Para hacer un regalo en esta temporada, decidí hacer algo nuevo en este sitio. Traduje un artículo del Washington Post acerca del origen de las luces navideñas, que yo no conocía y es una historia apasionante. Aquí se los dejo, con algunas notas escritas por mí e ilustraciones para complementar la historia. ¡Ojalá les guste, y felices fiestas!
Luces de Navidad — traídas a usted por un judío del mundo musulmán
Los judíos del Imperio Otomano fueron pioneros en el mercado de luces navideñas hace un siglo, pero el nativismo, el antisemitismo y la islamofobia oscurecieron esta historia.
Perspectiva por Devin E. Naar*, publicado en The Washington Post el 21 de diciembre de 2022
Traducción y selección de ilustraciones de Raquel Castro, como regalo para desearte felices fiestas en este invierno 2022.
Los estadounidenses gastan más de quinientos millones de dólares anuales en 150 millones de unidades de luces navideñas importadas. U.S. News & World Report clasifica las mejores pantallas de luces navideñas. Y el reality show de ABC «The Great Christmas Light Fight» estrenó recientemente su 10ª temporada. Las luces navideñas, en resumen, no solo son omnipresentes sino también fundamentales para la cultura estadounidense.
Pero no siempre ha sido así. El hombre al que se le atribuye la popularización de las luces navideñas a principios del siglo 20, Albert Sadacca, nunca había celebrado la Navidad. De hecho, era un judío del mundo musulmán.
Cómo Sadacca (1901-1980), sus hermanos y otros judíos del Imperio Otomano fueron pioneros en el mercado de luces navideñas hace un siglo revela un lado oscuro de su historia, uno moldeado por el nativismo, el antisemitismo, la islamofobia y la explotación laboral. Esas fuerzas han borrado el trasfondo judío otomano de Sadacca de nuestra comprensión de esta festividad y las luces centelleantes que la iluminan.
Sadacca, sus padres y cinco hermanos vinieron de Canakkale, un pueblo al otro lado de Estambul, cruzando el Mar de Mármara, en el lado asiático de los Dardanelos. La familia llegó a los Estados Unidos entre 1907 y 1911, cuando el Imperio Otomano se embarcó en una década cataclísmica de guerra. Se contaban entre los 60.000 judíos del Imperio Otomano (hoy Turquía, Grecia, Siria y otros lugares) que llegaron durante el primer cuarto del siglo XX. Un pequeño grupo comparado con los 2 millones de judíos de Europa del Este que llegaron en la misma época, los judíos otomanos desconcertaron por igual a los funcionarios de inmigración y a los nuevos vecinos. Eran en gran parte los descendientes de judíos expulsados de España en 1492 que encontraron refugio en el Imperio Otomano.
Estos judíos sefardíes desarrollaron un idioma conocido como ladino, que fusionó el español castellano con el hebreo, el turco, el griego y el italiano, que escribieron en letras hebreas. Los judíos de Europa del Este que se asentaron en el Lower East Side de Nueva York no podían imaginar judíos que no hablaran idish. En cambio, los judíos sefardíes gravitaron hacia las comunidades puertorriqueñas en Harlem, debido a la similitud de sus idiomas.
De acuerdo con las clasificaciones raciales inspiradas en la eugenesia de la época, ¿eran estos recién llegados «hebreos»? ¿O «turcos»? En cualquier caso, las autoridades de inmigración los consideraron parte de una «invasión» de «países asiáticos occidentales» que amenazaba con socavar el carácter blanco y protestante del país. Algunos se vieron atrapados por las leyes de inmigración que excluían a los musulmanes al prohibir a aquellos que practicaban la poligamia o provenían de sociedades polígamas. Hubo encendidos debates en la prensa y los tribunales sobre si los del Imperio Otomano deberían ser elegibles para la naturalización, un privilegio disponible para aquellos considerados «blancos» por ley, siempre una categoría controvertida.
