Autor: Raquel

  • El desayuno de antier

    Rax se levanta. Sin acabar de despertar, baja a la cocina. Abre el refri. Busca y rebusca. Opta por huevos con ejotes y salchicha. Pone aceite en spray en una sartén (menos grasa). Pica la salchicha. La añade al sartén ya caliente. Echa un puñado de ejotes en trocitos. Bate y añade el huevo. Descubre, con cierto horror, que los ejotes estaban totalmente CRUDOS y que ya con el huevo será muy difícil que se cuezan.

    Rax se da de topes. Piensa en a)tirar la mezcla b)esperar a que el huevo quede, y entonces sugerir a los comensales que jueguen el juego de quitar pedacitos de ejote de entre la salchicha y el huevo c) echarse a llorar.

    Rax respira hondo y busca en el refri. Encuentra jitomate en caldillo. Lo añade a la mezcla, la tapa y la pone a fuego lento.

    La fam baja a la mesa, preguntando por el desayuno. No les hace gracia que tardará un poco más.

    Tarda bastante más.

    Pero los ejotes quedan bien.

    Rax se acuerda de cuando su tía Estela le puso jabón en vez de sal a la sopa, y decide que hay un mal de familia, pero que, por lo menos, ella lo tiene atenuado…

  • Muchas perspectivas, poco líquido

    No, olitas del mar: no soy genial ni mucho menos. Tengo rachas simpaticonas que se alternan con temporadas bastante macabras. Macabronas. Para llegar a estos días más o menos lindos, tuve que pasar semanas más bien negras, donde lo único que se me ocurría era sentarme a ver ‘No te lo pongas’, que es mi programa favorito de tele, y es vergonzante, porque a Alberto no le gusta ni tantito. Así que me sentaba como zombi a ver solita la tele, mientras una lágrima furtiva resbalaba por mi mejilla helada…

    jejeje.

    Bueno, no es tanto así ;)

    Pero más o menos.

    Alguna vez alguien repeló en el tagboard que este blog no muestra ‘la verdadera yo’. No sé a qué se refería exactamente, pero ahora, que me quedó tan grande el traje de ‘genial’, me quedé pensando en ello. Por supuesto que la Rax que escribe acá es tan verdadera como la que hace los guiones y como la que prepara el desayuno. Hasta me atrevo a decir que son la misma (pues no soy Crazy Jane, por suerte). Pero sería absurdo hacer aquí el desayuno, bloggear en Canal Once y echar guiones a la sartén. Aunque le ponga sal y especias, un guión frito no sabe igual que una carne asada!

    Y para más dificultad, lo que fui también es parte de lo que soy, pero tampoco tiene caso ponerme aquí a ser la chavita de 17 que fui, porque sería muy aburrido para el posible lector, y, especialmente, para mí.

    Total, que, Olitas, no soy genial. Pero me esfuerzo en hacer bien lo que hago: desde un guión hasta una carne asada (aunque dejen les cuento lo que pasó en el desayuno de antier…)

  • Sosprendenteeeee

    Y de pronto resulta que hay hartos proyectos en puerta, que me llaman por fono solicitando mis servicios guionistiles, que haremos teleconferencias para Indesol, que participaré con una recién constituida OC, que el próximo martes empiezo a dar clases de guionismo en dos lugares, que se arma un nuevo taller…

    Eso me da gusto.

    Solo falta que se arregle lo de Diálogos para hacerme totalmente feliz.

    Y gracias a todos todos todos los que apoyaron en eso.

  • El reto de hoy: escribir algo inteligente en menos de tres minutos

    Consideremos, primero, los factores que pueden obstaculizar el triunfo: son las 7 y fracción de la madrugada, tengo sueño, hace frío, tengo que vestirme y arreglarme y desayunar para ir a trabajar. Ah, y tengo el cerebro congelado (no adentro de la cabez, sino en el refri: es un antiguo método para mantenerlo joven: se pone el cerebro en la bandeja de la mantequilla y se deja estar una semana sí, y una no. La semana que uno trae cerebro, es un cerebro un poco lento, pero fresco y joven. La semana que no no trae cerebro, babea sobre las teclas de la computadora y piensa que la mejor opción para el país es que Marthita sea la próxima presidenta. Por eso, sugiero no hacer esto del cerebro refrigerado en semanas de elecciones. La última vez quedó el de las botas en la silla…)

    Ahora, consideremos los aspectos a favor:

    (silencio de un minuto).

    De acuerdo: no puedo escribir hoy algo inteligente, y menos en un rango tan reducido de tiempo. La verdad, no sé a quién se le ocurrió la idea (algún lector sádico) y mucho menos sé por qué les hice caso. Supongo que es porque mi cerebro no está hoy conmigo…

  • Un gato pastoso

    Anoche tuve un sueño raro: iba con Alberto y otras personas (un par de amigos de él y varias personas que en la vida real no conozco) a una clase de yoga. En el camino me enteraba de que yo era quien tenía que dar la clase (absurdo, nunca he tomado una clase de yoga) y mientras se juntaba más público, reflexionaba y me auto-convencía de que no era ético que diera una lección de algo que no sé.

    Y lo que más me preocupaba en el sueño era que los amigos de Alberto me criticaran mala onda (son un cuate y una cuata que, de un modo u otro, me han dado mala vibra desde el principio: siento que nomás no les caigo y lo han medio-demostrado en más de una ocasión).

    Total, que manejaba mi autito con Alberto de copiloto, la demás gente siguiéndonos en otros coches, buscando el lugar adecuado para la clase de yoga. Y en el camino pasábamos junto a un aeropuerto a orillas del mar. Por desgracia no había playa, porque parecía el sitio ideal para la dichosa clase (¡quién la iba a dar? misterio).

    Nos estacionábamos buscando el lugarcito adecuado y me topaba con un espacio verdísimo, húmedo, lleno de plantas y pasto. Había un estanque pequeñito y, a la orilla del mismo, un gato.

    Pero no era cualquier gato: era un gatuelo verde!!! Me acercaba a verlo mejor y me daba cuenta de que, como las paredes y el piso del lugar(?), el gato entero estaba cubierto de pasto, como si le creciera de la piel. Y no parecía molestarle.

    Me acercaba más, con la intención de acariciarlo. El gato caía al estanque. Me lanzaba al agua tras él, para salvarlo. Lo depositaba en tierra y, mientras flotaba en el estanque, me preguntaba si no terminaría yo toda cubierta de hierba también…

    Nos volvíamos a subir al auto, esta vez manejando la amiga de Alberto, conmigo de copilota. Me sentía incómoda porque no quería que ella manejara mi coche, y porque Alberto se había pasado al asiento de atrás. Pero me quedaba calladita, y arrancábamos, seguidos por los otros coches, en busca del sitio para hacer yoga.

    (Y desperté con mi gata en mas piernas, ronroneando suavemente).