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  • Ay papás: esos nombres…

    Caso 1
    Mi hermano, de chico, odiaba su nombre: nadie lo pronunciaba correctamente, se lo cambiaban, lo escribían mal. ¿Javier? ¿Javién? ¿Fabián? ¿Fabién? Siempre le estaban preguntando. Y él respondía, en el límite de la paciencia: Fabien. Como Fabián, pero con e, y el acento en la primera sílaba.

    A mi hermano casi le da el patatús el día que se enteró de que, en francés, «Fabien» se pronuncia… Fabián. «¡Me hubieran puesto Fabián!», se quejó.
    Pero, nada. Mi mamá era fan de Antoine de Saint-Exupery y como no le iba a poner a su hijo «Principito», «Borracho» o «Asteroide 2XL», pues le tocó Fabien.

    Bueno, no: más bien, mi mamá era medio snob y no le iba a poner «Principito» a su hijo porque ése es el libro más conocido de don Antuán. Así que se fue por un libro menos conocido del francés, «Vuelo nocturno», y bautizó al hijín con el nombre del protagonista.

    Bueno, no: más bien, «Vuelo nocturno» era uno de los libros favoritos de mi mamá y le cayó en gracia que el protagonista se llamara como su marido, nomás que en francés. O pensó que era choteado ponerle al hijo el mismo nombre del papá y le varió una letra, inspirada por su libro favorito. Vayan ustedes a saber.

    El chiste es que mi hermanín sufrió su nombre por años y hace unas semanas me dio la sorpresa de que ya le gustaba «por original». Qué bueno. Era eso, o sufrir por siempre, o entablar un juicio para cambiar de nombre. Y mi experiencia con los registros civiles me dicen que es mejor no meterse en eso…

    Caso 2
    Mi mamá y mis tías nos cuentan de la vecina que tenía dos hijos: el niño era Arsubanípal Nabucodonosor y la niña era Bimbo Querubín. Me tocó conocer a doña Bimbo Querubín cuando tenía ya sus cuarenta. No hablaré del contraste entre nombre y apariencia para que ustedes se lo imaginen (pero piensen en Ninón Sevilla en telenovela de los 80’s).

    ¿De dónde sacó la mamá esos nombres? ¿Por qué lo hizo? Misterio.

    Caso 3
    Alberto fue miembro del jurado de un concurso juvenil. ¡Ay, los nombres de los participantes! Hay nombres clásicos con ortografía «moderna» (yo diría «salvaje») como Joebanna (sí, es variación de «Giovanna», que no es sino «Juana») o la aberración esta de «Yahír» (el nombre árabe es Khahir, así que la KH se debería pronunciar como J. Seguramente así pasó al latín, pero al adoptarlo los sajones, convirtieron el sonido fuerte de la j en una y, y como nosotros somos siervos del imperio, preferimos pronunciarlo como ellos en vez de cuidar nuestro idioma. Pero no falta la secretaria del registro civil que pone la letra que mejor le suena -no para mexicanizar el nombre, sino para no pensar- y ¡tachán! tenemos Yahír, un muchachito que se gana un premio en un concurso de canto mediocre, es explotado por una televisora y al año siguiente, 20 de cada cien niños mexicanos que nacen, se llaman como él, con los mismos horrores ortográficos. Ora sí, respirar hondo, tranquilizarse…).

    Pero también hay nombres de «nueva cuña» (no recuerdo ninguno, pero llevan hartas «w», «y» y «ll» que suenan como «l»), nombres bíblicos mal puestos («Areli», por ejemplo, bíblicamente es nombre de hombre) o las clásicas duplas telenoveleras: «Andrea Cristina», «Felipe Humberto», «Sandra Teresa».

