Se llama Grr

Podría pensarse que no es un buen nombre, que es difícil de pronunciar, o muy hostil. Pero si tuvieran en casa al visitante que tengo yo, verían que no hay mejor forma de llamarlo. Y que se aprende bastante rápido a pronunciarlo, así, con un sonidito gutural que se genera en el estómago (se siente como un pellizco por dentro de la panza) y que sube muy despacio, mitad sonido, mitad agrura, hasta salir por la boca dejando en el paladar la última ‘r’, vibrante y altanera.

No sé en qué momento de la noche llegó Grr, pero amanecí con su nombre en la boca. Ya nomás al abrir los ojos (seis y media de la mañana), me di cuenta de su presencia. Le gusta aparecer de modos dramáticos. El de hoy incluyó un dolor de cabeza y a mi papá pidiendo que le diera no sé qué papel, que supuestamente estaba entre mis papeles. Horror de horrores: levantarme a esas horas a buscar papeles en medio de MI recámara. ¿Vieron Jurassic Park? ¿Vieron ‘Terremoto’? Bueno, eso da una ida de lo que es mi recámara.

Hm. Encontré el dichoso papel mientras Grr me miraba con ojillos divertidos desde la cama. El muy infame se había acostado y tapado con MIS cobijas. Y bostezaba al arrebujarse.

Volví a la cama, pero –claro– ya no pude dormir. Me paré a trabajar. Y nomás no puedo. Grr.

Grr llega y me pone de malas. Irritable y chípil. Todo me da muina. Y Deíctico, causando insomnios lejos de casa.

Grr.


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