Pescetti

De Luis María Pescetti

Los derechos son del señor Pescetti, así que no me metan en problemas haciendo cosas indebidas con su cuento. El cuento viene de un libro muy muy muy bonito, Historias de los señores Moc y Poc. Disfruten. Los dejo con Pescetti, yo me voy a la cama (ya le puse a Alberto el chip, muahahaha).

El chiste

– ¿Me permite que le cuente un chiste?

– Sí, claro.

– Verá, se lo diré tal como me lo refirieron, aunque no me quedó claro por qué se rió la persona en un momento dado.

– De acuerdo.

– Esta persona me contó que venía alguien…

– ¿Alguien que él hubiera visto?

– No, al parecer es una historia inventada.

– Entiendo.

– Sí, bien, venía una persona por una gran avenida, conduciendo en sentido opuesto…

– Un peligro…

– Fue lo que yo dije, pero él me comentó que me esperara hasta el final…

– Curioso…

– Bien, este conductor imprudente enciende la radio de su automóvil y oye que un locutor, sumamente exaltado…

– …alterado.

– Exacto, alerta sobre que, precisamente en esa avenida, venía un coche en contramano, entonces el conductor exclama uno no son miles y ahí la persona que me contó el chiste se rió mucho hasta que vio que yo lo miraba con sorpresa…

– Ajá…

– A lo cual comenzó a alegar que yo no había entendido el chiste…

– Una tontería, por supuesto…

– Es lo que yo sostuve, que el relato era muy simple y fácil de comprender…

– ¿Y él qué le dijo, entonces?

– Que lo que yo no había entendido era la gracia.

– ¿La gracia?

– Sí, la parte graciosa del chiste.

– ¿Cual era?

– Supongo que esa en la que él se rió.

– ¿Podría repetirla?

– Cómo no… uno no, son miles… que ahí es dónde se rió.

– Ajá…

– Sí…

– Pues, a decir verdad, yo tampoco le encuentro la gracia.

– ¿Verdad que no?

– ¿Usted está seguro de que era esa cantidad, así, miles?

– Caramba…

– ¿No recuerda si le dijo uno no, son 459… o alguna otra cifra?

– Podemos confirmarlo, tengo su tarjeta ¿me permite que haga una llamada?

– Sí, claro… (espera).

– … (disca, espera, atienden) … buenas noches, mire soy el señor Moc, la persona a la que esta tarde usted le contó un chiste y acá, con mi amigo el señor Poc, tenemos una duda… ah, entiendo… estaba durmiendo… mire, en realidad es una pregunta muy simple, no necesita despertarse del todo ¿cuántos eran los que iban en contramano? … ¡oh!

– ¿Perdón? ¿qué pasó?

– (cuelga) Cortó la comunicación ¿lo habrá molestado la llamada?

– O la pregunta…

– ¿Le parece?

– No estaba seguro de la respuesta y eso lo puso violento, lo cual es una manera muy cobarde y poco social de pretender ocultar la ignorancia.

– Sin embargo esta tarde se mostró muy seguro del final, me lo repitió varias veces.

– Entonces vuelva a llamarle y dígale que no se trata de que lo estemos examinando, sino sólo de confirmar nuestro dato.

– Buena idea, disculpe un momento.

– Sí, claro… (espera).

– … (disca, espera, atienden) … buenas noches, soy el señor Moc, quien le acaba de hablar hace un momento… ah, me recuerda, mire, decíamos con mi amigo que no debe sentir usted que estamos dudando de la cifra… ¡oh!

– ¿Nuevamente?

– Sí, cortó, luego de unas expresiones muy poco corteses.

– No tiene idea y teme haber sido descubierto en una mentira.

– Pero, era tan sólo un chiste, no lo voy a denunciar.

– Quizás eso es lo que teme.

– Tal vez está en su casa, nervioso, sin poder dormir.

– Moc ¿no me dijo, usted, que estaba durmiendo?

– … tal vez recurrió a algún barbitúrico para poder conciliar el sueño…

– ¡Esas cosas pueden ser dañinas! ¡llamémosle inmediatamente!

– Sugiero que le hable Usted.

– … (disca, espera, atienden) ¡deténgase! ¡no tome esas pastillas! ¡puede poner en peligro su vida y acá mi amigo le da su palabra de que no hará ningún tipo de denuncia… ¡oh!

– ¡Cortó!

– Sí…

– …

– …

– ¡O se le cayó el teléfono porque ya están haciendo efecto las pastillas!

– En su tarjeta está su dirección ¡vayamos a salvarlo!

– Llevemos algunas herramientas por si hay que romper una puerta o una ventana…

– ¡Bien pensado! ¡no perdamos tiempo!


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