    Caso 4
    Hay otros tipos de nombres que, por sí solos, no tienen nada de malo; pero que al ignorar el contexto se vuelven verdaderas afrentas: ponerle «Blanca» a una niña muy morena puede funcionar en una novela de Ibargüengoitia, pero en la primaria es un crimen; Yenifer Pérez suena tan mal como Xicotencatl Erreconerrechea; Herculano, Eloy, Penélope y Agapito sufrirán acoso sexual hasta la prepa.

    Bianca Castro será llamada «Biancacas», Melitón será objeto de miles de rimas tontas, América siempre tendrá que fingir una sonrisa cuando le digan «Y yo me llamo Guadalajara». Mejor ni hablar de lo que sufrirá Anodis.

    Si el apellido es Beteta, ¿seguro quieren que el niño se llame Clodoveo o Ramiro? Nunca una niña debe tener un nombre terminado en «uta». Bueno, un niño tampoco debería llamarse, digamos, Canuto: ella siempre será, en las rimas escolares, puta (y él, por supuesto, puto).

    -De acuerdo, hay apellidos que en sí mismos son terriblemente crueles. Pero ahí sí, ni qué hacer, excepto evitar potenciarlos con nombres feos o que se presten al chiste-.

    Exhorto

    Papases y mamases: Si somos realistas, llegaremos a la conclusión de que cualquier nombre puede ser deformado por la chaviza en la primaria y la secundaria, y que es mejor enseñarle a los hijines a ser asertivos y todo eso. Pero también se les puede ayudar. Piensen tantito antes de ponerles el nombre. Díganlo en voz alta, con todo y sus dos apellidos. Escríbanlo.

    Piensen que «Bubi» puede sonar muy tierno cuando «Bubi» tiene dos o tres años, pero que a a los cuarenta nadie le tomará en serio (sea hombre o mujer). Que «Osiris» era un dios todopoderoso y bien acá, por lo que su nombre es poco apto para una chiquilina que no medirá más de uno cincuenta. Que el primer exnovio ardido cambiará el nombre de Rita por el de «Zorrita» (o que si Rita es grande y con sobre peso, le dirán «Rota»).

    Que si quieren un nombre de la biblia, hay algunos hermosísimos (como Raquel, claro), por lo que no es necesario ponerle a un niño el nombre de un lugar (Mahanaim no es nombre de persona) o de objeto (Kehilá Zohar significa «Comunidad del resplandor»… ¡y no está en la biblia!)

    Antes de ponerle el nombre de la abuela, pregúntense: ¿la abuela era feliz llamándose Romualda? ¿de veras? Y si quieren ponerle dos nombres, ¿no podrían ser los dos bonitos, y de una extensión que permita al niño -o niña- pronunciarlos?

    Uno de mis primos se llamaba Kennedy (si, por el primer marido de la Jackie), una de mis tías era Amparo Rafaela. He visto el dolor de cerca así que los conmino a poner nombres bonitos y clásicos. En la sencillez está la elegancia.

    Y para que se decidan… una leyenda

    Según algunas escuelas de pensamiento, el nombre que se pone al bebé influye en el alma que habitará el cuerpo. Por eso el afán de ponerle el nombre del familiar recién fallecido. Según estas teorías, al usar un nombre «ajeno» o «inventado» traería almas de otras latitudes (¿le gustaría tener al alma de Hitler en el cuerpo de su bebé, señora? ¿o la de Marilyn Monroe en su -ahora- inocente pequeña?

    Según esto, el mundo anda tan mal porque, como la humanidad se expande tanto, ya se acabaron las almas humanas y ahora los cuerpecitos de los bebés son tomados por ¡seres extraterrestres! Lo que se potencia al usar nombres como Iyaricupé o Izavelle.

    Ya sé, suena a argumento de dianética y yo tampoco me lo creo. Pero ¡pongan nombres bonitos a sus niños, caray!

  • London, entonces y ahora

    1. London entonces

    La primera vez que los vi fue en enero de 1997. Era su tercera visita a México y, si no me equivoco terriblemente, la tocada fue en Rockotitlán. Lo más impresionante aquella vez fue que, al terminar de tocar, los fulanos se bajaron del escenario a pasar el rato con la gente. Como que no se creían las grandes estrellas, y eso se agradece.

