer, pero si no hubiera sabido que Primo se quedó en casa y que es incapaz de tomar el metro para ir al centro, diría que era él. (Bueno, eso y el hecho de que este otro tenía como tres veces el tamaño de mini-Primo).

–Miau– volvió a decir Libia. Creo que su vocabulario gatuno es limitado, o que no tenía mucho de qué hablar con el gato. No la critico, es normal. ¿De qué se puede hablar con un gato?

–Miau– dijo de nuevo el gato, pero en un tono reflexivo, casi nostálgico.

Me dio la impresión de que quería hablar con Alberto para mandarle saludos a Primo. Así se los dije (a Libia y a Alberto: al gato no tiene caso decirle cosas que ya sabe). Así que Alberto tomó el lugar de Libia.

–Miauuu– dijo el gato, nomás verlo.

–Hola, Gato. ¿Eres pariente de Primo? Él está muy bien, come croquetas y toma leche, es muy latoso y lo queremos mucho –dijo Alberto en español.

–¿Miau? –dijo el gato. Y nada era de él. (No pude evitarlo. Lo siento.)

Yo entendí que el Gato preguntaba si Primo estaba comportándose como corresponde a un gato decente (ya saben: afilarse las uñas en los sillones, descuartizar ratones y dejarlos a los pies de la cama, hacer fiestas multitudinarias con gente que nunca habíamos visto, etc).

–Se porta muy bien. Ya hasta lo vamos a mandar a la escuela para que aprenda a leer y escribir. Y luego, a la Sogem. Porque a mi taller de cuento, ya asiste, y le veo un futuro promisorio.

Ya saben como es Alberto. Empieza a hablar, y no para. Creo que exageró un poco con eso de la escuela y la Sogem, pero si él lo dice…

El gato tardó un poco en contestar: yo imagino que le costó trabajo desentrañar todo lo dicho por Alberto. Su respuesta, críptica y misteriosa, fue: –Miau.

Así, con punto final. Nos depedimos y se fue, muy educado.

Ahora habrá que darle el recado a Primo Terryóns Pegasombra.


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