1. Llegar, de alguna manera, al Palacio de Bellas Artes (a pie o en metro son las mejores opciones).
2. Atravesar la avenida Juárez para llegar al Sears.
3. Entrar al Sears, con cara de «no, no quiero muestras de perfume».
4. Tomar el elevador. Ir al piso 8.
5. Entrar a la cafetería. (¿O es salir a la cafetería?).
6. Yo recomiendo pedir un sencha-limón frío.
7. Beberlo d e s p a c i o, disfrutando el panorama, el vientecillo en la cara, el rumor -lejano y por lo mismo inocuo- de los automóviles atascados en el Eje Lázaro Cárdenas. Es buena idea acompañar la bebida de un buen libro. Recomiendo a Pérez Estrada para magnificar la experiencia; pero Alberto Ruy Sánchez es buena opción (y más fácil de conseguir en México).
Realmente es una experiencia gozosa, un buen sustituto de la comproterapia: en vez de ir a comprar cosas que no necesitamos y que en vez de reducir el estrés nos acrecientan la culpa, descansamos un ratito de la vida atrabancada.
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