    Entonces, lo más interesante de London After Midnight era que los tipos estaban buenísimos. Tal cual. Altototes, flaquísimos, super producidos: el sueño dark a todo lo que da. La vieja guardia decía no escucharlos por «posers» (les criticaban mucho que una rola empezara con lluviecita, o que otra se burlara de la otscuridá, o que otra tocara asuntos políticos): era una banda joven de darketines guapos que tenía que demostrar que había llegado para quedarse, y no para convertirse en agrupación de ska como alguna tristemente célebre banda ex-dark mexicana -de la que no hablaremos acá.

    En todo caso, Sean (vocalista) y Michael (hombre en la guitarra) se veían más o menos así en esos entonces:

    (La foto no es de mi archivo, sino tomada del sitio oficial de LAM. Sepa dios dónde estarán mis fotos de aquel entonces).

    Luego los volví a ver en 2001. Dos veces. Una aquí y otra en Los Ángeles (pero no, no soy una de esas seguidoras psicópatas: fue la pura casualidad la que me llevó a verlos en el Whiskey Agogo un poco antes de que vinieran al Salón 21…

    Esta es la propa del Whiskey, por cierto.

    Y luego estuvieron en el Salón 21, como ya dije. Al terminar el concierto nos fuimos a Dadax y… ¡ahí fueron a dar ellos también! Ya dije que no soy seguidora psicópata, pero tampoco era cosa de desaprovechar la oportunidad de una foto como ésta:

    (qué chaparrita me veo junto a Sean. También me veo gorda, pero eso no es a causa de la flacura del tipo: de veras estaba yo muy pasadita de peso (no como ahora, que soy una sílfide. ajá. jajá).

    London, ahora

    Y la noticia es que tocaron de nuevo en México, después de tanto tiempo (bueno, estuvieron acá en 2003, pero no fui a verlos, así que, para mí, no cuenta). Yo no pensaba ir, básicamente porque 380 pesos por un concierto me parece un dineral, pero fui convencida y financiada por mi querido amigo Memo (por cierto, hoy es su cumple, ¡muchas felicidades!). Así que fui. Y me la pasé bomba. Lo mejor de todo es que ahora London after midnight es una banda con sus buenos años (nadie los acusaría de newbies) y el tiempo les ha dado sustancia.

    (Ya perdí el punto al que quería llegar, me choca cuando sucede esto. Así que los dejo con fotito de Sean de 2001 y me pongo a trabajar).

  • Tengo hambre y fantaseo con comida

    Así que inventé en mi mente esta receta (a partir de algunas recetas ya existentes, claro) y me muero de ganas de llegar a experimentarla:

    1 lata o tetrabrick de caldillo de tomate verde
    1 pechuga de pollo, cocida y deshebrada (tip: puede ser de un pollo rostizado)
    1 lata de frijoles enteros, bayos (o de alubia… ésas vienen en frasco)
    1 tetrabrick de consomé de pollo (o una lata de consomé de res campbells)
    1 bolsa de nachos naturales (o sea, tortilla dura)
    Crema, queso.

    ¿Qué haría con todo eso?

    1. Calentar el caldillo diluido en el consomé de pollo
    2. Cuando hirviera, agregar el pollo y los frijolitos (escurridos)
    3. Cocinar a fuego bajito unos diez minutos
    4. Al servir, ponerle los nachos, el queso y la crema.


    Variaciones

    a) En vez de frijoles, usar habas o chícharos
    b) en vez de consomé de pollo, usar caldo de verduras. O agua y consomé en polvo.
    c) En vez de los nachos, tortilla, para chopearla (no viene de «chop» sino de «chopitas»)
    d) Una rebanada de queso gouda y unos segundines en el micro, antes de la crema
    e) Queso crema o cotija o parmesano


    Me muero de hambre

  • La burocracia es invencible

    Ayer fue miércoles. Fui a recoger mi acta. Y me la dieron. Así, a la primera. Sin tener que llorar, rogar o amenazar. Y estaba correcta. Todos los datos en su sitio.
    La pura felicidad.

