Sábado, 8 am

Trabajé, ayer, como si no estuviera desconcentrada y adolorida. Terminé mis cápsulas para Dialoguetes en Confianceta y vi un documental sobre Michael Jackson. Luego, me lancé a los rumbos analógicos de Sandrágoras para dizque echarle una mano para darle una arregladita a sus rumbos digitales. No sé si fui de mucha ayuda, pero me pasé una tarde excelente. Mil gracias, doña Sandy-Lou! (Por todo, todo, todo).

Híjolas. La verdad es que me siento un poco en deuda porque no sé gran cosa de programación web moderna: las nuevas generaciones usan el dreamweaver y en 10 minutos sacan lo que yo, con mis técnicas antañosas de etiquetitas sobre un wordpad, consigo en doscientos años. Pero el blog de Sandrágoras quedó chidín (digo yo) y lo que cuenta no es la plantilla sino lo que se le vaya metiendo, ¿no?

Anoche soñé cosas bien raras. Estaba en una pizzería. Tenía dos días que había encargado una pizza chica, de queso, y todavía no la hacían. Mientras, tomaba café y comía pastel de fresa con algo. Creo que con queso, pero no estoy segura. Y la pizza no salía, y en cambio llegaba Irving Gatell en bicicleta. Tendría que escribirle, lo sé.

Despertuve y visité blogs (ya conectada, claro. Todavía no puedo visitarlos sin compu de por medio). En algún blog se quejaba la autora de los comentarios que le ponían. Que era su diario íntimo y no tenían por qué criticarla. Y yo me quedé pensando… ¿un diario íntimo con opción de comentar cada entrada?

Luego, pasando por los demoños, vide el otro extremo: hay un ser malaleche y jodón que cree que se puede tirar mierda sobre lo íntimo (sabe quién será, además de todo, cobarde y escudado en el anonimato) en un sitio público. Creo que doña Flakita ha sido paciente (hasta de más) y que son comentarios estúpidos, sin fundamento, los que le han hecho; pero supongo que es a lo que se expone uno cuando tiene tag board…

Ahora que estuve hojeando cuadernos viejos me encontré mi diario de los 11 a los 15 años, y el de los 16 a los 19. Hay entradas que jamás pondría aquí, o en otro lado. Que nunca le enseñaría a nadie, y que conste que no tienen nada que ver con drogas/sexo/violencia, porque en esos sentidos yo era bastante ñoña. Son cosas que de repente me cuesta trabajo leerlas, me da una risita nerviosa, como de pena, me hace decir ‘ay… así era yo…’ y sigo siendo, carajo. Pero da penita. Y luego, está el cuaderno 1929: mi cuaderno de La Gran Depresión. Cuando la vida era intensa y dolía y dolía y dolía. Eso tampoco es compartible.

Un examigo cuestionaba este blog: ‘Sólo enseñas tu lado light’. Me dio un poquito de risa, porque él mismo sólo conoce mi lado light (y jamás le interesó conocer ninguna otra cosa, por cierto). Pero es que cada lugar y cada espacio tienen sus por qués y sus para qués. Pragmático el bisne, pero real. Si este cuate quiere ver mi lado oscuro, que esté a la mano cuando me dan los ataques de nosequé. O que se asome por mi casa a la hora que despierto (brrr). O que me ponga a escribir una composición que se intitule «Mis desilusiones amorosas». O que me haga enojar en vivo. Basta con mostrar racismo, simplismo para explicar las injusticias, sexismo… o tratarme con condescendencia. O mentirme. Un poquito de eso, y verá mi lado no oscuro: ogresco. Pero claro que para eso hay que acercarse… y eso implica esfuerzo. Chale.

Así que lo que esta persona quiere es ir a un blog a saciar su morbo como si viera Duro y directo.

Yo paso.

Suficiente por hoy. Pasemos a otra cosa. (Hay que preparar una clase, hay que bañarse, hay que ver a Memo a la 1 de la tarde).


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