Moví un poco los mensajes, para que quede abajo el chorote con el cuento de Pescetti. Por cierto, ¿alguien lo leyó? ¿les gustó? Lo puse en un grupo de yahoo y nadie dijo nada, así que empiezo a pensar que mis gustos son extraños y nomás a mí me latió el cuentito…
Autor: Raquel
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Nuevo link
Tenemos un nuevo link en los links (que crecen como familias de conejos, qué bonito). Es el blog de Erika Mergruen, que va empezando en esto de la blogueada, pero que seguro va a tener hartas cosas lindas: su grupo en yahoo es muestra de ello (es uno de esos grupos de rancio abolengo y mucho tiempo de aire. Además, su temática es mega.)
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Pescetti
De Luis María Pescetti
Los derechos son del señor Pescetti, así que no me metan en problemas haciendo cosas indebidas con su cuento. El cuento viene de un libro muy muy muy bonito, Historias de los señores Moc y Poc. Disfruten. Los dejo con Pescetti, yo me voy a la cama (ya le puse a Alberto el chip, muahahaha).
El chiste – ¿Me permite que le cuente un chiste?
– Sí, claro.
– Verá, se lo diré tal como me lo refirieron, aunque no me quedó claro por qué se rió la persona en un momento dado.
– De acuerdo.
– Esta persona me contó que venía alguien…
– ¿Alguien que él hubiera visto?
– No, al parecer es una historia inventada.
– Entiendo.
– Sí, bien, venía una persona por una gran avenida, conduciendo en sentido opuesto…
– Un peligro…
– Fue lo que yo dije, pero él me comentó que me esperara hasta el final…
– Curioso…
– Bien, este conductor imprudente enciende la radio de su automóvil y oye que un locutor, sumamente exaltado…
– …alterado.
– Exacto, alerta sobre que, precisamente en esa avenida, venía un coche en contramano, entonces el conductor exclama uno no son miles y ahí la persona que me contó el chiste se rió mucho hasta que vio que yo lo miraba con sorpresa…
– Ajá…
– A lo cual comenzó a alegar que yo no había entendido el chiste…
– Una tontería, por supuesto…
– Es lo que yo sostuve, que el relato era muy simple y fácil de comprender…
– ¿Y él qué le dijo, entonces?
– Que lo que yo no había entendido era la gracia.
– ¿La gracia?
– Sí, la parte graciosa del chiste.
– ¿Cual era?
– Supongo que esa en la que él se rió.
– ¿Podría repetirla?
– Cómo no… uno no, son miles… que ahí es dónde se rió.
– Ajá…
– Sí…
– Pues, a decir verdad, yo tampoco le encuentro la gracia.
– ¿Verdad que no?
– ¿Usted está seguro de que era esa cantidad, así, miles?
– Caramba…
– ¿No recuerda si le dijo uno no, son 459… o alguna otra cifra?
– Podemos confirmarlo, tengo su tarjeta ¿me permite que haga una llamada?
– Sí, claro… (espera).
– … (disca, espera, atienden) … buenas noches, mire soy el señor Moc, la persona a la que esta tarde usted le contó un chiste y acá, con mi amigo el señor Poc, tenemos una duda… ah, entiendo… estaba durmiendo… mire, en realidad es una pregunta muy simple, no necesita despertarse del todo ¿cuántos eran los que iban en contramano? … ¡oh!
– ¿Perdón? ¿qué pasó?
– (cuelga) Cortó la comunicación ¿lo habrá molestado la llamada?
– O la pregunta…
– ¿Le parece?
– No estaba seguro de la respuesta y eso lo puso violento, lo cual es una manera muy cobarde y poco social de pretender ocultar la ignorancia.
– Sin embargo esta tarde se mostró muy seguro del final, me lo repitió varias veces.
– Entonces vuelva a llamarle y dígale que no se trata de que lo estemos examinando, sino sólo de confirmar nuestro dato.
– Buena idea, disculpe un momento.
