Autor: Raquel

  • Va cuento

    La primera gallina llegó una mañana de otoño. Yo estaba sentado en la sala, concentrado en una mancha de la pared. Las visitas, algunos peritos especializados en temas parapsicológicos y dos nuncios apostólicos aseguraban que era humedad. Qué saben ellos. Yo estaba convencido de que estaba frente a un milagro tímido. Es decir, que se iba a convertir en una imagen de la Virgen o de Marilyn Monroe, nomás que no acababa de decidirse.

    Y claro, no es cosa de perderse la oportunidad de regentear una capillita o un sitio turístico nada más porque me tocó una Madonna introvertida, así que en cada momento libre me sentaba frente a la mancha y me concentraba, le mandaba mis mejores vibras, la bombardeaba con mi fuerza mental para ayudarle a tomar forma.

    Estaba, pues, trabajando en el Milagro de mi pared, cuando entró por la ventana una gallina. Era gorda, llena de plumas y tenía un pico anaranjado, como si fuera una gallina común y corriente.

    De todas formas, y pese a su normalidad, me sorprendió mucho su llegada: vivo en un octavo piso y no es usual que una gallina o cualquier otro animal entre por la ventana… o por cualquier otro lado.

    Pensándolo un poco, es raro que en esta zona de la ciudad se vea cualquier manifestación de la naturaleza, a menos que sea cierta mi teoría de que los microbuses son formas de vida inteligente, que se alimentan de la masa cerebral de su conductor y que pronto dominarán el universo.

    Pero no nos salgamos del tema; si quieren, en otra ocasión les platico acerca de los Microbusorum Terrificum. Lo importante ahora es que una gallina entró por mi ventana con ruidosos aleteos, lo que me sacó de mi concentrada meditación (y esto redundó en que mi Madonna Monroe se hiciera más vaga y borrosa).

    La gallina se posó en el sillón de enfrente a mí y me observó fijamente. Yo le sostuve la mirada.

    —Clo, clo, clo —dijo.

    Yo no respondí. Descarté la posibilidad de que se tratara de un Enviado de los Microbuses. Tampoco se parecía a un ángel bíblico, aunque tenía alas. Sólo me quedaba una posibilidad: que fuera una broma de la casera, quien lleva siete u ocho años poniendo mala cara cuando le insisto en que no tengo por qué pagar renta por vivir en semejante gallinero. Y qué bueno que digo ‘gallinero’ y no ‘muladar’: probablemente no habría sobrevivido al ataque de una mula voladora que entrara por mi ventana.

    Sí, esto parecía una muestra del humor negro y enfermizo de esa mujer.

    —Clo, cló—volvió a decir la gallina, ¿con sarcasmo? Eso me pareció.

    —¿Qué quieres? ¿Quién te mandó? —le pregunté, repentinamente enojado. No soporto el sarcasmo, ni el helado de tapioca.

    Ella respondió retadora: —Clo, clocló.

    —¿Qué haces en mi casa? ¿Eres enviada de los Microbusorum? —(valía la pena asegurarse).

    No contestó mi pregunta. Estaría confundida, o asustada. Me miró un momento y luego escondió la cabeza bajo el ala. Tenía razón: ya eran las ocho de la noche, hora de dormir. Y como ella no se había mostrado abiertamente agresiva, no tenía razón para atacarla: la dejé en el sillón y me fui a mi cama.

    (continuará)

  • Santos pollos sincrónicos

    Ayer, un vecino de Alberto me torturó por horas (o bueno, por minutos) con el canto chirridesco y monótono de un plumáceo no identificado (o avni, por ser animal volador no identificado). Hoy veo que Erika Mergruen también anda en un mood pollesco. Y a la hora de darle una limpiadita a mi carpeta de ‘Cuentos Inconclusos que Jamás Llegarán a Ningún Lado’ (cijlnl, por sus siglas), me topé con uno que habla -misterio- de gallinas.

    Así que, supongo, tengo la obligación de ponerlo aquí. Y por orden del Pollo que Rige el Universo, ustedes tienen la obligación de leerlo y Alabar al Pollo que Todo lo Es. (?)

    Y Rasabadú debería publicar su cuento de la gallina, y el mundo debería convertirse en un gran pollo rostizado

    Firma:

    Rax, al borde del colapso cerebral (creo que a mi cerebelo le salieron plumas).

  • ¿Estrenando? No, Blog rosita

    Pues blogger ya furula de nuevo y ya estoy con la nueva interfeis. Bonita, simpática y limpia, sólo espero entenderla bien :)

    Estos días he andado cansada, dando vueltas entre la secundaria y diferentes lugares onde dejar el curri. Ayer, por ejemplo, fue el periódico Reforma. Tuve que semi-discutir con la reclutadora porque se estaba portando muy déspota. Le dije que estaba bien que me preguntara cosas, pero que sería mejor si esperar a escuchar mis respuestas. Y que entiendo que ella ande en el acelere, pero que su presión me hacía más difícil contestar de forma concisa y clara. Je.

    Me expuse a que me mandara a la chingueishon, pero se portó mucho mejor a partir de ese momento.

    Hice una prueba de ortografía, llené una forma espantosa (piden que se escriba no sólo la historia escolar y laboral personal, sino también la de la familia) y me despedí, toda mona.

