Agh
Me costó mucho trabajo solucionar lo del cerebro y el hermano zombie. Por eso no había escrito, pero ya volví. Los días han estado raros, contrastantes, y eso sí: muy cansados. Por eso me cayó de perlas el viajecito a Oaxaca (estoy en Oaxaca): resulta que invitaron a Alberto a un Coloquio Internacional de Imaginación Literaria (eso significa, hartos escritores que leen 10 minutos cada uno, y luego preguntas de la gente); y como ser la novia del escribidor tiene sus privilegios (qué bueno que las exnovias no se enteraron, porque entonces seguiría yo formada en la fila de solicitantas, ja), pues acá ando, gorrona todo pagado :)
El viaje, en avión. Recepción con edecanes y toda la cosa. Hotel bonito, comida sabrosa, y lo que me ha tocado escuchar de las lecturas (la primera mesa fue ayer, hoy tocan otras dos) ha estado muy muy bien. Me gustó en especial un cuento de Felipe Garrido, quien es, por cierto, una persona simpática y cálida.
Creo que de todo el grupo de escritores, escritoras y acompañantes, Alberto y yo somos de los más mocosos. Bueno… hoy llega Jair Cortés, quien es más joven, y eso va a estar cool :)
Espero con especial entusiasmo la lectura de Eliseo Alberto… acá entre nos, de Caracol Beach leí UNA frase que me encantó. Hay libros que me gustan mucho enteros, pero esa frase supera sola a muchos liros enteros, así que creo que se vale ;)
Ahora tengo que hacer un guión: venir de colada no implica darle la espalda a las propias responsabilidades.
Autor: Raquel
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Se busca: cerebro
Ya saben: una semana lo tengo en el refri, otra en la cabeza. Bueno… esta semana tocaba el cerebro en la cabeza. Lo fui a buscar al refri, y ¡no estaba!
–¿Qme bmfubscbas? –me preguntó mi hermano, con esa fea manía de hablar con la boca llena…
Se me heló la sangre. Sí: mi hermano estaba desayunando huevos revueltos con… ¿sesos?
Así que se comió mi cerebro. Es un problema porque ando sin ideas, babeando el teclado, lo que es muy antiestético. Y malo para el teclado. Y es doblemente malo, porque a los cinco minutos de terminar de comérselo, mi hermano comenzó a murmurar sabe dios qué cosas en qué idioma, pero ahora tiene enormes ojeras, mirada perdida, cuerpo rígido y sólo dice ‘yog sothot, dame más sesos’.
Creo que se volvió zombie cuthuliano, o algo así. Y yo incapaz de pensar qué hacer al respecto… -
ya somos mayores de edad
Ayer vi a Maribel, mi amiga de tantos años. Haciendo cuentas, descubrimos que tenemos ¡18 años de amistad! No es poca cosa. Sobre todo, si consideramos que seguimos tan amigas como antes (cosa que no me pasó con nadie más de esos tiempos, ni con muchos de tiempos posteriores).
Nos conocimos, por supuesto, en la escuela. En 1985. Yo llevaba ya una eternidad en el Colegio de las Vizcaínas (Vizcaburras, nos decían) y Maribel llegó porque su escuela anterior se había lastimado mucho en el temblor. Así que fue noviembre, más o menos. Creo que nos sentaron juntas.
Así que compartimos salón durante ese año (4o de primaria) y los siguientes (5o y 6o) y luego los tres de secundaria. Nos sentábamos juntas. Yo le ponía caritas en sus cuadernos, ella me tenía una pluma siempre lista (porque tenía el mal hábito de ir sin pluma a la escuela). Inventábamos loqueras. Planeábamos (y hacíamos) travesuras. Nos animábamos mutuamente tanto en cosas de escuela como en otras. Nos gustaba el mismo escuincle (hoy, hombre casado y respetable); pero eso jamás significó un problema, una competencia, una amargura. Nos gustaba porque teníamos gustos similares, y ya.
Con Maribel estuve en la escolta de la bandera, y con ella me escondía para no entrar a clases. Nos portábamos bien y mal. Una vez la ticher de inglés nos pasó al frente de la clase, «si tanto se ríen, vengan a reir al frente», o algo así. Pasamos y nos reímos. Y nos reímos. Y nos reímos.
Había, claro, diferencias: Maribel era buenaza en el volleyball. Yo era (y soy) una completa inútil para esas cosas. Ella no iba a la escuela en días de lluvia (jejeje), yo andaba sin suéter en las mañanas heladas. A mí me gustaba Edgar Guerra; a ella, Alberto Gómez (que espero que no nos lean, porque es un secreto).
A las dos nos gustaba (y nos gusta) Candy Candy.
En fin: al acabar la secundaria, cambié de escuela. Pero seguimos amigas. Y luego, universidades distintas, claro. Pero no importa…
Digo: en noviembre nuestra amistad cumplió la mayoría de edad. Son pocas las relaciones tan largas y duraderas que tengo. Y la quiero mucho.
(Mi papá lee esto y me dice: «eso no es nada, mi amigo Cano y yo somos amigos desde 1956». Pues sí, pero este blog es mío y no suyo, así que esa historia no será contada aquí, por lo menos no en esta ocasión).
Para terminar: gracias por el rato de ayer, Maribelita! -
Todo, nada, parte dos
Ah… acabo de leer que una mujer hindú se encabronó porque su casi esposo le pidió que aumentara la dote: le pedía 37 monedas de oro y una motocicleta, además de las 30mil rupias que ya había dado.
Pues nada: que la ñora dijo ‘ahora no me caso’, mandó a la chingada al novio y, como ya estaba todo listo para el bodorrio (esto sucedio MINUTOS antes de la ceremonia) le dio penita que se desperdiciara lo que, de todos modos, había sido pagado por su familia (la de ella).
Tons, la mujer decidió que el espectáculo tenía que continuar, escogió a un invitado de la boda (uno que, supongo, le gustaba desde antes) y SE CASÓ CON ÉL.
Y vivieron felices por siempre… o algo así.
La nota, más completa pero sin el toque cálido y raqueloso que sólo yo le puedo dar (jojo) está aquí. -
Todo, nada
No he dormido bien. Es decir, he dormido bien, pero no lo suficiente. Anoche transité de Mundo Vigilia a la Tierra de los Ronquidos con un pensamiento extraño: ¿por qué en ocasiones se aclara que tal o cual personaje durmió ‘poco y mal’? ¿Habrá quien pueda decir que durmió ‘poco y bien’? Estos días, o mejor dicho, estas noches, mi paso por Ronquidolandia se reduce a cinco o seis horas raquíticas y veloces. Y lo único que me queda a la mañana (además del dolor de espalda, los ojos rojos y el mal humor) es la sensación de que es imposible dormir ‘poco y bien’.
Si pudiera, me iría ahora mismo a la cama, cerraría los ojos y soñaría en tecnicolor unas doce o quince horas. Despertaría con la voz en off del Narrador Omninarrante que anida en mi cabeza. Diría más o menos:
«Rax despertó con el corazón ligero y el alma sonriente: por fin había dormido mucho y bien».
Claro, el Narrador ése es medio rancio (no sé cómo decirlo, horror. Si fuera inglés, diría ‘cheesy’)….