Autor: Raquel

  • Despierta, pero dormida…

    Ayer sí me extralimité: cuatro horas en la compu no me permitieron terminar una dramatización de seis minutos. La culpa es del juego de Matrix (el de inmersión, no el de video) que está BUENÍSIMOOOOOO. La historia en la que me adentré esta vez (hay muchas, simultáneas) es la de una pareja de marido y mujer que tienen un blog en común (Alberto y yo teníamos una de esas cosas). Y de pronto, el wey (que se llama Ethan) es enviado por cuestiones de trabajo a Dallas (y las da), y en Dallas resulta que hay un wey que dice conocerlo… pero Ethan no lo conoce a él. Total: resulta que antes de ser Ethan (parece) él se llamaba Ryan. Y su esposa, Dina, antes era Sylvia. Alguien le da a Ethan una lista de direcciones, va a la de Dallas y le dan un cd.

    Y mientras, uno de los jugadores va a otro de los sitios de la lista y también le dan un cd. (Esto de los juegos de inmersión es LA NETA). La historia tiene su mejor momento cuando vemos el contenido del cd: entre las muchas fotos, hay una de un agente con su aparatito en la oreja y toda la cosa (o eso podemos suponer, pues el chunche orejal se ve apenas, la foto es borrosa, como tomada en movimiento).

    En fin. Que los descubrimientos requieren de muchas cosas: astucia, hackeo, lecturas previas (sobre todo de Shakespeare, Carroll y Huxley) y sentido de la realidad bien plantado, porque más de un ‘beliver’ podría creerse que esto es en serio. No lo es.

    Es muy cool que salga sólo una mención (mínima pero chidita) a Thomas Anderson. Es un alarde de multimedia, de buena planeación, de diseño, ¡de guión! (si tan sólo hubieran usado la mitad de guión de esto en la peli 3, la vida de los Wachoski sería distinta…)

    En fin. Yo no juego realmente. Voy casi en todo unos pasitos atrás del juego, pero lo mismo me divierto y me asombro y me tardo cuatro horas en la cosa esa en vez de hacer MIS guiones.

    Dice Alberto que pidamos una beca para hacer un juego de inmersión acá en el Mex. Estaría cool. ¿Alguien tiene una beca que le sobre y nos la quiera dar?

    PD. Hora de trabajar. Pero luego les cuento lo del sapito brincador. Gracias por las felicitancias, es un honor tener gusano de honor. Y, Portero, los blogs son maravillosos, sí, pero Alberto y yo nos conocimos en una era pre-blog. :)

  • Buen día

    El buen humor ha vuelto. Viva la vida, yuppi, ja, ja. Ayer, el evento Fatal Espejoso fue cálido, agradable, una reunión amistosa y sin tensiones (o eso digo yo, que no tuve que subir a leer, je). Los escritores, super cool. Hubo gente querida, blogueros estimados.

    Una mala noticia, pero que ya nos esperábamos. Así que habrá que apelar al budismo (ommmm, ommmm) y seguir palante con la pérdida de sede para las fatalactividades.

    Hoy, desayuno tempranero (muy) en Woolworth con mi papá. Platicamos de todo, hasta de mis planes para el año que viene. Se portó comprensivo y respetuoso de mis ideas, aunque creo que las bodas por la iglesia le gustan más que mi idea de ‘si usted quiere celebrarnos, invítenos a comer la semana posterior a la ceremonia’.

    Y es que entendieron bien, damas y caballeros: me caso. O debo decir: nos casamos. Pero para eso falta medio año, así que se queda como nota dentro de un blog (pero se aceptan regalos e invitaciones a festejar por adelantado).

    En fin, que estoy contenta.

    La tarde viene promisoria: lectura de cuentos albertianos en la uam iztapalapa.

    Y mañana, amiguitas en el restaurante, para platicar los últimos acontecimientos.

    ***

    Habrá que añadir una regla a las de Carreño: en reunión pública, es mejor no hablar de política, religión y Matrix, a menos que la gente tenga una pasión por las discusiones que no llegan a ningún lado (o un inusual respeto por las opiniones ajenas).

    PD. Recuérdenme platicar más tarde acerca de la historia del sapito brincador.

  • El final de una saga

    Ayer llegué tarde, cansada, medio zombie (me dio un bajón energético cuando estábamos en Tarotlandia Alberto, Libia y yo: creo que la tienda esa me succionó el power), estaba llegando, pues, en esas condiciones, por lo que tardé un poquitín en darme cuenta de que había algo distinto en mi recámara: orden.

    Los libros en su sitio, los papeles en el suyo, todo donde debía estar. Y es que los martes recibimos la ayuda nunca del todo bien ponderada de Lupita, que viene y en un instante arregla lo que yo tardé una semana en desmadrosar.

    Me cae que Lupita pondría a temblar al universo, con esas tendencias caóticas, y que lo haría volver a su estado primigenio (si el universo fuera un poco más chico, o ella un poco más grande).

    Lo que importa no es eso, en todo caso. Lo que quiero decir es que Lupita, práctica y metódica como es, llevó el cuchillo a la cocina, lo lavó, lo secó y lo dejó en medio de sus hermanos cuchillos.

