Categoría: Varia invención

Todo lo que no cae en otras categorías. O bien: pura loquera.

  • El placer de ser cursi

    Le hice un dramita estúpido a uno de mis mejores amigos porque no soy muy hábil para enfrentar cierto tipo de bromas. Ahora me siento apenada con él, porque realmente lo quiero mucho. Y porque realmente me porté como una tonta.

    En cualquier caso, asumo que me va a perdonar como ya le perdoné la mala broma.

    Y más importante, me dejó pensando acerca de la cursilería como valor.

    Gracias, Cent.

    Y bueno… me salgo del clóset de la cursilería hoy hoy hoy, hoy que me casé y que me di cuenta de que soy querida no sólo por mi marido, sino por familia y amigos… hoy que usé una rosa en el cabello y que el Cent me dijo cosas tan lindas pese a mis panchos… hoy, pues, seré una cursi… y qué :)

  • Despedida en cinco tiempos

    Uno: Vizcaínas, hace dos millones de años.

    Ultimo día de clase. Maribel y yo pasábamos de segundo a tercero, nos quedaba un año más en la secundaria. Pero estábamos tristes. Hay despedidas que llegan antes de lo que uno se imagina.

    Nos encontramos un poema de José Angel Buesa. De ésos que luego iba a recitar al hartazgo Paco Stanley, antes de que lo mataran y la gente dejara de imitarlo en todo momento (ahora imitan a Adal Ramonez. Me pregunto si… bueh).

    Es un poema cursi, pero servía bien, nos prestaba palabras para despedir a ciertos álguienes. Decía:

    Te digo adiós y acaso te quiero todavía

    no sé si he de olvidarte, pero te digo adiós…


    Y, efectivamente, sigo sin olvidar a los que se fueron, pero aunque los volví a ver, están idos. Para siempre.

    Dos: Leo el texto de hoy de Casciari y se me figura un poco al poema de Buesa. No es cursi, no; pero me presta esas palabras que yo aún no sabría formular. Estamos cerrando un ciclo y yo no me había dado cuenta.

    Tres: Las diez plagas, los siete sellos, las 9 señales. Cada fin de ciclo se acompaña de señales que pueden ser o no reconocidas. En mi caso, hay algunas endógenas: la boda, el cansancio matutino, la ida a Vizcaínas, el desligue total y definitivo con algunos que fueron amigos queridos y que hoy sé hostiles (y hacia los que profeso la misma cálida hostilidad). Cure ya vino.

    Y están las exógenas: Putito, mi visitante anónimo, que tan fácilmente me hizo decidir quitar tagboard y comments; el cierre de otros blogs (Felisa, Mujer gorda, etecé); la huelga que sostuvo por un par de semanas mi modem.

    Cuatro: Nada ocurre sin contexto. Los hechos se concatenan. Hay momentos en que pienso en Putito, mi visitante anónimo (Mamá, ya le puse nombre. ¿Nos lo podemos quedar? ¡Es tan mierdita, tan tierno a su modo!), bien podría ser alguno de aquellos que un día consideré amigos y blablabla. Otro ejemplo: justo cuando estoy pensando en rediseñar esto, leo lo de Hernán.

    Otro: justo cuando va a salir la entrevista sobre blogs en televisa, me siento enhuevada para seguir escribiendo.

    Y hago las cosas y luego les pienso el por qué.

    Cinco: el asunto es que todavía no sé si esto es una despedida temporal o definitiva. Incluso cabe la posibilidad de que no interrumpa la escribidera; pero de que esto se acabó hace semanas, y de que hoy le estamos dando el cierre formal, no tengo duda. O bueno… al menos, no muchas dudas. Creo.

    Bueh.

  • Más Vizcaínas

    Éste es el lugar donde pasé seis de los 12 años que estuve en las Vizcaínas. Esta foto me recuerda varias cosas:

    a) un recreo que duró dos horas

    b) César Gabián, un compañerito al que yo maltrataba porque a los 10 años no sabes mostrar la atracción de otro modo (ahora me siento vagamente apenada).

    c) Mauricio Aranda emulando a los niños héroes

    d) La historia de cierto fantasma que me apena un poco más que haber maltratado dos años a César.

