No fui a trabajar. En vez, me llevaron al doctor. Me revisó la boca, la nariz y los oídos; me escuchó el pecho y la espalda.
-Tienes rinocerontitis-dijo.
Entendí todo: me siento mal porque me estoy convirtiendo en rinoceronte. La nariz produce lo que será mi cuerno (¿keratina líquida?), mi garganta se ensancha para que pueda yo maullar como rinoceronte, mi piel se cuartea porque crea nuevas capas protectoras.
Pensé que lo correcto sería embestir al doctor, para que se diera cuenta de mi resignación ante el cambio. Pensé que me felicitaría.
Pero no me felicitó: se enojó, pidió que me controlaran y cuando le expliqué mi razonamiento, me repitió más despacio que lo que tengo es rinoencefalitis. ¡Es mi cerebro el que se está transformando! Yupi. Seré rinoceronte por dentro, pero humana por fuera. Y de todos modos, podré maullar como rinoceronte, a menos que me tome las estúpidas medicinas que me recetó.
Autor: Raquel
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FUERAAAAAAAAA… de programa
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falso contacto
hoy la tos no me dejó pensar. y eso que ya casi estoy bien :(
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No, porque es pecado
No, no: los domingos no escribo, no leo, no pienso, no como, no respiro…
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Intermedio
(Es fin de semana)
Tralalá turiruri shubidubi tralalá….
(El lunes le seguimos) -
Mientras tanto, en una agencia de publicidad…
El gran empresario frunció el ceño mientras leía la orden judicial. Del otro lado del escritorio, su abogado temblaba perceptiblemente: era obvio que a su patrón no le hacía gracia que hubiera una orden de trepanar a todos sus publicistas, y menos gracia le hacía que no hubiera triquiñuela capaz de evitarlo.
El abogado comenzó a actualizar su CV mentalmente, seguro de que mejor sería comenzar a buscar otro trabajo.
Y entonces, el gran empresario, el zar de la publicidad, rompió el silencio, preguntando si dicha orden ya había sido obedecida en las otras agencias y, de ser así, cuál había sido el impacto económico.
El abogado suspiró: tal vez todavía tenía salvación. Informó a su patrón que sí, que las demás agencias ya habían obedecido la orden, y que el daño económico había sido inferior al ocurrido cuando la huelga de creativos del año antepasado.
El zar de la publicidad sonrió y comenzó a analizar las ventajas de trepanar a sus empleados. Le dijo al abogado que tomara providencias para empezar con las operaciones al día siguiente y, cuando estuvo solo, llamó a su hermano gemelo más maligno, el que trabajaba (casual y providencialmente) en los laboratorios nacionales de investigación neuronal. Luego de saludarlo cariñosamente y preguntarle por la familia, el gran empresario le pidió a su hermano que investigara la forma de aprovechar la trepanación para crear accesos directos a regiones cerebrales de sus empleados e impedir así el cansancio, el frío, el hambre…
Su hermano gemelo más maligno aplaudió la idea, y prometió llamar de vuelta con un plan en menos de media hora.