Tos y agujas
La cita con el acupunturista es hoy, pero creo que voy a cancelarla: ya inició en la mañana mi nueva terapia con agujas, porque la tos no ha parado y más vale controlarla primero y luego ir con la medicina alternativa. Dicho de otro modo… inyecciones. La primera de tres. (Y mientras escribo esto, la tos sigue…)
Causa de la tos, no pude ir a Guadalajara.
Causa de la tos, no pude ir a mi clase el sábado.
Causa de la tos, no he podido dormir y estoy de un humor bastante desagradable.
Pero a ver si con esto de la penicilina se soluciona todo el bisne.
(Me preocupa esta tos, ¿saben? no me gustaría que fuera parte de mí los próximos 60 años, aunque en ese caso, tal vez rompería un récord guiness y saliera mi foto en los periódicos… fama, fortuna, conferencias, nuevas modas: la gente intentaría (sin éxito) imitarme.
La música evolucionaría portentosamente: en vez de batería, gente tosiendo marcaría el ritmo. La educación de la sociedad misma sería distinta: a quien no tosiera durante la película, se le tacharía de descortés: ‘tose, qué no ves que estamos viendo la peli?’.
En las escuelas de modales enseñarían a toser con fuerza y precisión. Los diferentes tipos de tos indicarían si una señorita está coqueteando o desdeñando a un galán.
(…) *pausa en la que releo lo que escribí*
Creo que DE VERDAD necesito dormir…
Autor: Raquel
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En shock
Como después de un temblor, estábamos Irma, Greta y yo en un rincón de la oficina, platicando de cosas que sólo se cuentan cuando acaba de pasar una desgracia. ‘En un velorio o después de un incendio’, dijo Greta. Y me sorprendió porque yo me acordaba, justamente, de lo que sentía luego del temblor del 85. Igual, igual, igual: esa sensación de estar indefensa, de no saber qué esperar, de tener prisa y miedo de enterarme de los daños, de las consecuencias…
Dije lo mismo que cuando el temblor:
–Entonces, ¿hago o no hago la tarea?
Sí, el temblor de 85 fue a las 7 de la mañana, pero mi entrada a la escuela era a las 8, así que todavía había tiempo de hacer la tarea… en caso de que valiera la pena.
Esta vez ‘la tarea’ es el guión que se tendría que transmitir el próximo martes. Lo voy a hacer, pero en el fondo siento que no tiene caso. Es como si una de las partes más importantes de mi mundo se hubiera colapsado, y me siento sorprendida: si me hubieran preguntado sobre mi grado de lealtad a un jefe, nunca habría imaginado que fuera a este nivel.
Pero es. Y me siento indignada, triste, medio perdida, y con una carga de trabajo absurda. Nada, que se va mi jefa,… bueno, no se va: la van. -
Gratitud
¿Le notan algo distinto al blog? ¿Como que se ve más luminoso, más simpático, menos publicitario? todo se le debe (y se lo agradezco séntidamente) a Shered, quien me dejó gratamente sorprendida hoy por la mañana, con un mail que de tan cálido y lindo, me cortó la tos un buen rato…
Y bueno, para eso es este mensajillo: para agradecer a doña Shered por sus atenciones! -
El doctor Zorg y la abducción de ideas
Esta tos cada vez más fea…
Lo peor no es que suene a bronquitis, ni que me despierte en la noche, ni que me duela el pecho, ni que mi gato se espante. Lo peor no es el silbidito que se oye al respirar, ni los jadeos para tomar aire (argh, qué tos tan poco elegante). Lo verdaderamente peor es que me recuerda a mi mamá con su neumonía fulminante, su traqueotomía y su mirada de ‘ya no quiero toser más’. Caray, que la tos me remueve cosas que yo creía ya procesadas.
Pero estoy de acuerdo: mi tos no es la de mi mamá (no tengo miedo de que me pase lo que a ella, es sólo que me acuerdo de ella, y definitivamente NO es el mejor recuerdo de los que tengo inventariados).
Suficiente de eso.
Tareas
El maestro de los sábados me dejó hace dos sábados una tarea medio babas: escribir a dónde se van las ideas que tengo cuando voy en el coche, pero que llegando a casa no recuerdo (eso es real). Hice mi tarea, el méndigo no la revisó, yo hago berrinche y, para no hacer más berrinche, la pego aquí. Por si alguien puede explicarme qué tiene que ver esto con un curso de actualización en guionismo.
El doctor Zorg y la abducción de ideas
El periférico, como siempre, es un gran estacionamiento. La gente conduce con cara de hartazgo, los niños chilletean porque ya quieren llegar a ver la tele. En un coche, Raquel imagina: su auto es un pequeño mamífero primitivo, los autobuses son tiranosaurios, los taxis, simples cucarachas que sobrevivirán cualquier hecatombe.
—Demonios —se dice en voz alta—, tendría que escribirlo algún día.
Un coche se descompone más adelante. La mujer del automóvil al lado del de Raquel parece estar muerta.
—Sí, eso, muerta… ¿qué pasaría si la fulana estuviera muerta y así fuera conduciendo? Es decir: choca más adelante y los paramédicos la encuentran muerta, pero la autopsia demuestra que la muerte fue, no sé, dos días antes o algo así… Qué miedo.
Un claxon furioso indica que es momento de seguir adelante. La muerta queda atrás, y los rayos de sol, crueles y despiadados, siguen cayendo directamente sobre el auto de Raquel.