     Posted by Hello

  • Uno, dos y tres

    Uno: tuve el mejor cierre de ciclo que un ser raquelesco pudiera desear: luego de diez años, once, doce tal vez, fui al Colegio de la Paz (Vizcaínas), donde estudié kinder, primaria y secundaria. Reunión de exalumnos, le dicen. Fue chistosín.

    Llegué y mis amibitas ya me estaban esperando, como en el ayer lontano, nomás que sin uniforme. A pocos metros de ellas, como en aquel entonces, estaba Mario. Nada más que ahora casado.

    Sépase mi auditorio que Mario es un amigo muy especial. Mucho mucho.

    Entramos a la escuela. Mario me presentó a Gaby, su esposa. Me cayó chido. Me topé a varias conocencias que no imaginaba ver por ahí, y una que otra que realmente esperaba reencontrar.

    Mi maestra de 3o de kinder no ha cambiado nada. Bueno, ya no la veo tan alta ;) Pero fuera de eso, es la misma. Ella, por su parte, dice que yo soy idéntica a mi mamá. Ha de ser, no es la primera que me lo dice.

    La directora de la primaria se acordó de mí por los concursos de ortografía. No le sorprendió saber que me dedico a lo que me dedico (me lo esperaba, dijo).

    Me divertí. Mucho. Con mis viejas amigas me siento bien porque en cierta forma hemos crecido juntas. No hablamos exclusivamente del ‘y te acuerdas…?’, porque hemos seguido compartiendo retacitos de vida.

    Cantamos el himno del colegio. Desayunamos. Viboreamos (clarooo). Muy cool. Paseamos por la escuela sin que las prefes nos corretearan. Hubo momentos de nostalgia pegadora. Me supe querida y quise.

    Y luego fui a comer con Fascio, la mejor amiga de Rax de 2o a 5o de primaria. Nunca peleamos, es sólo que nos separamos. Y de la misma forma nos pusimos al corriente.

    Dos. El viernes fui a televisa. A hablar de blogs. El programa sale un domingo de estos en canal cinco. Muy chido asunto. Fue especialmente cool comer con Daniel W., gran amigo gran de Alberto.

    Tres. Ayer el día terminó de una forma muy curiosa, pero bien. Ahora cuento los días que faltan para el 2 de octubre. Y mientras…. ¿mientras? Tal vez sea tiempo de cambiar plantilla.

    Esta es la parte menos afortunada de las Vizcaínas. Fue culpa del temblor de 1985 que el 60% del colegio quedara desmadrado. Pero ahora sólo ese patio sigue en rehabilitación. Fue tan chido estar ahí… los años no pasan en esa escuela, me cae.

     Posted by Hello

  • The same deep water than you

    Seguimos en el loop cure. Éste se acentúa porque es el tema de conversación de amigos y no-amigos. El emblema de una generación que no es pre-timbiriche ni post-timbiriche… yo diría que es para-timbiriche, je. En todo caso, es.

    Y es curioso, además. Mi querido amigazo Jaime Mesa me envió algo que escribió sobre los conciertos curescos. Me dejó sorprendidísima, porque lo que leí se parecía en exceso a lo que yo iba pensando a lo largo del gig.

    Así que le hice la chillona a Jaime, le rogué y le supliqué… y lo convencí: en vez de mandar su texto a Letras Libres o a Crítica o a Conozca Más o al Semanario de lo Insólito, o alguna otra revista de circulación nacional, aceptó rolármelo para compartirlo en este blog. Semos harto afortunados.