    Fui al cajón a buscarlo, pero no lo pude reconocer. Miré a los otros con rencor y les dije: ‘nada sois y en nada os parecéis a mi cuchillo’, pero en el fondo sabía que mi cuchillo era uno de ellos, que sí se parecían, y que mi saga del cuchillo se había quedado en una era más antigua y gloriosa.

  • Por último: un cumpleaños raro

    Esta semana se cumplen 20 años de que los virus computacionales dan lata. Su evolución viajera (del floppy, lento como carreta, al mail, veloz como monorriel) y algo más sobre el bisne, se puede leer aquí. ¿Debemos decir ‘felicidades’? (No lo creo….)

  • El cuchillo en su lugar

    Ya saqué el cuchillo de la bolsa y lo puse encima de la cama. Con un poco de esfuerzo, mañana o pasado seré capaz de llevarlo a la mesa del comedor. Eso significa que la próxima semana llegará, finalmente, al fregadero, y en un par de semanas más, a su cajón.

    No me critiquen mi desidia: para ustedes, el tiempo que tarda el cuchillo en volver a su lugar puede ser una muestra de mi indolencia (esa palabra también me gusta). Para los hermanos Wachowski, puede ser una metáfora del Elegido en busca de la Fuente. Para Tolkien, podría ser el viaje épico de un héroe, y sólo porque yo ayudé a cumplir la vieja profecía (Un cuchillo viajará a Canal Once y luego de muchas aventuras volverá al cajón) no debo dejar de creer en ellas.

    Si la historia del cuchillo la estuviera contando Bukowski, sería la de un instrumento descontento con su inexorable destino (cortar) que elige irse de aventuras, en las que le va de la chingada, para finalmente volver y encarar su destino (cortar). También podemos estar ante un manifiesto feminista: el cuchillo se rebela, no quiere volver al cajón, porque ha conocido el mundo corporativo y se siente más a gusto así. Quizá termine más feliz en mi escritorio, como abrecartas (si no fuera porque nadie me escribe…)

    Su presente estadía en mi cama puede ser también una metáfora de algo, o una soberana estupidez de alguien (*Rax, contrita, levanta la mano*). En todo caso, no me cortó el sueño, y si James Bond duerme con la pistola bajo la almohada (malpensados. me refiero al revólver. ni que fuera agente-contorsionista), no le veo el peligro a que yo tenga un puñal en la mía. Uff.

    Ya imagino la historia de terror que le haría Stephen King a mi cuchillo. Y la lacrimógena novelota que aparecería si yo fuera Yolanda Vargas Dulché. Ó la saga Fundación del Cuchillo, con trepidantes (bostezo) explicaciones sobre la manufactura (doble bostezo) de los cuchillos antiguos, si la historia fuera contada por Asimov.

    Todo esto lo cuento en más tiempo del que me tomaría llevar el cuchillo a la cocina, lavarlo y ponerlo en su sitio. Pero creo que son las procastinaciones, las pequeñas desidias de la vida, lo que nos separa de las máquinas y de las hormigas. Así que, más que ficción, la permanencia del cuchillo en mi recámara es un manifiesto humanista, un canto a la vida, un grito contra la evisceración (paradójico, no?).

    En otros avatares: vi Matrix tres. Los primeros veinte minutos me la pasé preguntando: ¿a qué hora empieza la película?

    El resto del filme, lamentando que hubiera iniciado. ¡Qué churro más extraño! Creo que es una de las películas más feas en cuanto a su historia y más bonitas en cuanto a su hechura que he visto. La demostración palpable, sensible, de que historia y producción deben trabajar de la mano, y no una contra la otra.

    Ess como ver un libro de estampitas: una te gusta por los colores, otra porque es difícil de conseguir, otra porque te recuerda el primer álbum… pero no hay un hilo conductor. Puro blablabla del tipo:

    –Entonces… ¿quién eres?

    –No puedo explicarte eso.

    –¿Por qué?

    –No lo entenderías

    –Entiendo

    –¿De veras?

    –No.

    –Lástima. Quería que me explicaras.

    –¿Te explico?

    –No. No se puede entender lo que no se comprende.

    Y así, hasta el infinito. Puaj.

    Pero me divertí, eso que ni qué. (Bueno, me aburrí un poquito en la parte que parece ‘Gremlins y Alien se fusionan’). Y reconozco una buena actuación (una nomás, y radica en ser una gran gran gran imitación), una toma chulísima (las gotas de lluvia estrellándose sobre el puño cerrado de Keanu) y un momento glorioso, sublime, magnífico (cuando terminan los créditos y descubres que, al menos en apariencia, de veras no hay ‘colita’ que indique la parte 4 para pronto). Lo demás… puedo prescindir de todo: la falsa hilación, la falsa mística (pura palabrería), la falsa necesidad de que cada cosa ocurriera. Me quedo con Matrix 1.

    Nota importante: ese es mi punto de vista. Y critico, desde mi punto de vista, a la peli: no a la gente a la que le gusta. Nota importante 2. Es hora de desayunar. ¿Bajaré el cuchillo…?