Autor: Raquel

  • Las despedidas son siempre tristes

    Ya no está el señor P. Todavía ayer, sábado, estuvo aquí conmigo y me mantuve durmiendo a intervalos (tosiendo de vez en cuando -creo que tenían una fiesta muy animada ahí, en mi garganta). Traté de ser una buena anfitriona (?), hasta fuimos al cine (vimos Los Eggs Men 2). Pero ¡ay! Supongo que el señor Espín y sus amigos son del tipo exquisito y no les gustó la peli, porque hoy que desperté, ya no estaba ahí. Ni los alces. Ni las vacas con sus lentes oscuros. Ni la camioneta roja. Ni el goteo nasal.

    Estaba solamente yo, con un poco de calor y un ligerísimo dolor de cabeza, pero eso era todo.

    No dejó una nota de despedida, ni pagó la cuenta de mantenimiento.

    Ya sé, debería sentirme aliviada; pero en realidad estoy un poco triste, como nostálgica, como si algo me faltara.

    Estoy pensando en esperar a que oscurezca, ponerme mi traje de Hombre Huevo (Egg Man) -así, negro, tipo Matrix- y lanzarme al zoo. A raptar un puercoespín, claro.

    O un pingüino, que me gustan más. Tal vez con cantidades industriales de helado de dulce de leche (*) con nueces logre hacer de mi garganta un sitio acogedor para esas avechuchas.

    Por cierto: en semana santa, que estuve en el cono sur, comí el helado de dulce de leche con nueces más delicioso de la vida (o eso pensé hasta que ayer comí eso mismo acá en el Df: donde sea, me encanta). Y lo comí en cono. sur.

    Por cierto 2: estando en el cono sur quise ver un condor pasa (deben ser como los cóndores, pero arrugaditos, arrugaditos -por eso son pasas, no?). Lo más que vi fue un guajolote extraño que no es guajolote (no me acuerdo de su nombre). Y en el zoo no tenían vinchucas. Me siento defraudada.

    (*) En mexicano se llama cajeta, pero por si alguien de Argentina me lee, llamémosle por su nombre políticamente correcto: dulce de leche.

  • El colador deprimido

    Me encontré un blog lindo… tomado de ahí (todo el crédito para la autora, Yolly bell) va el siguiente textillo:

    Ayer a la noite terminé de lavar los platos. No eran muchos, pero como cuando cocino me encanta hacerme la dolly irygoyen y uso muchos cosos, era bastantes cosas para acomodar en el secaplatos. Lo último que me faltaba acomodar era el colador. Termino, limpio todo con el chuf-chuf*, y cierro la caniggia. En eso, veo que el colador claramente se tira del secaplatos y queda incrustado entre la pileta de la cocina y la mesada. Horrorizada, acudo a ayudarlo. Lo vuelvo a limpiar, y lo pongo en el secaplatos. Y se vuelve a tirar. No me queda otra que llamar a la Línea de Ayuda al Colador Suicida, que es una suerte de 0-800-SKIP, pero con gente que conoce la psiquis de los coladores como la palma de su mano, o la palma de mallorca, no sé bien. Le pongo el tubo en uno de los agujeritos, y escucho que hablan de ollas, sartenes, blancas cottas y curis. Corta, lo vuelvo acomodar en el secaplatos, y quedó ahí. No sé, parece que los coladores son gente sensible, también, como los Vecinos de Palermo Sensible. No, más que ellos.

    *chuf-chuf: nombre con que mi madre llama a todos los multiuso. He notado que Hugo Arana se parece a veces a Danny de Vito, pero sólo a veces.

  • El plomero

    Me despierto a las 7 de la mañana porque siento una mirada penetrante. Abro los ojos, junto a mi cama está parado un hombre de unos 40 años, muy muy gordo. Viste un mono y trae una caja de herramientas en la mano izquierda. Con la derecha blande una llave stillson.

    –¡Oiga! ¿Qué hace aquí? –le pregunto, indignada

    –Pos vine a hacer mi trabajo. Me llamó el señor P. Espín, reportando un grifo que gotea.

    –¿¿¿???

    –Así que con su compermiso…

    y acerca su llave stillson a mi nariz.

    –¡Oigame usted…! ¡Eso no es un grifo, es mi nariz! Gotea porque tengo gripa…

    Discutimos un rato y tuve que pagarle 200 pesos. Me regresé a la cama. La garganta todavía lastima y, efectivamente, tengo una fuga que puede resultar molesta para mis inquilinos gargantales. Pero insisto, ese P. Espín se está pasando de lanza: hace un rato llamó un decorador de interiores que tenía órdenes de ponerme papel tapiz en las amígdalas!

  • Post data

    Eso me recuerda: ¿qué dijo Tarzán cuando vio venir a una manada de elefantes con lentes oscuros?

  • Un puercoespín medio encajoso

    Vaya. Pues dejé -por lástima o caridad o vaya usté a saber por qué- que el tal puercoespín se quedara a vivir en mi garganta. Total, sólo picaba un poquito cada que respiro, y con eso de la contaminación, pues creo que no lo hago tan seguido…

    Pero hoy en la mañana descubrí con horror que mi puercoespín invitó a vivir con él a una colonia de alces suecos (cada quien sus parafilias; respeto las de mi inquilino, si bien preferiría que les diera forma en un hotel y no en mi garganta).

    Resultado: duele, causa tos, cosquillea y se oyen extraños ruidos cada que pasa el aire.

    Y aquí entre nos, me parece que fue Julio quien le pasó la idea al puercoespín (que se llama Señor P. Espín. La P. es de Pepe.) de que si mi gaznate ya era casa-habitación, bien podía convertirse en multifamiliar.

    La otra versión es que andaba yo malita de la garganta; y que en la fiesta a la que fui ayer fumaron tanto que terminaron de darme en la mutter. Por supuesto, esta explicación es aburrida e ilógica: cómo me van a hacer daño los cigarros que otros se fumaron? es como decir que si mi hermano se come un pastel entero én frente de mí, la indigestión va a ser mía y no suya!

    En todo caso, tendré que aprender a hablar a señas para tener una seria discusión con este puercoespín. Y sus invitados. Y el coche rojo (lleno de vacas australianas con cámara fotográfica y lentes oscuros) que se acaba de estacionar a un ladito de mi boca.