– Sí, claro… (espera).
– … (disca, espera, atienden) … buenas noches, soy el señor Moc, quien le acaba de hablar hace un momento… ah, me recuerda, mire, decíamos con mi amigo que no debe sentir usted que estamos dudando de la cifra… ¡oh!
– ¿Nuevamente?
– Sí, cortó, luego de unas expresiones muy poco corteses.
– No tiene idea y teme haber sido descubierto en una mentira.
– Pero, era tan sólo un chiste, no lo voy a denunciar.
– Quizás eso es lo que teme.
– Tal vez está en su casa, nervioso, sin poder dormir.
– Moc ¿no me dijo, usted, que estaba durmiendo?
– … tal vez recurrió a algún barbitúrico para poder conciliar el sueño…
– ¡Esas cosas pueden ser dañinas! ¡llamémosle inmediatamente!
– Sugiero que le hable Usted.
– … (disca, espera, atienden) ¡deténgase! ¡no tome esas pastillas! ¡puede poner en peligro su vida y acá mi amigo le da su palabra de que no hará ningún tipo de denuncia… ¡oh!
– ¡Cortó!
– Sí…
– …
– …
– ¡O se le cayó el teléfono porque ya están haciendo efecto las pastillas!
– En su tarjeta está su dirección ¡vayamos a salvarlo!
– Llevemos algunas herramientas por si hay que romper una puerta o una ventana…
– ¡Bien pensado! ¡no perdamos tiempo!
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Sin sueño
No tengo sueño, y son casi las dos de la mañana. Alberto duerme: tuvo un día pesado y me estuvo ayudando en un proyecto hasta hace un rato. Es que cuando los proyectos dejan de ser juegos y se vuelven ‘cosas serias’ me descontrolo un poco. Me hace falta eso, que me guíen, que no me dejen volverme loca y saltar de un tema a otro.
No tengo sueño… qué raro. Tal vez alguien con insomnio me está robando mis ganas de dormir. Seguramente me pusieron un chip que absorbe los bostezos y ¡ZUUUUUP! se los manda vía satélite al Malo de esta Historia, un millonario que tiene todo, menos sueño.
Va a llevarse una gran sorpresa cuando sus médicos le inyecten el líquido ambar-azuloso en que convirtieron mis sueño-bostezos transmitidos vía satélite por el chip: porque seguramente le dará sueño, sí… pero soñará mis historias!!!! MUAHAHAHAHA
Y entonces sí, verá lo que es bueno: pollitos de colores bailando tap; vacas azules con ojos en los cuernos, como caracoles; cuentos de Luis María Pescetti recitados por Marcos Mundstock…
En fin, morirá loco o aburrido, según como mire mis sueños.
Mejor hablemos de Pescetti.
Es buenísimo. En estos días he leído, de él, unos cuatro libros (y dos mails, pero cortitos. en todo caso, es muy chido establecer esos puentes). Mucha imaginación, mucho humor. De esas cosas que nos hacen tanta falta en este mundillo. Es curiso, especialmente, que al leer su libro Natacha me acordé de cómo era yo cuando niña. Y hasta pensé que no ha de ser tan malo, después de todo, el asunto de la crianza y todo eso. Seguro que esa parte es culpa del chip que me roba los sueños!
Son las dos y cuarto. Alberto sigue durmiendo (le voy a poner un chip). Me gusta verlo dormir (también me gusta verlo despierto). Me gustaría verlo dormir más seguido, o -para variar- que él me viera dormir de vez en cuando (oh. sí: le voy a poner el chip).
Voy a tratar de dormir yo también.
Ah, una más, del día: me corté el cabello, pero no me atreví a raparme.
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Cuento o guión
Estoy trabajando (!) en un cuento. Uno de a deveras, sin extraterrestres ni cosas raras (bueno, hay monstruos, pero poquitos). Lo malo es que debería estar trabajando en un guión. Siempre me pasan estas cosas. Ni modo…