Va a ser uno de esos días…

Mucho trabajo. Y en la noche, una reunión de la que tengo muchas dudas. Para colmo, tengo tos. Me pregunto si será realmente tos, o si durante la noche un percoespín hizo nido en mi garganta. Me pican sus púas, al menos hubiera tenido la decencia de rasurarse antes de entrar.

Ya me lo imagino, alfombrando, poniendo cuadros en la pared circular y carnosita, tocando el arpa en mis cuerdas vocales. Colgándose de una sinapsis para hacer sus propias llamadas telefónicas y decirle a sus cuates: ‘hey, no saben qué casita tan cómoda encontré. ¿no quieren venir a visitarme?’.

Podría llamar a un cazador de puercoespines para sacarlo, matarlo y hacer carnitas y chicharrón espinoso. Pero… siempre viene el pero… me imagino sus ojitos brillantes y su carita de yo no fui: ‘no había ningún letrero de prohibido colonizar esta garganta‘, dirá. Y tendría razón, nunca legislé al respecto.

Es un roedor simpático. Y si se va, puede causarme problemas: ¿qué tal que la siguiente noche me coloniza la garganta un elefante, una ballena, o un ejército gringo?


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