Los judíos otomanos, que se llamaban a sí mismos turquinos (en ladino), buscaron consuelo entre los suyos. Establecieron cafés, sociedades de ayuda mutua, sinagogas, escuelas religiosas, periódicos en ladino, compañías de teatro y organizaciones sociales y políticas en Nueva York y en ciudades de todo el país, desde Atlanta hasta Indianápolis, Los Ángeles y Seattle. En Nueva York, algunos encontraron trabajo como asistentes de guardarropa, zapateros, vendedores ambulantes de postales o concesionarios de teatro. Muchos trabajaban en la industria de la confección o en fábricas de baterías, linternas y bombillas.
Algunos turquinos de ciudades cercanas a Estambul habían trabajado como soldadores colocando tapas en latas para un manjar local: yogur. Esa experiencia les consiguió puestos en las fábricas de bombillas de Thomas Edison en Orange, Nueva Jersey, y Long Island City. En las fábricas de baterías, las condiciones eran tan terribles (con semanas laborales de 54 horas y bajos salarios) que 900 turcos organizaron una gran huelga en 1916. Se inscribieron en el sindicato de trabajadores metalúrgicos; y algunos se unieron al Partido Socialista. La primera novela estadounidense en ladino, Amerika! ¡Amerika! de Simon Nessim (publicada en 1917), dramatizó la huelga y las ansiedades y aspiraciones de los turcos durante la Primera Guerra Mundial.
Los Sadacca confiaron en su comunidad turquina, estableciéndose primero en el Lower East Side en 1911 y luego en Harlem. El patriarca, Haim, y sus hijos mayores Henri, Nissim y Leon, empezaron trabajando en una heladería mientras el joven Albert asistía a la escuela. Cuando varios miembros de la familia murieron prematuramente, la Sociedad de Ayuda Mutua Source of Life of the Dardanelles (Fuente de Vida de los Dardanelos), organizó los entierros en un cementerio sefardí en Queens.
Henri fue el primero en hacer olas comerciales aprovechando el conocimiento comunitario. El semanario ladino de Nueva York, La Amerika, lo elogió en 1916 por abrir una floristería en el paseo marítimo de Atlantic City, que rápidamente se expandió a la venta de flores artificiales, incluidas rosas sintéticas que se iluminaban con baterías. Henri patentó su invento y trasladó el negocio a la ciudad de Nueva York, donde él y sus hermanos abrieron la French Novelty Shop (tienda de novedades francesas) en el 130 W. de la calle 23. En el negocio emplearon a otros turquinos, que también invirtieron en la compañía.
Cuenta la leyenda que en 1917, después de enterarse de un incendio devastador causado por velas colocadas en un árbol de Navidad (todavía la forma común de iluminación en ese momento) Albert exploró las mercancías en la tienda familiar y conectó una serie de luces a batería; y supuso que colocarlas en un árbol de Navidad podría crear el mismo efecto iluminado, pero de manera segura. La verdad es que el socio de Edison, Edward Johnson, ya había desarrollado un diseño similar para las luces navideñas, pero solo ahora ganó fuerza el concepto, a medida que las unidades se produjeron en masa y resultaron asequibles.
Pronto Henri, Albert y Leon comenzaron a producir cadenas de luces, primero de baterías y luego eléctricas. Además de ellos, las familias Penso, Barocas, Fintz y Levy, todas turquinas, así como varios judíos de Europa del Este, entraron en la industria en expansión.
En 1923, el presidente Calvin Coolidge inició la celebración de la víspera de Navidad del país con 3.000 luces eléctricas sobre el árbol de Navidad de la Casa Blanca. Coolidge acababa de dar su primer discurso presidencial, pidiendo una estricta restricción de inmigración y declarando que «Estados Unidos debe mantenerse estadounidense». Pronto firmó la ley de inmigración de 1924, limitando severamente la inmigración de judíos y todos los demás del este y sur de Europa y más allá. A pesar del elevado nativismo, los turquinos prosperaron a medida que aumentaba la demanda de luces navideñas, y en 1925 los Sadacca formaron una asociación comercial, la National Outfit Manufacturer’s Association (Asociación Nacional de Fabricantes de Equipos), conocida como NOMA. Un año más tarde, los miembros de la asociación se fusionaron en una sola empresa, la NOMA Electric Co.
