Categoría: Triste

  • Maru

    Maru

    Hace varias semanas que murió María Eugenia Tamés, Maru, que fue mi jefa cuando trabajé en el Canal Once en el programa Diálogos en Confianza. También fue mi maestra y mi amiga. Todo el tiempo que nos conocimos seguí aprendiendo de ella.

    He estado demorando el escribir largo y tendido sobre Maru. No he podido hacerlo. No podré hacerlo hoy. Creí que ya hoy tendría palabras para despedirme de ella, pero no, siguen agolpadas acá adentro.

    Ya fue su velorio, ya fue su funeral; ya hace una semana que algunas de sus amistades más cercanas fuimos a la que fue su casa, invitadas por Sandra, su hija. Gracias a su generosidad pude despedirme del estudio de Maru, donde tantos proyectos trabajamos juntas, de donde siempre sacaba alguna película imposible de conseguir.

    «Te la presto», me decía. «Me la devuelves, ¿eh? Vela, es una chingonería.» Y sí: era siempre una chingonería y siempre se las devolví.

    De hecho, el sábado que fui llevé de vuelta las últimas tres películas que Maru me prestó, para que compartan lo que el destino le depare a esa colección exquisita, formada a lo largo de décadas de pasión por el cine.

    Ay, Maru, ¿qué vamos a hacer sin ti?

    Una parte de la colección de películas de Maru.
  • Por cierto

    Hoy amanecí sin sueño. Mala señal: cuando amanezco despierta es que

    1. dormí muy bien

    2. ando con los nervios al borde del colapso.

    Y no dormí muy bien.

    Ayer fue un día raro: hubo un momento en que de plano esperaba las risas grabadas y la musiquita de fondo, me sentía parte de un sitcom. Uno cruel.

    Va la historia (en corto) así:

    Me llama mi jefa a su oficina para felicitarme porque ganamos un premio nacional de periodismo (guión de mi autoría, qué honor, qué orgullo, espero que haya lana, blablabla). Me da la invitación para la premiación (próximo martes, 9 de la morninga, antiguo colegio de Medicina). Somos lo máximo, pues.

    Voy a comer.

    Regreso, y me salen con que mi jefaza me anda buscando. Pensé que la gente de la oficina estaba outdated, que no sabían que ya había hablado con ella y nos habíamos masajeado el ego mutuamente (todo te lo debemos a ti; no, cómo crees, sin tu trabajo esto no habría sido posible; etc).

    Pero no: una noticia nueva, contradictoria con la anterior, pero sin cancelar la anterior: quizá estén leyendo a una futura desempleada que irá a una premiación por su buen trabajo el martes.

    Claro, la culpa no es de los seres humanos, sino de las corporaciones. Tal vez la Pingüirena Diabólica se ha apoderado de mi sacrosanta empresa laboral.

    En todo caso… ¿no es absurdo?

    PD. Por cierto, ayer entrevisté a Luis Pescetti. I sucked big time, y no hablo de un momento erótico: estuve de la verrrrrrrrrrga (de nuevo, no es un momento erótico): toda nerviosa, sin saber bien qué hacer o qué decir (de nuevo: no es un momento erótico). Veamos si se puede sacar algo de mis balbuceos clichesosos (cliche-sosos). Por lo menos el señor habló bien, y supongo que eso es lo que cuenta.

    (Entra cortinilla institucional, Rax mira a la cámara y ríe afablemente. Corte a negros y entran créditos)

  • Antes de irme a tristear por otro lado

    Olvidaba decir que, entre las muchas alegrías de ayer, me encontré offline con Rasabadú. Platicamos un ratillo acerca de pingüinos y ornitorrincos y lo regañé por bloggear poco (je). Cuando me conecté, vide que había puesto un cuento bien locotote y… ¡nos lo dedicó a D. y a mí! Se siente retebonito :D

    También es chido ver en el chatterbox a Gio y al Pingüino Místico (que no es D.: es otro pingüino, uno muy muy cool). Se les extrañaba.

    En fin. Por hoy que sea todo, antes de que caiga dormida sobre el teclado (y amanezca con cara de waffle) o me acabe de dar la chipilonguez. Tamañana.

  • Triste porque sí

    • Puede ser que grandes dosis de alegría me agoten emocionalmente
    • Puede ser que las hormonas me estén jugando chueco
    • Puede ser que algunos cuentos leídos hoy me hayan calado el ánimo
    • Puede ser que la dominguez natural del domingo me haya partido la madre
    • Puede ser que todas las opciones anteriores (y algunas otras) se hayan unido en mi contra.El caso es que me siento triste. Justo después de varios días lindos y uno –de plano– de desbordante alegración. ¿Necesito vacaciones?