    Así que hoy fui a la Universidá. A dejar el acta, claro. Pensé que para marzo o abril podría estar titulada: entrego el acta, me asignan sinodales, me dan sus votos, hago el examen. Así de simple.

    Ilusa.

    Llegué a la oficina correspondiente alrededor de las nueve. Letrero: atendemos de 10 a 2. Hice tiempo. Regresé. Ya estaban ahí. Esperé a que me atendieran (¡Era un reno de fieltro eso que cosía la secretaria del escritorio del fondo…?).

    (PAUSA DRAMÁTICA)

    Me atendieron, sí. Y me recibieron el acta. Y me dijeron que…

    (NUEVA PAUSA DRAMÁTICA)

    …que hay que esperar CUARENTA días HÁBILES para que terminen con la revisión de estudios y podamos seguir con lo que sigue. ¿Me avisan? No, yo tengo que ir, «darme mi vuelta» por ahí de finales de enero, para que me digan como va el trámite.

    Bueno, cuarenta días hábiles de descanso, pensé.

    Pero entonces me di cuenta de que no me han pagado octubre en la chamba. Pregunté y me dijeron que es un error. Que es cosa de un trámite de aclaración. Trámite. Burocracia. Brrr.

  • Sobre la gente que habla spanglish y cree que es de lo más "high" meter palabras en inglés cada tres palabras en español…

    Pues nada, que a mí me caen como piedrita en el hígado. Me parece muy triste que gente más o menos «ilustrada» crea que el idioma que le tocó en suerte es menos «distinguido» que otras lenguas y que se empeñe tanto en «demostrar» su poliglotismo.

    Yo sé que no siempre encontramos la palabra adecuada en español, pero, al menos en mi caso, casi siempre es a causa de mi propia ignorancia, no a falta de palabras en nuestro idioma. Ya sé que hay palabras como «web» o «cedé», que medio españolizamos pero que quedan básicamente en inglés, (o «cool», que, debo admitir, es una de mis favoritas). Algunas se arraigan tan fuerte que se convierten en parte de nuestro idioma, y eso está bien hasta cierto punto: es como las lenguas continúan vivas, crecen, se adaptan a los nuevos tiempos. Es parte de vivir en la aldea global (y de pasar ocho horas diarias en la red) y blablablá.

    Lo que me encabrona es, más bien, encontrar textos del tipo:

    Pues fui al theatre a ver una movie, you know what I mean? Pero llegamos too late y ya estaba todo sold out. Pout pout. IMHO, los cines deberían ser, you know, bigger. Fuck them all.

    Me da asquito, la verdad. Porque en ese afán de desconocer el español, sólo empobrecen un idioma -sin enriquecer al otro, por cierto-. Y, para colmo, ¿creen que por hablar -¡escribir!- así van a hacer que los gringos se enamoren de ellos? ¿que el primer mundo los mirará con respeto? Sinceramente… no lo creo.

    Y peor los mexicanitos que hablan en madrileño: ¡puajjjjjj! Y explico por qué con esta chulada de pensamiento, de don Rubén Bonifaz Nuño:

    Tenemos que cuidar nuestra lengua nacional, que sin duda es una forma del español que se nos impuso en otro tiempo, pero que, si lo dominamos, podemos enseñárselo, ya como conquistadores, a los mismos españoles, cuyos escritores y académicos desde hace tiempo escriben pésimamente. Basta con leer la última edición del Diccionario de la Real Academia Española para percatarse de que están deshaciendo el idioma. Lo malo es que ese español en estado putrefacto que se habla en España, se nos está imponiendo a través de los medios de comunicación masiva.