    Va texto de Jaime, intitulado

    The same deep water than you

    (o lo que me recuerda The Cure)

    Cuando éramos rebeldes y audaces, quizá jóvenes y estúpidos. Sobre todo cuando nos creíamos inteligentes e inmunes. Cuando teníamos aquella mirada de niños y el cuerpo crecido de hombres. ?So happy as a young.? ¿Cuánto tiempo nos falta para comenzar a hablar como ancianos, para meternos a un bar con amigos y hablar del pasado que se nos fue? De un pasado tan reciente que aún lo traemos en los labios, y en las dudas. Las cosas han cambiado, cierto; a veces te encuentras con que amigos tuyos ya se han casado o mantienen niños. Pero tampoco el inconveniente proviene de eso porque tú también tienes auto propio, pareja estable, y rentas una casa, y vas cada quince días al supermercado a comprar las cosas que necesitas. Es decir, ya tienes costumbres de adulto porque te gusta ir a un café y leer periódicos, y fumar, o no fumar, y tomar café. Hacer reflexiones de adulto. Lo más importante, quizá, es que ya tienes una actividad a la que te dedicas, ya le quitas tiempo a tus diversiones para sentarte a escribir o a leer, o lo que sea que hagas. Y de vez en cuando te encuentras en situaciones donde pretendes traer de vuelta aquella irresponsabilidad de joven prematuro como un acto para regresar a la felicidad. Entonces te citas con cierta gente de tu presente y algunos que brincan entre ayer y hoy, y te emborrachas para contar las mismas anécdotas de antes, y recordar cosas. A veces alguien se aventura y dice que el pasado era mejor, quizá otro más exagera y dice que la infancia fue lo mejor: cuando la única preocupación era aquel dulce de la tienda de la esquina, o tener más tiempo para jugar. Todos se miran y guardan silencio. Cada quien tiene su propia nostalgia clavada debajo de las uñas. Por eso van al estéreo y ponen discos, tratan de recuperar esos años con una canción que por más que repiten ya no suena igual. Se dan cuenta, entonces, que no pueden salir afuera y hacer el amor con alguien ocasional en el auto, sin usar condón. ¿Cuándo se te fueron las ganas de hacer el amor en un auto? ¿Hace cuánto tiempo no haces el amor en un auto? Entonces, en esa fiesta, alguien hace algo estúpido, pero ya tiene el veneno de la edad, y sabe distinto. Todo se pierde. La responsabilidad timbra en tu cabeza. Es que sólo quieres escuchar el disco completo y volverte loco como antes, y saber que las cosas estarán bien pase lo que pase (aunque necesites años para entender que así sería). Revolcarte en la suciedad y sin embargo terminar limpio, sano. Tomar drogas, beber alcohol, fumar cajetillas interminables y saber que todo seguirá bien; y tener sexo, mucho sexo, confundir nombres y rostros; entender que nada transcurre, que rompes corazones que luego se renovarán como si nada; comprender que tus actos repercuten en la gente y darle la vuelta a esa idea para salir indemne; y ser irresponsable, bendita irresponsabilidad creativa, estúpida, incoherente y enferma. Sufrir las enfermedades como algo pasajero. Ir una noche a cualquier lado y despertar en tu cama, con tus padres llamándote, sin saber qué pasó. Hacer cosas tontas, sobrevivir a muertes tontas, pensar cosas tontas, no saber nada pero creer que sí. Conocer a cientos de personas iguales, o peores o mejores que tú. Sentir esa depresión tan ligera pero tan engañosamente profunda y pensar que todo está mal; sobre todo creerte eso. Canción tras canción, quedarte en el auto sin entrar a clases sólo para escuchar una canción más. Contentarte con las cosas que no importan de la vida, ser superficial. Entender el consumismo desde adentro, comprando para sentirte bien sin el remordimiento de haberlo analizado y saber del engaño. Ser inocente por ser ignorante. Hacer las cosas que te dicen que no hagas y salir impune.

