Autor: Raquel

  • Nota dos: solidaridad con un amigo

    Y me entero -un poco tarde, pero es que ayer fue un día tremendillo- de que Luisfey tuvo un mal día ayer. Desde acá todo nuestro cariño y apoyo…

  • Despierta, mi bien despierta

    Van a dar las siete. Estoy despierta (más o menos) desde las seis, pero no he podido comenzar a trabajar (me pesan los ojos, me arden las orejas, me tiemblan los dientes, me lloran las uñas).

    (Exageré un poco en el paréntesis anterior: sólo tengo un poco de sueño).

    (Minimicé mi caso en el paréntesis anterior: tengo más que un poco de sueño porque ayer fue día pesado y hoy se deja venir similar).

    (Fui bastante exacta en el paréntesis anterior, por lo que puedo ya prescindir de los paréntesis).

    (A menos que tenga que usar de nuevo los paréntesis, claro: no es cosa de erradicarlos porque sí).

    (A fin de cuentas, ellos no tienen la culpa de nada).

    En fin. Van a dar las siete (faltarán ocho minutos cuando lea usted el *beep*) y no me siento lista para empezar con el trabajo pendiente *BEEP*. Así que me estoy tomando un coctelito de productos de dudosa procedencia (omnilife tm), que desde mi lejana adolescencia ha obrado milagros en mi estado de alerta (se trata de una madre que se llama magnus, que se supone que es energizante; de una que se llama optimus, que se supone que levanta al cerebro; y de una que se llama fiber’n’plus, que es pura fibra, pero disfraza el sabor de los químicos con un sabor a químico menos desagradable).

    Dicen que no causan adicción, ni efectos secundarios (aunque contienen fenilalanina). Yo no sé. Lo que sí sé es que funciona la madrola. Y a las siete estaré suficientemente despierta como para hacer el guión nuestro de cada día (no, queridos, las pociones éstas no se inyectan ni se inhalan: se diluyen en agua).

    (Por otra parte, me lavé la cara y me despejé la nariz -estaba tapada- para ver si entre el agua y el oxígeno mis neuronas se avivan un poquito más)

    (Que tengan un buen día)

  • Mensaje post-pascual

    ¡Miren nomás que cosa tan chula nos obsequia Felipe (cortesía de Luisa, por cierto)! (El musical del Conejo de Pascua -nomás que sin latigazos).

    Vean la postal (no se la pueden perder) aquí.

  • Domingo, 9.30 de la mañana…

    Van tres días al hilo que visito Coyoacán. No me estoy quejando. Es sólo que me parece curioso. ¿Será que tenemos poca imaginación, o que realmente es un lugar estratégico?

    Y bueno, la primera visita (jueves) fue para ver a Mergruen, Luisfey y Julio (mejor conocido como ‘Nuestro hombre en Suecia’). Yo iba con Alberto, claro. Ya otros han reseñado la comida y la platicada de ese día, así que tiene caso redundar. Sólo añadiré que fue una tarde de colección. Deleitable y muy harto entretenida. (Y llevé cámara pero, torpe de mí, no tomé fotos… hm).

    Viernes: visita relámpago de Aroche. Me trajo de vuelta un par de discos que le presté antes de que a nuestros amigos les diera la crisis de los treinta (a mí no me ha dado porque voy rozando los 28, y a él, porque… porque… ay, yo qué sé. Tal vez sí le está dando y por eso no postea nada en su blog). Fuimos al Bizarro. Platicamos. Me contó de su viaje a las Europas (9 meses!) y por fin me enteré de la experiencia asustosa que tuvo en casa de su tío, que medio narró por entregas en su blog (y que abandonó en la parte más emocionante). Lo llevé al metro: tenía que volver a Puebla el mismo día (qué detalle, vino sólo a saludarme),

    Y ayer, sábado, la reunión coyoacanense fue con mi amigo Guillermo (el único de los reunidos en Coyo en estos tres días, que no tiene blog. Curioso). Anduvimos de librerías, compré un par de pelis, comimos, de nuevo, en el bizarro.

    Todo muy bonito.

    Pero hoy es el último día de vacaciones. Yo necesito otras dos semanas para ver cuates, y luego otras dos para descansar. Sniff.

    Ya será en las de Navidad (suspiro)

  • El pobre conejo

    Esto de Semana Santa vuelve loca a la gente. Lo juro. Ahora resulta que en una iglesia de Pennsylvania, un grupo de actores presentó una obra que se llama ‘No existe el Conejo de Pascua’. El show consistía en ‘mostrar los sufrimientos de Jesucristo’. ¿Y qué mejor manera, que latiguear al Conejito de Pascua, y romperle los huevos? (No, no era un grupo de teatro de judiciales: me refiero a los huevos de chocolate que el conejo lleva en una canasta para regalar a los niños).

    Total, que la gente salió del espectáculo ofendidísima. Los niños, en shock total, luego de ver cómo le daban en la madre al dulce y tierno conejito. El pastor de la iglesia dice que son unos exagerados, que no era para tanto, y que no tuvo nada de ofensivo (yo me atrevo a pensar que fue kinky, pero eso no me ofende), ni siquiera porque entre los personajes había un borracho y un mujer auto-mutilándose (quiero pensar que eso era actuación y no un performance gore).

    En fin. Que la gente se puso como loca porque, además de todo, los huevos que rompieron los estos muchachos eran los que la congrregación iba a usar el próximo domingo en la famosa ‘cacería de huevos’ (beh).

    En mi casa, lo que había era ‘cacería de levadura’. (¡Mi abuela era más criptojudía…!) Pero, por supuesto, nunca se nos ocurrió darle de latigazos a los panecitos que mi abue guardaba con llave en su closet (No era coda: era sobreviviente de la revolución).