Autor: Raquel

  • Mi psicóloga no sabía nada de la vida…

    De acuerdo, me ayudó en su momento, pero tuve que ser yo, y del modo difícil, quien descubriera que tengo un mini-trastorno de la personalidad. Le digo ‘mini’ porque está dentro de los límites de lo aceptable, no atenta contra mi vida de un modo radical…

    Tengo (y lo supe hoy en la mañana, al preparar mi clase de al rato) un trastorno de la personalidad por evitación. Es como una timidez extrema. En los casos graves, no se aceptan empleos si implican tratar con gente, no se tiene amigos, no se sale de un rincón. Lo bueno, es que es gente que puede dedicarse a actividades solitarias (como hacer guiones, erm) con singular alegría. Lo malo es que el círculo de amistades es pobre y la gente de fuera puede no entenderlo. Parece que tiene que ver con un terrible miedo al rechazo y una contrafobia (se evita todo contacto para evitar así el rechazo).

    En mi caso, y gracias a mis otros problemas mentales (que son muchos y variados y simpáticos), el mal ataca sólo cuando estoy rodeada de mucha gente. En eso podría parecerse a una agorafobia. Fuera terminajos: lo que pasa es que cuando estoy con mucha gente, que grita y se carcajea y dice cosas inteligentes/simpáticas/ingeniosas, me siento cortadísima: me gustaría ser desenvuelta y frívola, pero nomás no se me da. En cambio, me da por sentir que NADA DE LO QUE DIGA le importa a la demás gente. Así, para qué decirlo, ¿no?

    Claro, cuando estoy con mis puerquiamigos o con gente de estimación intensa (y de preferencia, poquitos a la vez) no pasa nada: me da un ataquillo ligero y lo venzo. Cuando estoy con UNA (a lo mucho dos) personas menos cercanas, puedo ser casi encantadora, y medianamente ingeniosa.

    Ahhhhhhh…. pero en situaciones como la de ayer (montones de gente con la que no estoy habituada a convivir) me da el ataque de angustia, porque aunque se me antojaría integrarme soy incapaz de gritar más fuerte y soltar más datos interesantes y ser más categórica y desinhibida. Y entonces, parece (horror) que soy una sangrona petulante y menos me integro (y menos cuando, realmente, no hay nada en mí que le pueda interesar a la gente: no me conocen y no tengo modo de hacerme una buena publicidad del tipo: LLEVE, LLEVE, RAQUELITAS SIMPÁTICAS A MITAD DE PRECIO. CASI NO HABLAN, PERO ESCUCHAN CON ATENCIÓN).

    Es horrible, sobre todo porque esta vida que llevamos exige don de gentes. Pero… no sé. Según los psicodoctores, se arregla con terapia de grupo y mucho entrenamiento asertivo. En fin… habrá que ver…

  • Mejor ya

    Y bueno… supongo que ayer se me hicieron ojos de pelota de pingpong de tanto chilletear, pero, en cierta forma, es como cuando llueve: cuando termina el aguacero, se siente el ambiente más limpio… bueno, depende de dónde llueva: si es el periférico entre el Bordo y la Avenida Central, probablemente no pase así, je.

    Pero el caso es que me siento mejor.

    Cliff era una contradicción con patas: darketísimo, pero siempre con un ánimo y una alegría que lo hacían parecer del club de los optimistas. Trabajaba en una oficina para mantener sus instrumentillos y hacer música electrónica. Leía ciencia ficción y revistas musicales. En enero decidió tomar clases de guitarra eléctrica, ya que le parecía ilógico tomcar música desde chavo y no tener esa base.

    Yo lo conocí, hará unos cuatro años, cuando por azarse del destino me encontré en una lista de mensajes de goths sudafricanos. Yo buscaba la pista de Matt, otro amigo, que había desaparecido súbitamente de mi vida. Mandé un mensaje preguntando si alguien lo conocía y el único que respondió, siempre amable, fue Clifford E. Sheep. Nos seguimos escribiendo, independientemente de lo que hubiera pasado con el otro amiguillo.

    Me contó que se sentía orgulloso de llamarse igual que Cimak y me recomendó el libro de Ciudad. Platicamos de Vurt y de Ubik, y por supuesto, de fiestas y antros. Por temporadas nos dejábamos de escribir, supongo que todos los humanos tenemos algo de desidia en las venas (y yo más que los demás, lo confieso); pero siempre volvíamos a establecer el contacto. Me mandaba las propas de sus fiestas y yo, al menos un par de veces, medité seriamente en la posibilidad de darme una descolgadita a Johanesburgo, nomás para participar en el picnic bimestral que Cliff organizaba junto con otros dj’s y parroquianos de su antro.

