1
Fue el mayordomo. Lo supe nada más entrar a la sala y verlo con la pistola humeante en la mano.
–Me has descubierto–dijo con voz cavernosa–: vas a morir.
En el momento en que me disparó abrí los ojos: todo había sido una terrible pesadilla.
2.
Ella vestía de blanco y su sonrisa era tan pura como su atuendo. En el instante mismo en que me sonrió sentí que mi corazón se detenía. Qué suerte que es enfermera, pude pensar antes de desvanecerme.
3.
Uno piensa que la vida es sencilla, que todo es cosa de nacer, crecer, reproducirse y morir, que basta con avanzar día a día para llegar al final. Pero uno se equivoca. Y Franz Schmidt-Jones lo descubrió del modo más doloroso, aquella mañana que decidió ir a pasear por la orilla del Rhin sin un paraguas.
4.
La máquina que estaba frente a mí era portentosa.
–Es bellísima–dije.
–¿Bellísima?–respondió el doctor–. Eso es poco. Es portentosa: tan sólo mira su soporte.
–¿Qué tiene de particular?–pregunté, confesando así mi ignorancia.
–El soporte D.S.D. es un soporte de gran elasticidad radial y axial. Es muy
apropiado en las suspensiones elásticas de máquinas que presentan vibra-
ciones de componentes horizontales. Está constituido por dos armaduras planas. La armadura superior es circular y lleva un agujero pasante o tuerca para el atornillamiento o sujeción a la máquina o bastidor. La armadura inferior tiene forma elíptica con dos orejas en las que van taladrados los agujeros de fijación al suelo.
Las dos armaduras paralelas están unidas mediante una masa de caucho adherida a las mismas, en forma de cúpula.
–Wow.
5.
Terminé de violarla y prendí el horno. Lo calenté a 300 grados F y me relamí, pensando en el banquete que me esperaba. Ella lloraba quedito, sabía que iba a morir en manos de un gourmet.
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