El plomero

Me despierto a las 7 de la mañana porque siento una mirada penetrante. Abro los ojos, junto a mi cama está parado un hombre de unos 40 años, muy muy gordo. Viste un mono y trae una caja de herramientas en la mano izquierda. Con la derecha blande una llave stillson.

–¡Oiga! ¿Qué hace aquí? –le pregunto, indignada

–Pos vine a hacer mi trabajo. Me llamó el señor P. Espín, reportando un grifo que gotea.

–¿¿¿???

–Así que con su compermiso…

y acerca su llave stillson a mi nariz.

–¡Oigame usted…! ¡Eso no es un grifo, es mi nariz! Gotea porque tengo gripa…

Discutimos un rato y tuve que pagarle 200 pesos. Me regresé a la cama. La garganta todavía lastima y, efectivamente, tengo una fuga que puede resultar molesta para mis inquilinos gargantales. Pero insisto, ese P. Espín se está pasando de lanza: hace un rato llamó un decorador de interiores que tenía órdenes de ponerme papel tapiz en las amígdalas!


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