    Hoy la entrevista fue en Puebla. Parece que yo les convengo muchísimo a los posibles empleadores; pero que ellos a mí, no. ¿Por qué la gente cree que hacer un guión es muy fácil, que cualquiera puede hacerlo, y que se puede pagar como si fuera una mugre? Misterio.

    Pero el lunes les mandaré una muestra de mi trabajo y el miércoles, si no me dicen que me aman y que harán todo lo que yo ordene, me despediré de ellos para siempre. Snif. La neta, es una chinga, pero una chinga divertida. A la próxima entrevista que vaya, fingiré que soy sordomuda, o que tengo lapsos de amnesia. O llevaré a Deíctico. Y entonces verán lo que es bueno.

    Con respecto a ese animalillo, debo decir que estoy preocupada. Y no por la mafia, que sigue rondando la casa (se ven vaciadísimos los pingüinitos con sus fundas de violín bajo el brazo). Sino porque a mi hermano le regalaron un pecesucho. Y Deíctico y mis gatos lo miran con una lujuria…!

    Y no sé cómo, pero terminé haciéndome cargo YO del pez, por lo menos en lo que Fa regresa de sus vacaciones. Ah, hermanos necios…

    Bueno. Pues parece que la presencia del pescadosio –que por cierto, se llama Mun-mung–ha distraído a Deíctico de sus raros planes.

    Pero dudo que la calma –si es que a esto se le puede llamar calma– dure. Porque ya vi unos carteles que anuncian el concierto de Bjork.

    Para mí que Deíctico pretende suplantar a la artistoida con la pingüina disfrazada que trajo de Islandia. Pero que me corten un brazo si tengo idea de para qué.

    En otros asuntos: de mi grupo de lechugas mutantes suspendieron de aquí al fin del curso a Rosa, la chica guapa, la sexy, la rompecorazones. Y Oscar, el romanticismo hecho adolescencia, vaga por los rincones y suspira y pone cara de que le arrancaron una muela o un riñón. Pobre. Está por llegar a su primera desilusión. ¿Qué debe hacer Miss Reichel en estos casos? No meterse, claro. No queda de otra… y ni modo.

    Estoy contenta de que haya vuelto mi blog. Eso de las vacaciones forzosas no me va.

  • Tronco hipopotamedro zunco

    Trompo isotomacedro zurdo

    Trampa totopomacero zurzo

    Rampa topomacetera cuzca

    Bamba octopocasera vasca

    Basca sopotobacera mamba

    Conga protopocantera bimbo

    Y viene en una ‘Muy Interesante’, según me dijo Alberto.

  • Graffittis y estrellas suplantadas

    Soy una mala madre. Siempre lo he sido y es justo por eso que no tengo hijos. Pero a veces, Deíctico se porta como si necesitara camisa de fuerza, y parece que yo no entiendo. Me voy todo el fin de semana a mis asuntos y lo dejo encargado con mi hermano, o con los gatos.

    Cuando se lo encargo a la Cuca, ella me dice muy seria ‘Miau’ a todo. Pero apenas me voy, se le olvidan las recomendaciones y deja que el animalillo haga y deshaga a su voluntad.

    Para muestra, lo que sucedió este fin de semana:

    el sábado me fui a hacerle un paro a Alberto con su clase. Dejé al pingu con mi hermano, y la Cuca se quedó como ‘asistente’ (de ellos).

    Y llego al taller y… ¿quién creen que sale de la cajuela del coche? Por supuesto, Deíctico. Acompañado de Bjork y mi gato.

    A estas alturas nada me sorprende, así que no pedí una explicación. Deíctico entró conmigo a la clase y Bjork dio varias vueltas subre su propio eje, como la mujer maravilla, y se convirtió en… ¡otro pingüino! (lo sabían, ¿verdad? todos están coludidos con los pingüinos menos yo). Y se fue junto con mi gato a dejar unas marcas extrañas, como graffittis, en las paredes de la ciudad.

    Creo que dicen en sánscrito algo así como ‘Pingüinos del mundo, uníos’; pero no estoy segura. ¡No sé leer pingüinés ni islandés!

    Cuando acabó la clase, Deíctico se quitó su disfraz (se había puesto uno de joyero de terciopelo rojo que le queda muy bien) y me acompañó al aeropuerto. No sé qué pasó ahí, porque se desapareció de mi vista en cuanto llegamos y ‘misteriosamente’, Alberto me encontró 15 minutos después de que llegamos por él (ya había salido y no me vio, dijo. Yo creo que salió escondiéndose de mí y se fue a poner de acuerdo con D., pero no sé para qué).

    Cuando llegamos a casa, mi hermano dijo que D. se había portado ‘muy bien’. Hmm.

    Y según yo, el domingo descansaría del pingüino, pero fuentes no identificadas aseguran que estuvo presente en la fabulosa sesión en casa de la profesora Mergruen, espiándonos, preparando algo que ignoramos qué sea.

    (Como nota al margen, la reunión fue excelsa. A que no sabían que el verdadero nombre de los balones de soccer es ‘tronco hipopotamedro zunco’ y eso de ‘balones’ es sólo su pseudónimo)…