Hace poco me quejaba en Facebook de que, cuando me gusta mucho una rola y la quiero compartir, de pronto siento que no puedo decir realmente lo que pasa por mi cabeza a la hora de pegar la liga. Temo que lo escribí muy mal y se interpretó como que estaba haciendo berrinche del tipo “como ustedes no me apapachan ya no les voy a recomendar canciones”. Me dio mucha pena que se leyera así, porque realmente no iba por ahí la cosa. Más bien, pensaba yo, que las palabras (las mías, que conste: seguro hay gente que las maneja mejor y que no tiene este problema) son muy pobres a la hora de querer usarlas para hablar de lo que me pasa al escuchar una canción. O me tardaría horas en bajarlo a texto, y sólo sería un pálido reflejo, un eco distorsionado, de la experiencia base. Pero, por no quedarme con la duda, haré el experimento.
Ahora bien: hay dos tipos de rolas que comparto, las que acabo de descubrir y me encantaron y las que conozco desde hace mucho y que me encantan. Para el experimento elegí una de las que me gustan de hace tiempo. Y dice así:
1. Me acuerdo de una canción que me gusta desde hace mucho tiempo. En este caso, “Love to hate you”, de Erasure. Por suerte me acuerdo del título y la banda: a veces sólo recuerdo una de ambas o, peor, un trozo de letra. O, mucho más peor, un fragmento de tonada.
2. Busco la canción en youtube o spotify y la pongo. Una vez más tengo suerte: es una canción popular y hay varios videos de ella. En este caso elijo el video oficial, pues qué caray.
3. La repito dos o tres veces. Mientras la escucho, me acuerdo de por qué me gusta. En este caso, es una rola que me recuerda cuando estaba en la prepa. De hecho, estaba en 6º de prepa, así que debe haber sido 1993-1994. El maestro de Geografía, Alor, nos llevó a tres excursiones dizque de trabajo en las que no trabajamos nada, pero en las que el grupo se volvió muy unido. A esas salidas les debo que mi amistad con Mar y Mondra se fortaleciera, y fue en uno de esos viajes donde hice migas con Tania y Uriel, de los que nunca volví a saber nada pero que son importantes para esta historia.
Fue en el viaje a Ixtapa. Fuimos a una disco en la parte vieja de la ciudad, todos en bola. Yo me sentía, como es usual, fuera de lugar, un poco desfasada. A ratos me daba de topes por haber ido al viaje: demasiados días de convivencia grupal (ya desde entonces, desde antes, esas cosas me dejaban exhausta, tensa, ansiosa). Y en la disco ponían música horrible, punchis punchis, It’s my life. Lo mejor en dos horas había sido Ace of Base, con eso explico todo. Yo llevaba un short negro (había sido un pantalón de mezclilla pero lo había pasado por la tijera porque me recordaba a un novio que me cortó el día que lo traía puesto) y una blusa negra de terciopelo (de manga larga. Ideal para la playa, ja) que me encantaba. Y unos tenis converse que eran mi pasión.
De pronto, empezó “Tainted love”. Y luego, “I love to hate you”. Uriel y Tania bailaban, pero no como se baila el punchis punchis. Ahora sería muy fácil decir “eran darks y bailaban como darks”, pero en ese momento no tenía yo esas palabras. Así que eran dos vatos que vestían de negro estando en la playa, como yo, y bailaban como si la pista fuera solo de ellos, como si nadie los mirara. Como si el punchis punchis de fondo de la canción fuera a otra velocidad. Y entonces mi amigo Mondra me jaló a bailar con él, con ellos. La rola dura 3.52 minutos, pero a lo mejor era una versión extendida, no sé. Porque en mi recuerdo fue un rato largo, en el que dejé de sentirme sola y ansiosa y fuera de lugar.
