Vaya. Pues dejé -por lástima o caridad o vaya usté a saber por qué- que el tal puercoespín se quedara a vivir en mi garganta. Total, sólo picaba un poquito cada que respiro, y con eso de la contaminación, pues creo que no lo hago tan seguido…
Pero hoy en la mañana descubrí con horror que mi puercoespín invitó a vivir con él a una colonia de alces suecos (cada quien sus parafilias; respeto las de mi inquilino, si bien preferiría que les diera forma en un hotel y no en mi garganta).
Resultado: duele, causa tos, cosquillea y se oyen extraños ruidos cada que pasa el aire.
Y aquí entre nos, me parece que fue Julio quien le pasó la idea al puercoespín (que se llama Señor P. Espín. La P. es de Pepe.) de que si mi gaznate ya era casa-habitación, bien podía convertirse en multifamiliar.
La otra versión es que andaba yo malita de la garganta; y que en la fiesta a la que fui ayer fumaron tanto que terminaron de darme en la mutter. Por supuesto, esta explicación es aburrida e ilógica: cómo me van a hacer daño los cigarros que otros se fumaron? es como decir que si mi hermano se come un pastel entero én frente de mí, la indigestión va a ser mía y no suya!
En todo caso, tendré que aprender a hablar a señas para tener una seria discusión con este puercoespín. Y sus invitados. Y el coche rojo (lleno de vacas australianas con cámara fotográfica y lentes oscuros) que se acaba de estacionar a un ladito de mi boca.
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