    ¿Ahora somos jóvenes o viejos? ¿Ahora somos estúpidos o inteligentes? ¿Qué hemos ganado? ¿Qué hemos perdido? ¿Por qué seguimos llevando la mano al botón de play para repetir la misma canción y pretender, siempre pretender, que podemos recordar lo que pasó? Porque no podemos, porque siempre al pensar en eso no hay una breve sonrisa cruzando la cara, sólo hay maneras de viejo, sensaciones de viejo, sólo hay nostalgia. ¿Pero acaso entendemos qué es la nostalgia? ¿Sentimos nostalgia de un pasado estático, trivial, lleno de vacíos que íbamos llenando atropelladamente? Por eso aún no somos viejos, y por eso ya no somos jóvenes. Porque incluso aquellas viejas canciones no cambian en su forma, sí en cuanto al olor gastado de sus recuerdos, pero no en su forma. ?¿Quieres decir que ser joven no importa porque hacíamos tonterías??, pregunta alguien. ?Yo sólo sé que una canción me recordó cuando a los 15 años estaba enamorada de Robert Smith, y lo mismo muchas mujeres que estaban ahí.? Hacíamos tonterías. Pero ser joven sí importa. Por eso importa, por hacer tonterías, y aprender.

    Se esperaba que al concierto de The Cure, luego de años y años de espera, acudiría una tropa de darkies. No fue así. Habían olvidado el maquillaje en casa, debajo de la vida cotidiana, de la vida de a de veras. Tampoco iban frustrados, claro. Sonreían. Es más, sonreían como si fueran a hacer o participar en algo grandioso. Me refiero, como si entendieran que lo iban a hacer. Pero no lo entendían. Por eso estaban contentos, por eso actuaban tan naturalmente. Algunos pensaron que quizá encontrarían a gente que no veían hace mucho tiempo, cuando eran rebeldes y audaces. Y esos mismos pensaron que posiblemente estaban hombro con hombro sin reconocerse. Ya no habría más días como éstos. Y eso era una tontería seguramente.

    La noche (así, en singular porque sólo hubo una) del concierto de The Cure sirvió para recordar ?Love song?, y traer de vuelta qué sintieron la primera vez que la oyeron. Sólo un breve instante.

    Lo más importante es que la gente le dedicaba esas canciones a novias o novios efímeros de su juventud. Pero, en el concierto, esa misma gente cuando se encontraban con el whenever i’m in love with you alzaban el dedo señalando al señor Smith, sin recordar, acaso, a esas otras personas a las que se la dedicaron. Eso fue lo importante. Aquel personaje de negro, con unos kilos de más como nosotros, permanecía, como nosotros.

    ?Why cant’ i be you?? era la desgracia, el placer, la felicidad, siempre infinitos pero ahora más lejanos que nunca, de no poder ser jamás Robert Smith, y sin embargo, poder sobrevivir con una sonrisa en los labios.

    Pero los nacidos en los setenta también lloraron, gritaron con ?The edge of the deep green sea?, quizá porque sólo unos cuantos, los realmente fanáticos, fueron los que oyeron Wish hasta el cansancio, y son los que se la sabían, y pensaron que estaba siendo tocada sólo para ellos.

    ?Se veía la pantalla, y era idéntico, el mismo maquillaje, la misma, voz, la misma actitud de hace años…, como si estuvieras viendo el video de otro concierto, en uno de ésos en los que soñabas estar, y de repente, en el escenario se volvía real, del videoclip pasaba al ser real, esperado por tantos años?, alguien comentó sin aliento al volver la nostalgia algo alegre; sin saber que en una semana esa misma idea lo haría deprimirse. Sin saber que fue bueno ser joven y hacer tonterías. Ser estúpido es bello. Ser estúpido es sano.

    Somos los nacidos en los setenta. Oír The Cure nos recuerda nuestra época más tonta. Lo hacíamos todo sin pensar. Y ahora cuando no somos rebeldes ni audaces por fin somos algo. Quizá en veinte años pensemos de ese ?somos? como justo ahora pensamos la infancia: lejana y feliz. Pero hoy no.

    Ahora conocemos las cosas buenas de la vida.

    Algo pretenciosamente estúpido si se mira bien.

    Jaime Mesa es uno de mis dos grandes amigos poblanos. Sus otros méritos incluyen algunas becas estatales y tres novelas inéditas, artículos en WWW (donde, por cierto, nos conocimos) y 24xsegundo, y algunas cosillas más que no vienen a cuento.