No me acuerdo del resto de la noche. A lo mejor continuó un rato la bonita barra dark (no puedes pedir Sisters of Mercy en una disco playera, pero todo eso lo aprendí mucho después), a lo mejor nos fuimos a caminar a la playa (recuerdo haber caminado en la playa y recuerdo haber estado a la orilla del mar, con Mondra y Mar y Uriel y Tania, con Ramsés y otros compas que me caían muy bien y cuyos nombres ahora se me escapan; pero no podría jurar que fue el mismo día). Me acuerdo que en ese viaje sufría porque un vato me gustaba un montón y era mi amigo (¡muy mi amigo!), pero nomás no daba color y nunca dio color, así que nunca pasó nada. Ahora tiene años que no lo veo más que en Facebook y supongo que no éramos tan buenos amigos donde no sólo no pasó nada en terrenos del corazón sino que dejamos de procurarnos (las últimas veces que hablamos en estos veinte años fui yo quien le llamó, quien investigó su mail, quien lo localizó en FB, y un día me dio oso estar tan cerca de un estólquer y decidí que no tenía caso seguir buscando una amistad que murió hace tanto). Además, ¿qué peso debería tener esa pérdida, si a mar y a Mondra aún los tengo cerca? No tan cerca como debería, pienso, y apunto mentalmente que debo mandarles un mail a cada uno.
[La rola sigue en repeat. Normalmente es menos tiempo que hoy, porque generalmente recuerdo con la cabeza y no tecleando. Pero el proceso es, en general, el de siempre con una rola que me gusta]
4. Ya que termino de recordar, busco la letra de la canción.
5. La vuelvo a escuchar mientras voy leyendo la letra. A veces la letra me proyecta a otros recuerdos y pensamientos, pero en este caso no. Me acuerdo, eso sí, de unos esquites deliciosos, al horno, con queso, que comí en ese viaje. Pero nada de revelaciones profundas o mensajes certeros en la letra. Eso está bien.
6. La pongo de nuevo en repeat, pero esta vez, atendiendo al tiempo. Por ejemplo, cuando empieza, se escucha de fondo, muy sutil, el rugido de una multitud, que sube por ahí del segundo 18 y luego, cuando entra una percu más vigorosa, baja a casi desaparecer. Es justo, porque ahí entra la voz de Andy Bell (¿y un coro?) con el estribillo. Luego, por el segundo 35, Bell comienza, ahora sí, con la letra. Mientras, los sonidos graves en el sinte de Vincent Clarke repiten ciertos acordes que pegan directo en el pecho.
Y en el segundo 54 empieza un agudo desde el teclado, que es como un hilo de plata que se desenrollara desde el golpe del pecho y subiera por la garganta. En el 1.10, el hilo de plata se esfuma en la atmósfera y deja que la voz tome el control… Sí, el sinte continúa, pero ya no es tan agudo. Suena como una voz, como si fuera un teremín. Sigue sonando, eso sí, a órgano Lili Ledy, lo que le da un aire retrísimo, y por un instante me acuerdo de la peli de El Santo contra las Momias.
El pecho descansa, a pesar de que los graves siguen con su ¿progresión armónica? y en el 1.24 comienza el “I love to hate you”, que se repite en un tono más alto cada vez, tensando el drama (o la emoción), hasta que en el 1.28 se convierte en un grito (Ai-lof-tu-heeit-yuuuuuu!) como una explosión que deja estelas de luces de colores (como el rastro que deja un avión cuando pasa, o los listones chispeantes que quedan tras la explosión de un fuego artificial. Esas estelas son la melodía del teclado que se oye a partir del grito, en el 1.30, que, además, suenan como a “I will survive” de Gloria Gaynor, que es otra canción que me encanta. Además, para darle más emoción, vuelve a subir de volumen el rumor de la multitud enardecida, aplausos y gritos y todo.
Al 1.46, volvemos a empezar con la voz, quizá en un tono un poco más alto (¿para no sentir que estamos de regreso en la casilla 1?) pero lo suficientemente vuelta a la calma como para recuperar el aliento -y volver a recordar Ixtapa, la disco (¿Crystal, se llamaba?), la blusa de terciopelo (¡tan bonita y tan talla M!), la pulserita de cuero que me regaló en otro viaje el amigo aquel (con el que no pasó nunca nada). Al 2.08 regresa la melodía que antes sonaba a teremín, pero que ahora, seguro, son voces de mujeres un poquito procesadas, pero humanas a fin de cuenta. Pero ahora, lo que cantaba el vocal no es igual que en la primera estrofa: se alarga un poco, por ahí del 2.20, rompiendo la simetría con muy buena fortuna, porque suena a que no se conforma con lo que tenía que decir.