Pero un escándalo que envolvió a la familia en 1928 obligó a los Sadacca a ocultar su verdadera identidad. Cuando una secretaria de NOMA, de 17 años, quedó embarazada, su padre amenazó con matar a Albert si no se casaba con ella. A esto siguieron las demandas legales. Desafortunadamente, no había nada inusual en que un hombre mayor se aprovechara de su posición de autoridad sobre una empleada, excepto por cómo se retrataba en los medios de comunicación. La prensa saltó sobre la identidad de Sadacca como «turco» y afirmó que estaba dirigiendo un «harén» desde una habitación de hotel equipada con «lujosos muebles turcos».
El escándalo estalló en un momento de sentimiento anti-turco. Los lazos entre Turquía (el sucesor del Imperio Otomano) y los Estados Unidos se cortaron durante la Primera Guerra Mundial, y la imagen del «Turco Terrible» se cernía sobre ella. El asesinato masivo de armenios por parte del estado otomano en 1915-1916 reforzó la imagen. En 1927, los opositores a la reanudación de las relaciones de Estados Unidos con Turquía circularon un panfleto en el que alegaban que el líder de la república turca, Mustafa Kemal Ataturk, mantenía cautivas a cientos de miles de mujeres cristianas blancas como «esclavas» en «harenes turcos». Finalmente, las falsas acusaciones cedieron y las relaciones diplomáticas se reanudaron más tarde ese año. Sin embargo, eso no impidió que la imagen del turco lascivo fuera dirigida contra Sadacca.
Con todo, Sadacca y NOMA sobrevivieron al escándalo. Albert Sadacca disimuló, declarando que no era turco, sino de Madrid: como español, no podía ser culpable de dirigir un harén. Su nueva historia de origen se quedó. La repitió por el resto de su vida, lo mismo a la junta de reclutamiento (1942) que a Newsweek (1970). Hay que considerar que, durante la Primera Guerra Mundial, los periódicos ladinos habían hecho campaña para que sus suscriptores dejaran de usar designaciones estigmatizadas como «turco» u «oriental». Deberían afirmar ser los herederos de los judíos españoles exiliados medio milenio antes -argumentaban los periódicos- y así reclamar el estatus europeo y, en última instancia, blanco.
Cuando golpeó la Gran Depresión, NOMA se mantuvo en el negocio argumentando que en tiempos tan difíciles, los estadounidenses necesitaban la comodidad y el calor de la familia reunida en casa alrededor de las luces del árbol de Navidad. NOMA se expandió para fabricar congeladores, estufas, muñecas, calentadores, tornillos y galletas. NOMA detuvo la producción de luces navideñas durante la Segunda Guerra Mundial para fabricar municiones de guerra, pero la compañía fue parte de la recuperación económica de la posguerra. Para 1947, las ventas de NOMA superaron los $ 42 millones. Fue el mayor productor de luces navideñas del mundo desde la década de 1930 hasta la década de 1960.
La marca NOMA continúa hoy en Canadá. Pero Albert Sadacca ha quedado reducido a leyenda, mientras que los orígenes de la familia se han difuminado. Sin embargo, su legado persiste en los hogares de todo Estados Unidos. Irving Berlin, el compositor judío ruso de «White Christmas», y Mel Tormé, hijo de judíos polacos que compuso «Chestnuts Roasting on an Open Fire», produjeron una nueva banda sonora navideña desprovista de cristianismo. Los Sadacca, judíos sefardíes del Imperio Otomano, también proporcionaron una imagen más secular para la festividad: el árbol de Navidad iluminado por luces eléctricas, deslumbrándonos y deleitándonos durante más de un siglo.
*Devin E. Naar es profesor asociado de Estudios Judíos e Historia y fundador y presidente del Programa de Estudios Sefardíes de la Universidad de Washington en Seattle. Su primer libro, Salónica judía: entre el Imperio Otomano y la Grecia moderna, ganó un Premio Nacional del Libro Judío en Estados Unidos.
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