Desperté por el diluvio que caía en mi tierra. Me volví a dormir y entresoñé que escribía aquí acerca de un cuento que no he terminado. No era el de Exigentina, q.e.p.d.t. (que en paz descansa temporalmente). Pero se me ocurrían, en el entresueño, ideas muy buenas para resolver la historia. Qué ingenuidad, claro: al despertar del todo, la historia se había ido, y no dejó ni una notita de despedida. Así de ingratas son.
Ni modo. De todos modos, habrá que terminar primero con la pobre E., darle forma a su historia, todo eso, y me parece que tardaré doscientos millones de años. Y hay otra historia, que Alberto acaba de revisar, y dice que le gustó, y que de todos modos va a pasar a la fase de correcciones. Así que no es como si no tuviera nada que hacer. Creo.
Ah, porque además está la chamba, cruel, larga, continua.
Hoy me dieron la foto que nos tomaron el día del premio Azteca de Oro. Al ratoide la escaneo. Hmm…
Tengo alguna enfermedad, en cuanto me pongo a la compu, se me olvidan las ideas de lo que iba a escribir. Recontra.
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