    De pronto, súbitamente, llegó la leucemia. Cliff la recibió como un reto y en sus mails se mostró siempre seguro de sí mismo. Pero la leucemia no era de las fáciles, y lo mandó dos veces a terapia intensiva. Dos veces que lo dieron por perdido y Cliff se recuperó y volvió a escribir pidiendo que le mandáramos mensajes al teléfono y revistas de importación, porque los hospitales son aburridos.

    La tercera fue la vencida. Quizá, si no hubiera aparecido la neumonía (las defensas le habían bajado como efecto secundario de la quimio), Cliff habría terminado por ganarle a su enfermedad. Pero no somos nosotros quienes deciden las cosas, y luego de dos días de inconciencia, de estar enredado con un montón de aparatos, se acabó todo.

    Me escribió su papá. Dice que Cliff no sufrió, por lo menos no en esos últimos momentos. Y que él, su padre, está orgulloso de su hijo. No es para menos. También me han escrito algunos de sus amigos. Están organizando un gran reven en el que tocarán su música. Están seguros de que va a ser divertido, porque eso es lo que Cliff hubiera querido. También dicen que su papá está tomándolo todo con calma, que se nota de quién heredó Cliff esa presencia de ánimo.

    También rencontré un mail de Cliff, de antes de la enfermedad. Me dio mucho en qué pensar. Supongo que tengo mucha suerte de haber podido conocer a alguien tan maravilloso, ¡y tan lejos! Y eso no me lo puede quitar nadie. Ni la leucemia ni su muerte, ni nada. Así que va sindo tiempo de tomar la posta: la mejor forma de honrar la memoria de un amigo así es compartiendo su forma intensa de vivir la vida.

    Gracias a todos por el ánimo. Estaré bien, estaremos bien.

  • De luto

    Hoy no habrá cuento ni quejas ni nada. Estoy de luto. Desperté para enterarme que Cliff, mi querido amigo Cliff, no pudo más con la leucemia. Cuando vi que el mensaje venía de su cuenta de correo, me dio tanto gusto que ni siquiera leí el subject: Cliff RIP 28/08/03.

    El mensaje fue enviado por su papá. Es de agradecerse que el señor haya tomado en cuenta lo que Cliff representa para sus amigos de allende Burbank. Si no ¿cuándo me habría enterado?

    Es un mensaje escueto y doloroso, lleno de cariño (estoy llorando).

    Hasta aquí las palabras. Que hable el silencio.

  • Agradecimiento

    Un agradecimiento a Cinthya por llevarnos a ver una gran gran gran peli (hasta soñé a Chihiro!)

  • Desfile de medio tiempo. O bien: en Domingo no se trabaja

    Acabo de levantarme de la cama en medio de un susto: sonó el despierta-gente a las 7 y lo apagué con mi mantra: ‘es domingo, no se trabaja’, pero ya no pude dormir. Había un zancudete dando vueltas a mi alrededor y haciendo un ruidito como ‘bzzz’. De todos modos, decidí que NO me iba a parar. Me tapé la cabeza con la cobija y escuché al mosquito bzzzz y a mi gato prrr sobre mi cama.

    Y que se abre un poco mi puerta (y me dije, es mi hermano que ya quiere desayunar)…

    y que se inclina ese alguien sobre mí…

    y se acercó tanto a mi oído que pude oír su respiración (pero cerré los ojos para hacerme la dormida y no pararme tan tan tempras).

    Ahí pasó lo raro: Cuca dejó de hacer prr y el beso que imaginé que iba a darme el ‘buenos días’ (el ‘buenos días de Judas’: un beso de levantarse a trabajar) nunca llegó. En su lugar, un soplo de aire helado en mi nuca y una sensación de escalofríos. Me destapé la cabeza para explicarle a mi hermanoso que esos modos de levantar a la gente no son modos…

    pero –por supuesto– mi hermano no estaba ahí. Sólo mi gato, mirando fijamente un rincón de la recámara, con los pelos erizados y un gorjeo saliendo de su panza o su garganta o a saber de dónde… Me aseguré: mi hermano dormía en su camita. Y mi papá y su señora no están.

    En lo que averiguo si soñé o si pasó algo, mejor vine a la compu y prendí la luz y dejé cuidadosamente cerrada la puerta de mi cuarto. Y ni para decir ‘quiero a mi mamá’, porque si viene ahorita a consolarme me muero de un síncope…