Luego el coro, que no ofrece nada nuevo, pero que no importa porque el sinte suena rebién y porque estamos esperando el “i love to hate you” in crescendo, que llega en el 2.36 y que explota en el 2.41
Nomás que aquí nos cambian los listones de fuego artifical por un cencerrito que suena a Miami Sound Machine, que no me encanta y me hace arrugar la nariz, aunque de fondo haya otra vez rumor de multitud y sampleos como de sci fi. Por suerte dura poco: en el minuto 3.00 recapacita y vuelve al coro, como para decir hey, el cencerro fue un error, fue para que los fresas de Ixtapa tuvieran su momento punchis punchis, hagamos como que nunca pasó, y en el 3.11 tenemos otro “I love to hate you” pero se interrumpe antes de la explosión y vuelve el coro: ¿acaso está jugando con mis sentimientos? (¿Acaso el amigo aquel, con el que nunca pasó nada, jugaba también con mis sentimientos? ¿O de veras nunca se dio cuenta de nada?)
Y llegamos de nuevo al “I love to hate you” en el 3.27, que ahora sube, y sube, y sube, acompañado del rumor de multitud, hasta llegar al mejor Ai-lof-tu-heeei-yuuuuu en el 3.39, para luego bajar el volumen y terminar sin una frase de conclusión, nomás bajando el volumen hasta el silencio en el 3.44
7. Busco la historia de la canción. Quiero saber si cuando la escuché por primera vez era nueva o vieja, si tiene mucha historia o es importante sólo para mí. “Love to hate you” es del 91. Considerando que era un tiempo previo a Internet, no era una canción vieja cuando la escuché, aunque tampoco era “del momento”. Me entero de que, efectivamente, la parte que suena a “I will survive” es un sampleo de “I will survive”. Ya sé, no es la gran ciencia, pero yo no estaba 100% segura. Es bueno saber que sí. Y veo que no parece que haya dado pie a miles de covers o un culto, pero que hay una versión en español y otra en italiano, hechas por ellos mismos.
8. Pongo alguno de los covers o versiones. En este caso, “Amor y odio”, que es la versión en español. Nunca la había escuchado. Al minuto 1:00 ya sé que no le llega a la original, pero no la quito, por si hubiera alguna sorpresa. Al 1.37, lo mejor que ha pasado es el grito “A-mor-y-ooo-dioooo”, pero ño. Aunque me gusta lo de “Ojalá que el viento sople contra ti”. Menos afortunado es lo de “y congele tu sonrisa de delfín”. Casi que da risa. Ah, pero esta versión no tiene cencerrito. Por lo menos eso. Y el en grito final hay un “y” que tiembla bonito. Pero nada más.
Pongo la italiana. Parece que está mejor la métrica que la de español. “Io amo odiarti” suena… no sé. Creo que también puedo vivir sin ésta.
9. Cuando, después de escuchar así, con atención, la rola, pienso que sí vale la pena, pongo la liga en Facebook. Pero ni modo de poner todo lo que acabo de escribir aquí arriba, uff. Así que nomás pongo “chulada de rola”, “una que me gusta”, “chequen el banjo” o cualquier cosa así. En este caso pondría “hoy puse esta canción que me recuerda un viaje a Ixtapa cuando estaba en prepa”. Y luego, en las ligas, las versiones en español e italiano, con un “para los morbosillos y los amantes de los covers”.
[Escribir todo esto me tomó alrededor de dos horas. Si lo hiciera con cada canción que me gusta, tendría que vivir sólo para esto, y ya no tendría nuevas experiencias que asociar con otras cancioens, además de que el resultado no es de lo más satisfactorio. ¿Ven por qué la frustración?]
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