—¿Qué pasaría si los rayos del sol se volvieran sólidos de repente? ¿que hubiera un enfriamiento de la tierra tan intenso así, de repente, que los rayos se hicieran hielo y se solidificaran?
El auto avanza a una velocidad casi inexistente y su techo se va llenando de nubecitas sutiles de colores: son las ideas que Raquel ha ido generando.
Mientras, a kilómetros de distancia, en un laboratorio escondido en la azotea de un edificio de deparatamentos, el doctor Zorg saca su máquina de extracción de ideas.
—Viste, Aspirino, en el periférico hay ideas suficientes para generar la energía que mi máquina necesita—dice con emoción—. Una tarde más de embotellamientos inducidos con mi rayo generador de tráfico, y tendré el condensador de ideas a su máxima capacidad.
Aspirino asiente, aunque la verdad es que no entiende nada. Es medio imbécil, pero igual obedece en todo al doctor Zorg, nunca pregunta nada y es por eso que el doctor le da cada mes el reconocimiento de ‘Asistente del mes’. Aspirino se emociona siempre y no ha caído en la cuenta que, de hecho, es el único asistente del doctor.
El lector avezado ya se habrá dado cuenta de que Zorg es el villano de nuestra historia: es culpable de los embotellamientos, se roba las ideas. ¿Para qué? ¿Qué pretende?
Pues resulta que, con altísima tecnología de punta, extrae las ideas de los coches de la gente para hacer funcionar así otra de sus diabólicas creaciones: una rubia fabulosa, mitad zombi, mitad máquina, que un día será su esposa.
Pero algo no anda bien: no sé si por descuido o por mera estupidez, Zorg no se ha dado cuenta de que casi todas las ideas que ha robado hasta el momento provienen de un solo automóvil. Y que no son precisamente coherentes. En su prisa por hacer funcionar a la rubia maravillosa, apunta su máquina de extracción de ideas a un solo coche y chupa cualquier conato de pensamiento sin ver siquiera de qué trata.
Dos horas después: Raquel sigue en el coche, pero ya está llegando a casa. Viene emocionada por la cantidad de ideas que se le ocurrieron y piensa anotarlas tan pronto esté frente a su amada computadora. Abre la puerta del garage, se estaciona, saluda la familia y escarba en su cerebro… nada: las ideas se han ido. Ha vuelto a pasar.
Mientras tanto, a kilómetros de distancia, en una azotea de un multifamiliar, una rubia escultural bate las pestañas, tose, mira a su alrededor con curiosidad. ¡Está viva!
Zorg saca el anillo con diamantes para proponerle matrimonio y ella lo mira con una sonrisa extraña.
—Vaya—dice la rubia, pensativa—. ¿Y si resultara que nos casamos y tenemos hijos medio zombis? ¿Te imaginas? Nacerían muertos, arrugaditos como momias, y conforme fuera pasando el tiempo irían rejuveneciendo (¿o tendría que decir solamente juveneciendo, considerando que no lo habían hecho nunca antes?), digo, irían haciéndose jóvenes, niños, bebés, para desaparecer a la hora del nacimiento…
Zorg no responde. Sabe que algo salió mal, pero no atina a descubrir qué fue. Sin desanimarse, le borra la memoria a la rubia voluptuosa, que cae en una rara especie de coma roncador. Y vuelve a apuntar su máquina de extracción de ideas, horror, al mismo coche que justo sale para enfrentar el tráfico del periférico.
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Tos de las tres
Tiene razón el Portero: debería tomarme el té que me recomendó. Nomás que con la tos que traigo, no puedo acordarme cuál era la receta (ni la de Rasabadú, bua).
Resultado: son las tres de la mañana y la tos me levantó. Bueno… no: estaba en una rara duermevela semi aguardentosa (es horrible!) cuando me despertó del todo el teléfono. Contestó mi hermano. Supongo (ahora, que estoy despierta) que fue su chava, no es tan raro (?) que le hable a estas horas. Pero en mi delirio de hace rato, soñaba yo que era una llamada de ultratumba que llegaba a él por estar dormido. Me imaginé entrando a su cuarto pa ver con quién hablaba, y encontrarlo con los ojos entreabiertos, en blanco, musitando en lenguas desconocidas sabe dios qué respuestas a sabe dios que ente cthulhiano…
Así que abrí bien los ojos (el autoespanto se me da muy bien, pero no es sano) y vine a seudotrabajar (tengo harta chamba pendiente) pero es obvio que no voy a poder.
Me encuentro, así, con dos sorprendentes cambios de imagen: el de este blog (gracias, Alberto!!!! De veras fue una super sorpresa) y el de hotmail. Claro que es mucho más lindo el del blog, con su ilustración de Olga Dugina y André Dugin (hay dos cuentos en español ilustrados por ellos, el Sastrecillo Valiente y Los tres pelos del diablo, nomás que acá es dragón en vez de diablo).*Tos, dolor de cabeza, frío*
Y bueno, creo que mejor será que intente volver al sueño, sin fantasmas telefónicos u otras interferencias. Pero antes, dos cosas, dos:Una: Un agradecimiento extraespecial a Luisfey, quien me dejó un lindísimo mail con respecto a lo de no comprar nada (agregaré su aportación, y la de la Fla-k, a la lista ampliada de opciones, asap)
Dos: Me preocupa que el tagboard se haya vuelto inaccesible para Mergruen. ¿Alguien más tiene problemas para dejar ahí sus comentarios? (si es así, déjenmelo dicho aquí abajito, en comments, para que sepa qué tan grave es el problema y veamos cómo resolverlo)